¿Qué docente te marcó más en la vida? ¿Por qué?
Era una mujer con un look misterioso. Llevaba gafas de sol dentro del aula porque tenía un problema de fotofobia. Eran las gafas de sol más grandes y horrendas que he visto en mi vida, y con ellas tapaba casi todo su rostro. Luego, con su carácter, daba muy poco lugar a la confianza. Era ácida en sus comentarios. Llegué a ella en quinto curso y me pegué todo el año intentando estar a la altura de lo que ella esperaba, pero no había forma. Hasta que, al año siguiente, mi cabeza hizo click. Y entonces si que si. Me hizo enamorarme de los libros, de sus historias, de sus autores. Hacía los deberes aunque, a veces, fuera la única que los llevara hechos. Pasara lo que pasara, yo quería destacar porque ella era una profesora buenísima y exigente. Y un día sucedió. Comenzó a preguntar por los deberes y, para su disgusto nadie los había hecho excepto yo. Nadie. Estuve cerca de la hora diciendo la lección de pie y sin equivocarme y, cuando ya íbamos a terminar, cuando ya me dolían las piernas , comenzó a hablar. «¿Cuánto llevamos corrigiendo? ¿Una hora? Si se fijan, además de ser la única que ha traído los deberes, su compañera es la única que ha mejorado de una manera increíble del año pasado a este. Lo digo por si usted creía que yo no notaba las ganas que le está poniendo al curso». Y se quitó las gafas para lanzarme una sonrisa maravillosa. Luego me dijo: «Bravo Ana!!» Era la primera vez que una profesora (no tenía ningún profesor) me felicitaba y lo hacía delante de toda la clase. Para una niña a la que eso no le había pasado nunca era, casi casi, como ganar una lotería. Y, a partir de ahí, lengua y literatura fueron por siempre mis asignaturas preferidas. Y por eso, seguramente, ame tanto escribir.