LA RUPTURA

¿Te has roto algún hueso?HH

Hoy he pasado una noche de mierda. He dormido fatal, con un montón de pesadillas que han hecho que me despierte todas las horas. No he cenado tarde ni copiosamente, así que la historia ha de venir por algún otro lado.

Ayer, mirando Instagram en uno de mis descansos entre test y test del temario, vi un video sobre la depresión, de un chico que se hace llamar en esa red, @neuro-prevencion, y el video me ha removido algo dentro que tenía guardado muy profundo.

Hace muchos años, había un chico de unos veintipico de años, que unía a su juventud un montón de intereses. Le encantaba viajar, y así hizo con cuatro chicos más en un coche blanco que debía ser un seat 127 por  lo que yo recuerdo. Se recorrieron casi toda Europa, atravesando la Península porque claro, había que llevar el coche. Para algunas cosas, como viajar, vivir en una isla, a no ser que seas británico y atravieses el tunel que une tu tierra con el resto de Europa, es una porquería.

Le encantaba leer y era de los que te recomendaba una lectura, y, riendo, te decía: «Cuando termine el libro te lo dejo».   Y ya ibas salivando las ganas de echarle mano a lo que, seguro, iba a ser una maravilla. Jugaba al ajedrez, y siempre llevaba consigo un pequeño tablero de esos en los que las piezas van imantadas, junto con un libro de jugadas que él practicaba donde le diera por ahí.

Un día enfermó. Lo que empezó siendo, o creíamos que era, una profunda tristeza, se convirtió en una palabra maldita. Depresión. Y, mientras esa maldita enfermedad se comía todas sus energías, todas sus capacidades de sentir ningún tipo de placer, que convirtió su vida en una absoluta agonía, podías ir viendo cómo, incluso físicamente, se producía una transformación. Sin querer entrar en detalles dolorosos, con 57 años, arrastraba los pies al caminar como si fuera una anciano. Como bien dice el muchacho en el video, estar deprimido no es estar triste, ni tiene que ver con echarle ganas. Qué va!

Tres años antes de alcanzar esa edad, me preguntó, como quien no quiere la cosa, que qué ocurriría en caso de que él falleciera con su herencia y con su ex mujer, de la que solo estaba separado. Decidí explicarle que, para cualquier cosa, mejor, divorciarse, y así hizo sin contárselo a nadie. Una vez tuvo todo arreglado, incluida la aceptación de la herencia de sus padres, y para asombro de nadie, decidió acabar con su sufrimiento.

Era lunes. Lunes de Pascua exactamente. Yo estaba a punto de salir de mi casa para llevar al niño a la guardería e irme a trabajar, y, de repente, observo que mi madre me ha mandado un mensaje a las 3 de la mañana. Que la llame, me pone. Ella volaba al día siguiente de vuelta a su casa. Seguía en la isla. Hice lo que me dijo, y me contestó llorando y diciendo que se había ido. Que esa tarde, viéndose solo en casa, preparó su partida y se fue. Mi madre me dijo que él le había partido su vida en dos mitades cuando tomó esa terrible decisión. Y, justo en ese momento, sentí que algo crujía en mi interior. Algo rompió dentro de mi en ese momento y para siempre.

En la última sesión con mi psicóloga, me dijo que el duelo es una piscina llena de mierda, en la que uno debe sumergirse hasta el fondo, y quitar el tapón. Hoy, por fin, bajo al fondo de la mía, y decido llorarle como no le pude llorar entonces, esperando que con mis lágrimas, se mitigue el dolor de su partida.


3 respuestas a “LA RUPTURA”

  1. Conozco el duelo, y es terriblemente distinto en cada persona. Mi experiencia fue dejar de sentir una larga temporada y de pronto, después de un año fraguando escondida llegó la tristeza y me derrumbe ante personas que no entendían qué me estaba pasando. Yo tampoco entendí por qué fue así.
    El ejemplo de la piscina de mierda y el tapón en el fondo es muy apropiado. Por suerte encontré el mío y empezó a drenar la tristeza.
    Magnos sueños.

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