Si todo el mundo tuviera un lema, ¿cuál sería el tuyo?

Si tuviera un lema, que lo tengo efectivamente, sería, si no aportas, aparta. Me explico. Me gusta la gente que me aporta risas, ganas de seguir adelante, amor, cariño…y luego existen otras que, literalmente, te restan toda tu energía en una sola frase. ¿No han tenido a nadie nunca que, tras explicarles cualquier torsión de la vida les contesta, yo, ante eso prefiero morir? Como si le acabaras de confesar que padeces una enfermedad degenerativa o algo igual de grave! Yo, ante esas personas, cuando me dicen algo así, me convierto en una especie de papel de fumar y caigo liviana al suelo para luego ser pisoteada por el primer despistado que pase.

Nadie pide un consejo. A veces todo se reduce a un, solo quiero que me escuches, que me acompañes en el dolor que siento. No necesito que me arrojes más negatividad a la que tengo. No hace falta. Gracias!

También me acompañaron durante un tiempo largo aquellos que te dicen, yo, en tu lugar hubiese…aún sin haberles pedido opinión. «Cómo se te ocurrió tener otro hijo?» Me preguntaban. Como si yo les hubiera pedido soporte económico, acompañamiento con mis hijos…nada de eso ha sucedido nunca. Miento. Solo una vez. Y no me dejaron ni acabar la frase. Y no tenía al niño. Solo era una madre cuyo marido trabaja tooodo el día y que hacía encajes de bolillo para trabajar y conciliar. Al final todo se solucionó porque mi suegra se ofreció. Yo no había pensado en ella porque cuidaba de su marido ya muy enfermo, así que no quería añadir una niña que parecía un terremoto a su vida, y sin supervisión paterna. Ni siquiera un rato. Pero a ella nunca le molestó mi hija. Quizá por eso la niña  la adora y, lo que es igualmente importante, a pesar del comportamiento de mi hija, que cada vez que iba «le redecoraba la casa», el amor es recíproco. A  veces, sin avisar, se le presenta allí, en su casa, y le da compañía, se ríe con las anécdotas que su abuela cuenta una y otra vez y que, el padre y yo nos sabemos de memoria, le ayuda en las tareas de la casa…

Me he dado cuenta de que a la abuela se le están aturullando los recuerdos y, algunas veces, ella que contaba con una memoria prodigiosa, ahora te cuenta las anécdotas un tanto enredadas. Pero yo no le contesto. Solo sonrío y asiento. Y hago como que es la primera vez que las escucho. No quiero herir sus sentimientos. A pesar de no gustarnos, nos respetamos mucho. Sobre todo, respeto el amor incondicional que ella ha dado siempre a la gente que quiere, y que la hace merecedora de todo el cariño que está recibiendo en los últimos años de su vida. A pesar de que sufre por estar enferma, por los achaques de sus ochenta y cuatro años, nunca, jamás, la he oído quejarse ni decir una palabra negativa. Y sé, porque lo he visto, que no es poco de lo que podría quejarse.

Por eso, si alguna vez me comporto como esas personas que he comentado antes, si alguna vez hiciera algo así, doy permiso al cosmos para que, tras decir la frase inoportuna, lance un rayo que me ilumine durante unos segundos, para que los demás vean perfectamente quién acaba de meter la pata hasta el corvejón, y me haga cenizas. Que no quede nada de mi que pueda hacer que se me recuerde. Por joder la vida de otro ser humano, por lanzar porquería por la boca. Por, en definitiva, tocarle las narices al universo.


Una respuesta a “Mi lema”

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