¿Con qué actividades pierdes la noción del tiempo?
Pierdo la noción del tiempo realizando las actividades que me gustan.
Me gusta leer, me pasaría horas atrapada en una historia que me gusta. Soy una lectora voraz. Ahora mismo ando leyendo tres historias bien distintas, «La Carne» de Rosa Montero, una mujer a la que descubrí mirando libros que comprar en un kiosko que estaba junto al hospital, en uno de los viajes en los que fui a cuidar de mi madre. Su título, «la ridícula idea de no volver a verte» hizo que me agachara a cogerlo y adquirirlo. No pude escoger mejor lectura para superar la pérdida de alguien a quien amas. Me lo leí en las tres horas que dura el viaje y me ayudó a tener la entereza que necesité cuando llegó el momento de la despedida.
Este que estoy leyendo me lo recomendó una compañera y me faltó tiempo para buscarlo. Otro con el que estoy es con «Panza de burro» de Andrea Abreu. Este me lo recomendó mi psicóloga a la que le ha encantado y confío en su criterio. Cierto es que conozco el final por obra y gracia de mi hija que me hizo un pedazo de spoiler cuando vio que me lo leía ya hace tiempo. Ella se lo había leído porque se lo pusieron como trabajo de literatura. Lo dejé. Ahora lo retomo porque me ha dejado mosca algunas cosas que me ha dicho mi terapeuta y me ha picado la curiosidad.
El último es de John Verdom, «Arderás en la tormenta» de misterio, of course, que me encanta. Me apasiona su historia. Nacido en 1942, estuvo trabajando en un montón de cosas hasta que, en 2010, decidió lanzarse a escribir. Tenía 68 años, escribe un primer libro y, encima, los vende como si fueran churros. Su historia es mi esperanza de que, dentro de cada vida, hay un montón de vidas distintas que vivir, y, todas ellas pueden ser increíbles. Nadie es demasiado nada para ninguna cosa hasta que le toca irse.
También me gusta escribir. Contar una historia, la que sea, como dice Stephen King, escribe y escribe, luego lo lees todo y haces los retoques finales que hagan falta. Y en esas voy ahora. A escribir una historia, a sumergirme en ella, a dejar que me lleve a donde ella desee, a pasar las horas haciendo lo que más me gusta. ¿Qué mejor que dejar que tu mente y tus vivencias hagan fuerza para contar algo que llevas ya en la punta de tus dedos? Como dice Gabriel García Márquez, «lo que quiero contar lo hago escrito, solito en mi cuarto con mucho trabajo. Es un trabajo angustioso pero sensacional».