How have your political views changed over time?
Hace muchos años, cuando yo ya tenía edad de votar que debía estar por el pleistoceno, solía ir con una de mis tías, desde su casa hasta la zona de la playa caminando. Era cuesta abajo, por lo que no era agotador. Solíamos parar en una hamburguesería, y seguíamos rumbo hasta la avenida mientras hablábamos de mil cosas. Cada vez que dábamos un paseo, nos encontrábamos con un político y su mujer, que debía tener más paciencia que un santo, la mujer me refiero porque para él aquello era todo un baño de multitudes, y que aguantaba estoicamente que los pararan cada dos por tres para saludarlo, presentarle incluso sus respetos…Por aquel entonces él iba de sindicalista, aunque hoy, mirando la wikipedia, esa parte de su vida no exista. Solía hacer reuniones en teatros, en sitios donde cupieran bien de afiliados, como digo, lo paraban por la calle gente trabajadora con mil y un problemas y él los escuchaba educadamente y les daba consejos o les decía dónde sería la próxima reunión sindical. Su sindicato era de esos que, solo viendo el color de la bandera, no dejaba ninguna duda de su rumbo político. A mi me encantaba verlo y oírlo porque no era ningún cantamañanas como los que pululan hoy día. Era un tío culto, que había ido a la universidad, y, sin saber nada de su persona, antes, realizar ese tipo de estudios suponía un coste a la economía familiar brutal, porque en esta isla no había ninguna, con lo que, o ibas a la de enfrente, o saltabas Gibraltar. Es decir, me parecía que quien tenía estudios universitarios venían de familias muy comprometidas con el futuro de sus hijos, y claro, ahí le han dado, sobre todo a mi que les daba igual si estudiaba o me metía a poner copas. Esas cosas, esos ejemplos, cuando has tenido otros, son algo que te hacen reverenciar a quien ha pasado por ellos. Por lo menos a mi.
Total, que, a medida que fue ascendiendo en política, fundó un partido político que este sí aparece en wikipedia y fue cambiando su jersey gris, que era como su segunda piel, por un traje a medida y corbata.
No me molestaría tanto que hubiera hecho esa modificación, si no lo hubiera visto, con mis propios ojos, dar la mano, y pactar con quienes él consideraba la representación de todo lo malo. Ratas, hubiera dicho a sus afiliados. Qué poca vergüenza!
He dicho alguna vez por aquí que tuve un profesor de griego que se metió a humorista, y, un día, en una entrevista, cuando le preguntaron que qué político le había desepcionado más, miró a la cámara, para una televisión autonómica que estaba manejada por, entre otros, este señor, dijo el nombre del político, y le preguntó: «Quo vadis?» No pude evitar soltar una carcajada, y eso que a mi, mi profesor, maldita la gracia que me hacía. Pero aquello era muy verdad y su pregunta muy certera.
En algún momento de mi vida dejé de hacer aquél ritual de paseos sin prisas. Como él. Ya ninguno de los dos va a dar paseos por la playa. Él a seguir engañando y yo, a mirarlo como si fuera una fan loca. A mis años, ya pongo las cosas en contexto. Ahora, cuando voy por la avenida, camino como si me persiguiera un velocirraptor. Siempre voy con prisas. Quo vadis? Me pregunto a mi misma. Y me sale una sonrisa. Supongo que, como a él, mi vida decidió llevarme por otros derroteros. Por el de las prisas, por el de los estudios, para que nadie volviera a engañarme sin tener un criterio propio, por el de la maternidad, y desde luego, para entender que, en política a veces, desgraciadamente, vale todo. Y es algo que tenemos que asumir nos guste o no. Como al personaje de mi historia.