La nostalgia

¿Qué te produce nostalgia?

Hoy me he levantado con un dolor de lumbares terrible. Hace un montón que lo aguanto, y si, fui al médico y si, tengo un diagnóstico, aunque hoy me ha dado fuerte porque ayer estuve sentada trabajando hasta que llegó la hora de irme. Hacer vida sedentaria es incompatible con este dolor. Fui ayer al gimnasio, y, con la zona protestando, hice los ejercicios de fuerza porque sé que son lo mejor para que esto no vuelva a ocurrirme. Tengo que fortalecer la espalda. Hace unos años, llegué incluso a cojear a causa de lo mismo.  Pero ahora no. Ahora solo parezco una tabla andante que no puede ni agacharse.

Estas cosas me hacen volver a tiempos pasados, cuando uno no tenía ningún dolor que aguantar,  en los que, por ejemplo, nos reuníamos la familia a comer en casa de una tía de mi madre, cosa que me daba igual porque a mi lo de disfrutar comiendo me entró tarde. Cuando acababa la comida, separábamos los muebles, poníamos música y bailábamos como si, al día siguiente, no entráramos en otra fecha. Como si todo acabara esa noche.

Se ponía la televisión para partir el año con el único canal existente, y cantábamos a voz en grito «el himno a  la alegría» de Miguel Ríos. Nos comíamos las uvas, que yo terminaba con ganas de vomitar, y empezaba el baile.

Hoy iré a cenar a casa de mi suegra. Allí no habrá baile, ni nos cogeremos por la cintura bailando la conga. La comida será más pinturera que la del 24, y tras ella me marcharé con mi hijo porque él necesita de su rutina y se acuesta siempre a una misma hora. Si no respeto sus tiempos, comienza a dormirse en el sofá. Así que las uvas, si las hay, serán en el salón de casa yo sola. O con mi hija.

Qué queda de aquella niña que fui? Aquella que juraba que nunca sería madre? La que soñaba con bailar? La niña callada y tímida que no decía esta boca es mía para que nadie notara su existir? Ella debe estar en alguna parte de mi cerebro, gritándome que, por favor, deje de hacer cosas en las que pueda destacar, en las pueda llamar la atención, que, total, no voy a conseguirlo. Esa niña vulnerable, convertida en adulta por obra y gracia del paso de los años, vive aún tan asustada, que en días como hoy, la busco, la abrazo y le digo: «cariño, déjame hacer esto que me gusta, aunque no lo haga bien! Déjame disfrutar de los años que me queden!» Y luego la cogeré de la cintura y le enseñaré a bailar la conga sin miedo. Saliendo a la calle con un collar del cotillón y un pito gritando a todos que, ambas, hemos sobrevivido al 2024. Prometo luego abrazarla fuerte y dormir junto a ella como hago con mi hijo. Porque a ambos los quiero mucho. A él por traer alegría a mi vida, y a ella, porque ha sabido sobrevivir durante 54 años de manera inteligente. Y en ese ménage á trois, surcaremos el sueño hasta el 2025. Feliz año Anita del pasado! Descansa tranquila! Ya no hace falta que estés alerta, solo descansa…

,

Deja un comentario