El cartel (2ª parte)

Piensa en el viaje por carretera que más te ha marcado.

Después de hablar con su madre biológica por teléfono, prometiéndose ambas verse cuanto antes, subió a casa. Al abrir la puerta, vio cerca de la entrada caras de preocupación de su marido y sus hijos. -Dónde estabas? Han pasado más de dos horas desde que saliste de trabajar y, cuando te he llamado estabas comunicando!» Ella abrazó a su marido y le pidió que se sentara que iba a contarle una historia increíble. Comenzó por lo del cartel y acabó con lo de la llamada para asegurarse que no estaba equivocada. Que, efectivamente, su vida se habia vuelto del revés. Su marido la miraba boquiabierto. -«Quieres cenar? Así podrás luego coger fuerzas para decidir cuál será tu siguiente paso». Hablaron largo y tendido durante la cena y, con ayuda de él, elaboró un plan que comenzaría al despertar.

Al día siguiente se presentó en la casa de la quien, durante 35 años, creyó era su madre. Subió en el ascensor hasta el segundo piso. Tocó a la puerta, aquella que había cruzado, seguramente de la mano, seguramente llorando, separada de su familia por obra y gracia de un capricho del destino que la había puesto en el camino de una loca alejandola de quienes la querían. De esa gente que te quiere porque sí. Porque la sangre une más que ninguna otra cosa. De tu familia.

Cuando entró, su madre la llevó hasta el salón y, al sentarse, le preguntó sin tapujos cómo se había enterado, cómo lo sabía.

Se sorprendió. No podía creer que se lo hubiera notado en la cara. Su madre se sonrió a medias y le dijo: «lo creas o no, lo quieras o no, siempre te he querido. No te he parido ni falta que me hace. Lo único que no sospecho es cómo».

-«Ví un cartel en la autopista con, básicamente mi cara en él. Esas del antes y el después. Si no lo hubieran hecho así no me habría siquiera reconocido. Cómo pudiste? Cómo  hace una para llevarse a la hija de otra mujer sin remordimientos? No te dio pena? Si me pasara a mi con alguno de mis hijos moriría de tristeza. Así has estado tantos años prohibiéndome salir, controlando mis amistades. Qué cuajo tan grande tienes!! El viaje de ayer por la autopista ha sido el peor de mi vida! Enterarme que era buscada cuando ni siquiera me sabía perdida…cómo pudiste?» Esto último lo dijo casi gritando, intentando que las lágrimas no le impidieran decir lo que pensaba.

Tras terminar de hablar, se hizo un silencio entre las dos. Uno de esos en los que incluso notas cómo cae la tarde, oscureciendo aquel salón ya de por sí frío y oscuro. Parecían ambas la escena de un cuadro, el final de un acto teatral tras el que cae el telón. Y cuando menos lo esperaba, cuando ya creía que no iba a recibir respuesta su madre, si, porque no podía arrancársela del pecho, comenzó a a hablar. «Mira hija…»


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