La telenovela

¿Qué películas o series de televisión has visto más de 5 veces?

Rosalinda era una muchacha a la que le encantaban las historias de amor, ya fueran en libros, canciones, series…Era una chica muy inteligente con una vida social reducida como consecuencia de tener a sus progenitores muy mayores. Sólo salía a comprar, a hacer recados, y, a veces, se sentaba a la puerta de su casa a leer mientras le daba un rayito de sol en la cara.

Le encantaba ver una telenovela que ponían a la hora de la comida, que iba ya por su cuarta reposición, y, que en algunas partes del mismo, era capaz de decir los diálogos sin necesidad de escucharlos. Miraba ensimismada cómo el protagonista iba enamorando poco a poco a la muchacha de la historia, sintiendo casi el mismo fuego abrasador de aquellos besos apasionados.

Su vecino, un chico que conocía de la infancia, le tomaba el pelo muchas veces. «Rosalinda» le decía, «no querrás salir ahora a tomar conmigo un refresco aquí fuera verdad?» Y ella siempre le respondía que parecía tonto porque ella no renunciaba a su novela por un refresco de medio pelo pudiendo beber de las fuentes del amor.

Un día tocaron a su puerta y al abrir se encontró con el protagonista del serial cara a cara. Se frotó los ojos pensando que soñaba pero no, él seguía allí. Cuando le preguntó con un tímido «si?» él le explicó que su súper coche lo había dejado tirado, al igual que su teléfono móvil y necesitaba ayuda para llamar a que vinieran a remolcar aquél coche que parecía un folio pegado al asfalto. Un folio caro y brillante, claro está.

Ella lo dejó pasar y, cuando terminó la llamada le dio las gracias por el favor. Ella le dijo que si podía devolverle el mismo dándole un autógrafo y una foto a lo que él accedió. «Espera» le dijo. «Voy a buscar a mi marido para que nos haga la foto juntos». «Tu marido?» Le contestó ella mientras la ilusión que da las ficciones hacía las maletas en su mente y de decía adiós, «si, estaba mareado y se ha quedado en el coche mientras yo pedía ayuda».

Tras las formalidades, las presentaciones, el ánimo de Rosalinda cogiendo las de Villadiego, las fotos…volvió a entrar a su casa con la moral por los suelos. Cerró la puerta y se arrastró a la cocina. A los dos minutos escucha el timbre de la puerta. «Se habrá olvidado algo?» Pensó. Al abrir, vio la cara de su vecino sonriente. Sin esperar a que ella hablara le dijo: «ya sé que es tu hora sagrada de televisión pero, como veo que el del coche caro te ha dejado con el capítulo empezado, querrías tomarte un refresco aquí fuera conmigo?». Para su sorpresa Rosalinda le dijo que si, y luego, cuando comenzó a caer la tarde le contó lo que había sucedido. Los dos se miraron y se rieron al unísono. «Las telenovelas son una ficción. Una maravillosa que te hace olvidar tus tristezas por un rato, pero ese amor, Rosalinda, es de cartón piedra. No es real!». «Y cuál lo es?» Le replicó ella. «Pues el que yo te tengo Rosalinda. Este que tengo encajado en el pecho desde siempre». Entonces se miraron. Y llegó la oscuridad de la noche. Y continuaron mirándose, memorizándose enteros. El uno al otro. Para siempre. Sin reposiciones.


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