Ayer, a pesar de la enfermedad, del dolor de cabeza que atenaza mi pobre cráneo, de que me dolía el cuerpo a raudales, salí a comprar algunas cosas que me hacían falta en casa, junto con mis Avatares. He cedido gustosamente el lado del copiloto a mi hija, y ella, a diferencia de mí, cuando su padre coge velocidad dice «prum, prum» y cuando se equivoca de salida en un parking donde ha entrado miles de veces, le dice: «fíjate!! La salida estaba justo delante de donde aparcaste!!» Y no lo dice de modo sardónico ni crítico. Lo dice con el entusiasmo de quien ha encontrado una perla negra en el fondo del mar.

Hicimos la compra y, al pagar, 80 eurazos medio carro. Le comento a mi aún marido que debemos mirar otros sitios donde comprar  y él, con el entusiasmo de quien ya ha pasado la enfermedad que ahora me atenaza, me lleva cerca del cole de mi hijo donde han abierto un supermercado nuevo. «Bonito y sin mucha gente» me dice, algo fundamental para los habitantes de su planeta. Al salir del coche, noto el frío y la humedad propios de la zona, y me recuerdo que estoy enferma y que, cuando me dijo de ir, debí decir no. Da igual!! Será un momentito! Tampoco noto frío. Bendita menopausia!

Entramos, y descubro que, en esa cadena de supermercados donde yo trabajé, se sigue utilizando el que un solo empleado se encargue de la caja mientras los otros, o el otro, coloca mercancía. Aunque la cola de clientes llegue a Tegucigalpa, y me entusiasmó el recordar lo mucho que me curré salir del bip bip bip de la caja registradora. Me vienen los recuerdos de cuando el uniforme era una falda y una camisa y yo, que había dejado de fumar y que solía cenar un ñu, me cogí tanto peso que se me rompió la cremallera de la falda. Ahí aprendí a coser una cremallera nueva, sudando tinta china para llegar a tiempo al curro. Soy una autodidacta a golpe de situaciones de mierda.

En aquellos tiempos yo era una persona que iba muy a lo mío, que no me importaban los problemas ajenos porque ya tenía con los míos propios  y solo pensaba en cómo salir del atolladero. Ahora, a mis 55, veo un video de un señor enfermo de Alzheimer que reconoce a su mujer y lloro cual Magdalena. Lo que son las cosas!!

Durante el trayecto de vuelta le hice un par de preguntas a mi hijo y decidió no contestar. Luego,  cuando se le pasó lo que tenía, me pidió un beso, y cual bruja malvada, susurrando en su oído, le dije que no daba besos a quien decide no contestarme. Luego vinieron los «perdona» y los «vale» y nos dimos un abrazo. Y así llegamos a casa. A mi hogar. A Avatar.

, , ,

Deja un comentario