Ayer vine a la casa del sur de la isla y, por la noche, me dolía el cuerpo a morir. Pasé una noche toledana, y, cuando sumé los síntomas, creo que tengo covid. Mi primer covid desde que apareció la enfermedad. Lo cierto y verdad es que, cuando me pongo enferma lo hago con ganas. De acostarme. Y aquí estoy, dándome un panzón de dormir.
He dejado de ser madre, porque no puedo ni moverme y estoy más tranquila que el carajo. A veces pienso que deseo algo como esto para que no tener que seguir rutinas, para colgar el mandil de madre. Centrarme en ponerme bien. Solamente. Y es hasta placentero. Ahora han salido a buscar a su padre porque mi hija intuye que está sentado en un sitio, merendando, sin invitarlos. Mi marido sí que sabe. Él sí que desconecta on de la marcha. Sí que se toma esas libertades. Solo que la hija le ha salido más lista. Espero y deseo que los invite y que, el rollo de que te caiga la paternidad por sorpresa no lo lleve a dejar que miren mientras él come. Él es así. Él tiene perfectamente separado todas las cuestiones de su vida. Amistades. Familia. Trabajo…todo en casilleros separados. Y no le gusta que se mezclen. Eso sí, sus amigos me mandan mensajes de móvil porque él no tiene y eso no le importa que me importe. No me digan que no se pone nivel máster! El puto amo!
Yo quisiera ser así pero no. Me fui a comer con antiguos compañeros, por lo de las comidas de Navidad, y salí del restaurante, me fui a buscar al niño y me di tres viajes de mi casa a la terapia. Podía habérselo encargado a mi hija? Si. Pero el niño decidí tenerlo yo, y mientras pueda ellos serán el centro sobre el que gira el eje de mi vida.
Me acabo de tomar un paracetamol porque siento como si me mordieran el costado. Con la medicina, la querida medicina, uno lleva estas cosas mucho mejor que sin ella. En fin, no voy a recordar a las primeras personas que fallecieron a causa de la enfermedad, solos, como estuvo a punto de morir mi madre. Nadie debería morir solo. Debería haber alguien sujetando su mano y diciéndole deseándole buen viaje eterno. Y así debió ser siempre.
¿Qué acontecimientos positivos han sucedido en tu vida durante el año pasado?
Lo positivo de este año, lo que más, lo que quedará para la historia familiar es la cancelación de la hipoteca. No terminar de pagarla y ya. No. Ir al notario a buscar tus escrituras y luego llevarlas al Registro de la Propiedad para que anoten que la casa se puede vender, se puede heredar, sin carga alguna. Hay gente que se lo deja a sus herederos. Yo preferí hacerlo y dejar menos burocracia a los chicos. Y fue un alegrón salir del Registro con tu nota simple y con un alivio en el alma de saber que conseguiste llegar viva hasta ese momento. Y sentí cerrada una etapa.
Luego nos fuimos de viaje una semana a ver a la familia. Me hice tres horas de viaje para no ver ninguna cosa ni hacer turismo. Quise dedicarme a estar en un sitio y a disfrutar de mis hermanos y de mi sobrina. Volví con las pilas cargadas y llena de energía y no sé si antes o después del viaje, me examiné por promoción interna y aprobé. Otra etapa cerrada en un combo de dos por uno. No he tomado posesión aún porque el Ministerio donde trabajo es la hermana pobre de la Administración. Según me dijeron esta semana, no sería de extrañar en que me pusiera hasta finales del año que viene para conseguirlo. No importa. Voy a dejar que todo fluya. Sin prisas.
Luego hicimos otro viaje a una isla que mis hijos no conocían. Y fue un éxito total. Claro! Es una isla preciosa llena de cosas que ver. Caras, pero que se quedan en tu retina para siempre. Yo la conocía porque, cuando terminé bachiller la visité y la elegí como sitio donde jubilarme. Luego volví a reencontrala en mi viaje de luna de miel. Y esa es otra. Dentro de unos días haremos las bodas de plata y a mí me parece que fue ayer que entré vestida de novia a casarme, sin saber cómo irían las cosas. Sin pensar que en un parpadeo pasarían 25 años y, eso, más dos hijos después han dado como resultado el vivir en Avatar.
Creo que este año ha sido el que ha marcado un antes y un después con mi familia. Entendiendo que vivo con personas singulares que, a veces, me llenan de estrés, pero de los que recibo mucho cariño. Esta mañana mi hijo se despertó a las 6 y media. Si a eso le unimos que yo, por la premenopausia me dormí a la una, dan como resultado que tengo un sueño terrible. Le dije que podía levantarse y ponerse el desayuno y me contestó que no. Que se iba a quedar «muy quietito junto a mi». Tras estar media hora asumiendo que él lo de estar quietito lo entiende pero su cerebro no, decidí abrazarlo y darle los buenos días para luego arrastrarme hasta la cocina. Y me puse a preparar las cosas mientras él me tiraba besos desde el salón. Y decidí pasar esa etapa. La etapa de estar presente en esta fría mañana. Cuidando de los míos. Viviendo en Avatar.
Hoy he decidido explicar, aunque no sé si lo consiga, porqué vivir en Avatar me resulta tan estresante. Mis fines de semana siempre comienzan pegados a la lavadora. Mi hija puede poner, perfectamente, hasta tres veces en una semana, una chaqueta, por ejemplo. Tiene problema con los olores. Según ella, la prenda huele a sudor, que no, pero ella lo percibe como si viviéramos junto a un contenedor de basura. A lo bestia. Claro, yo intento bajar la montaña de ropa, pero ella rellena la cesta a mayor velocidad. Cada fin de semana pongo lavadoras por encima de mis posibilidades, y, cuando no lo hago, cuando me voy a la casa del sur, me lleno de mal humor sólo de pensar lo que me espera a la vuelta.
Seguimos con el tema de la salud. Ambos tienen anemia porque mis dos retoños son muy aficionados a comer siempre lo mismo. Les encanta vivir en un bucle infinito a la hora de la cena, pero los análisis les dice que deberían añadir otros alimentos. Difícil. Sobre todo con el niño. Ella no tuerce el gesto ya como él. Es más flexible en lo que alimentos se refiere. Con él tropiezas en un muro bien fuerte. Te dice la pediatra que lo intentes. Yo la miro y le digo que sí, mientras pienso que qué cojones cree que hago todos los días de mi vida. Ayer salí a la farmacia y volví cargada de cosas para ambos. Pues bien, esta mañana me he pegado más de media hora preparándole un zumo, dándole la medicación para la alergia, metiendo nuestras placas de descanso a lavar en un aparatito que me compré en Aliexprés y que recomiendo una barbaridad, por solo diez euros…cuando he acabado con él, he pensado que mañana que hay cole me voy a ver bastante justa siquiera para tomar un café porque tengo que llegar a tiempo a la parada del bus escolar y luego entrar al trabajo, a la carrera, para cumplir con el horario flexible del que dispongo por ser madre de un niño de once años. Cuando cumpla los catorce, lo extenderé porque ambos tienen una discapacidad que roza el cincuenta por ciento. Pero ya cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él.
Total, que varias lavadoras después, se preparan mi marido y mi hija a hacer de comer. Yo procuro ir lavando los cacharros por tandas y, cuando acabo de comer, utilizan veinte mil cosas para una chorrada, puede caer mi cabeza en el plato vacío y comenzar la siesta.
Por la tarde vamos a comprar. Otro coñazo. Estábamos yendo a un súper que no está dentro de ningún centro comercial, pero que está en el corazón mismo de varios barrios de gente que mira cada chavo que se gasta por eso de que no son gente que nade en la abundancia. Solo gente trabajadora. Lo cierto es, que, mi marido, por cosas de su trabajo, conocía a algunos usuarios del súper. Y, la verdad, resulta un poco corte verlo hablando con alguien a quien tú sabes que él no recuerda, o si, y entonces es capaz de llamarlo por su nombre y sus apellidos, mientras espera que acabe para decirle que si le apetece que esta semana le pille la leche sin lactosa. Además de saber de qué se conocen, conocimiento sin el cual yo podría vivir perfectamente.
Cuando nos subimos al coche, me dijo de ir a otro supermercado, y, casualidades de la vida, el día antes, al salir del gimnasio, me metí en uno que está justo al lado y que son de la misma cadena. Aquello era un remanso de paz. Sin rebumbio, sin ruidos fuertes, sin colas, sin el segurita siguiéndonos porque, por lo que sea nos ve cara de gente sospechosa, que es algo que nos suele ocurrir porque, cuando nos ves, no eres capaz de distinguir dónde está la diferencia, pero sí notarla. Y aquél hombre se metía, incluso, por la panadería y nos acechaba por detrás de las baldas, cosa que yo notaba pero el resto de mi familia no. Hasta que lo dije, y a mi marido no debió hacerle ninguna gracia. Claro! Máxime si sabes de qué pie cojean alguno de los usuarios! Le dije que porqué no íbamos al otro súper y estuvo de acuerdo. Más cerca, menos gente, aparcamiento súper amplio, cero colas…El único estrés es que se tienen que aprender el supermercado entero y eso les va a costar. Pero no les importa. Gana la tranquilidad por goleada.
En estas fiestas no puedo ir a ningún sitio con ellos a comprar. Así que toca planificar una yincana este mes sobre qué o cómo comprar los regalos de Navidad sin llamar la atención, con una huelga de transporte público, y sin idea de qué regalar al enano que se ha hecho fuerte en su mutismo y no suelta prenda. Ni escribe la carta porque no le gusta escribir. «Señor, dame paciencia!!» Encima y además, soy una especie de lóbulo frontal de los tres, y todos, por separado, me explican sus inquietudes de situaciones que viven en su vida diaria.Yo las mías se las explico a mi psicóloga. En este punto de escritura, ya he sido interrumpida cuatro veces por los dos. Mi hija me ha preguntado que qué hacemos nosotros, las personas normales, para darnos cuenta de equis cosas. Me ha faltado tiempo para explicarle que, lo que ella llama normal, no lo es en realidad. Y que no vuelva a decir que los que estamos frente a ella, los neurotípicos, somos la leche de todo lo puto más. Solo somos personas que, como ella, tratamos de sobrevivir al día a día. Pero sin las gafas de buzo mentales. Ni un olfato de perro cazador. Ni un oído que te permite oír todas las conversaciones a la misma vez. Sin discriminar. Pero con las mismas ganas de salir adelantes indemnes.
Vivir en Avatar, a mis 54, es un poco duro. Anoche se desveló el niño y, como un reloj suizo, me preguntó la hora a las 3:30, 4:30 y 5:30. A esas horas exactas. Antes me hubiera despertado con él y lo hubiera acompañado en su desvelo. Eso hacía con su hermana. Ya no tengo esa energía. Le di el mando de la tele, y en un tono agónico le rogué que no la pusiera a mucho volumen. Al cabo de un rato que no puedo precisar, estaba dormido. Luego se levantó a hacer pis, sobre las siete, y volvió a acurrucarse junto a mi y a quedarse dormido. Sorpresa mayúscula. Jamás había visto ese fenómeno. Siempre seguía el mismo ritual y me pedía el desayuno. Pero hoy le pesaban las horas sin dormir. Yo he dormido otro rato a su lado.
Me ha despertado mi hija. La he oído bajar las escaleras. Cuando vives con autistas, tu oído se hace finísimo porque, ellos se levantan, se van a un rincón de la casa, y allí se quedan, acurrucados. Mirando el infinito. Pensando. Echando de menos no vivir en el planeta que se merecen. Puede ocurrir que, buscándolos por la casa, al girar la esquina, te los encuentres y te lleves un susto cósmico. Por eso es importante ser como un sioux. Porque te evitas un infarto.
Total, que mi hija se ha levantado y ha empezado a hablarme de oposiciones, de tests, de la vida, de su vida, mientras yo suplicaba que no se parase al hablar y acabara de poner la cafetera. Necesito mucha cafeína. No he acompañado a su hermano en su vigilia, pero que me haya despertado, viva hacerse mayor! ha pesado en cómo me arrastro por la casa.
He oído una voz detrás de mi: «hoy no hay churros. Está lloviendo!» Eso mi marido. Otro gato sigiloso. Me ha dado un buen susto. Cómo no!
Total, que ha salido el sol, se han vestido y han salido a desayunar a la gasolinera que está a la entrada del pueblo.
Me he quedado sola, disfrutando del olor a tierra mojada del jardín, escribiendo. Y entonces caigo en la cuenta que aquí es mi lugar favorito. Donde está mi familia. Donde me acurruco con mi hijo y me vuelvo a dormir. Donde oigo a mi hija hablar. Me da igual de qué. Hace algunos años, verla como está hoy me hubiera parecido un milagro! Me gustan los lugares donde mi marido, sin un buenos días me habla de su interés. Esta vez, churros. Le he dicho que le pida al niño chocolate. Ha flipado con ese conocimiento que tengo del mundo, mientras yo me sonrío para mis adentros. No sabía que vendían churros. Ya ves, soy tu guía Michelín, le he dicho con sorna.
Ahora me levantaré de aquí y me pondré a limpiar cada rincón de esta casa. Para poder seguir haciendo recuerdos. Como los de hoy mismo!
Qué es lo más caro que te has comprado (sin incluir la casa o el coche).
Nunca he podido permitirme un lujo. Cuando eres madre de dos chicos autistas y empiezas a priorizar, encuentras que la vida puede ser maravillosa porque puedes pagarles la terapia, los estudios y comer. Lo de las facturas…Bueno! Esas te dejaban la cuenta en números rojos y no pasaba nada. Calculaba siempre que seguiría trabajando en el sitio donde estaba destinada y, como me renovaban cada tres meses, tampoco me echaba a la boca algo que no pudiera pagar si me paraban.
Hasta hace bien poco, la vida ha sido eso. Mirar que pudiera pagar tal o cual cosa y pagarlo a base de reunir todos los meses una cantidad.
Me he gastado mucho dinero en las oposiciones. He debido estar en todas las academias y preparadores de la isla. Excepto con una que me quedaba a tomar mucho por saco, todos me conocen. He preparado con magistrados, con secretarias coordinadoras, con letrad@s de la administración de justicia, con funcionarios, con gente que daba clase como si fueran funcionarios y que aún eran interinos…Si a mi me diera el punto de poner los apuntes que he pagado, por poner un ejemplo, en mi piso, no dudo ni por un segundo que acabaríamos, mi marido, mis hijos y yo en el garaje al hundirse el suelo con el peso. Fueron 20 años en los que conseguí lo que quería ya más por pundonor que porque yo realmente pensara que podía sacar aquello. Cuando dijeron que era concurso oposición, me subí a ese tren, y conseguí llegar victoriosa a la estación. Aún recuerdo la cara de tristeza de mi madre cuando me dijeron que el examen sería en abril, el 17 concretamente, y allí estábamos, ella y yo, en el hospital. Yo cuidando de ella y, la pobre mujer, se viene a entristecer por causa de un examen! Recuerdo que le dije que eso no tenía ninguna importancia, y recuerdo que, una vez que ella se fue, decidí no presentarme. Hasta que se lo dije a mi marido y él, a fuerza de apelar a la amistad, porque siempre subíamos en el coche a dos amigas mías, me convenció de presentarme aunque solo fuera para ver qué tal el examen. Aprobé!
Otra cosa en la que he gastado un montón de dinero ha sido en entender el autismo. Cursos, congresos, y cualquier otra actividad que tuviera que ver con ello, han sido mi brújula. Ya he dicho muchas veces que mi madre me decía que era el dinero mejor empleado. El que servía para entender y para manejar las situaciones que se plantean en mi casa, en mi día a día. Ayer, sin ir más lejos, fui a una nueva peluquería con mi hijo. En la otra a la que vamos, a la que van toda la juventud del barrio más marginal de la capital, que está justo al lado de mi casa y de mi trabajo, va a cortarse el pelo allí. Nos dio hora para el 27 de noviembre!! Mi hijo ya parece un Beatle! Pues eso, que voy al señor que le corta el pelo a mi hija y le pido hora para el crío. Antes de irme le digo que no quiero rapadoras ni secadores porque el niño es autista. El hombre me pone la sonrisa más tensa de la historia. Taladra a mi hijo con la mirada a ver si tiene pinta de formar algún pifostio en su negocio. Mientras él va haciendo esos cálculos, yo lo miro fijamente. Para ver si el resultado, reflejado en su rostro será negativo o positivo. Fue positivo. Al salir, mi hijo me pregunta que qué significa ser autista. Respiro profundamente, y calculo qué voy a decirle. Hay que ir con pies de plomo. Que no se quede con la sensación, cuando he terminado de hablar, que, ni por un momento, piense que ser autista significa ser inferior a nadie. Él me contesta que alguien le ha dicho que ser autista es ser guapo. Ha debido ser su hermana! Me sonrío y le digo: «Eso, cariño, sin ninguna duda!» Y nos fuimos a casa. A descansar de todas las carreras de la semana. A vivir en Avatar. Hasta el lunes!
Hace unos años, hubiera enumerado aquí páginas y páginas que solía visitar para sacar información sobre el autismo y sobre el tdah. Aún hoy día, visito alguna, como es el caso de autismo diario, porque Daniel Comín, que es quien la lleva, es más intenso que un perfume de Lancôme, pero es un tío que cuenta un montón de verdades sobre los engañifes que existen en este tipo de temas. Estafadores hay por ahí una barbaridad! Gente que te dice que tus hijos deben llevar determinada alimentación y que con ello mejorarán, ojo! eso ocurre solo en casos en que la persona autista tiene alguna intolerancia desconocida alimentaria. Que le pongas determinadas lavativas con determinados productos que ya verás que bien…y, cuando vas a la web de Daniel te dice lo que tienes que oir. A lo mejor no en un tono correcto, ya digo que es más intenso que el carajo, pero sí con evidencia científica. Y eso amigos, es algo indiscutible.
Recuerdo el día que lo conocí. Me fui a una charla suya en a tomar por saco en esta isla solo para escucharlo. Como una fan loca. Pues bien, en uno de los descansos, como buena fan loca, me acerqué a tantear el asunto de mi hija, que por aquél entonces, a algunos profesionales, solo les faltó decirme que la niña era de Marte.Es decir,estaba absolutamente perdida y quería respuestas. Y respuestas ya. No cuando la niña fuera mayor. Total, que le explico lo que hace la cría y bla bla y me suelta: «No sé qué problema hay en decirte desde ya que tu hija es autista». Me quedé con cara de tonta y luego me reí. Era la primera persona que era honesta conmigo y en ese momento se lo agradecí. Y siguió: «Yo creo que la niña va a salir adelante, porque por lo que cuentas solo, tiene un buen pronóstico. Eso sí, procura formarte para poder ayudarla porque así, como vas hoy, eres la víctima perfecta de cantamañanas». Y eso hice. Hasta hoy. He hecho formaciones en su web, en el año 2020 concretamente, que no dan titulación pero sirven para obtener conocimientos. Y eso es lo importante. Por lo menos cuando eres madre o padre. Cuando eres un profesional que necesita inflar su currículum no.
Otra web que visito mucho es esta misma. Quién me lo iba a decir! Mi hermana me dijo muchas veces que me abriera un blog y que escribiera y que ya vería yo que bien…Pero me costaba muchísimo contar nada que fuera mío. Sé lo vulnerable que te vuelves cuando eso sucede. Lo que no sabía era que, con esto de escribir, iba a poner en claro situaciones y malos entendidos que han habido en mi vida a lo largo de 19 años. He ido muy deprisa, he estado muy pendiente de mi hija, y he descuidado a otra gente a la que quiero. A mis hermanos, por ejemplo. Luego llegó el enano, no sé porqué le llamo enano si está tan alto como yo, y entonces todo se difuminó y solo tuve ojos para ambos. He descuidado incluso amistades, y me he visto más sola que la una, con una ansiedad a mil por horas, una depresión de caballo, que me empujaron finalmente a pedir ayuda terapéutica. Ahí llevo desde el 2020. Contando mis cosas a Elena, que así se llama mi psicóloga, encajando piezas, tejiendo, reconstruyendo la persona que fui y a la que había olvidado. Se puede uno mirar al espejo y no reconocerse en absoluto. Y eso me pasó a mi. Hasta ahora, que empiezo a ser la persona que fui.
¿Hay alguna edad o año de tu vida que te gustaría volver a vivir?
Si hay un año que me encantaría volver a revivir sería el año 2020. Algunos pensarán, «pero qué dice la loca esta??» «Qué se tomó??»
El año ese fue para mi un año de aprendizaje total. Cuando llegó el confinamiento, me di cuenta de qué y cómo estaba mi hijo. El ver a qué nivel estaban sus conocimientos de algunas asignaturas me llenó de horror, y eso que soy una madre que, quizás está demasiado encima de sus hijos, pero también soy mayor y, como todo ser humano de mediana edad, cometo errores y tengo despistes garrafales.
Lo bueno es que, sin necesidad de trasladarme a ningún sitio, conseguí que lo valoraran, primero online, y, cuando pudimos salir, presencial. Y ahí sí que se detectó lo que yo ya estaba viendo en casa. Que tenía un tdah que lo imposibilitaba para estar medianamente concentrado en ninguna actividad. Menos ver dibujos animados. Saltando eso sí. Con Bob Esponja de fondo. Así estudiaba yo para las oposiciones. Preparando el exámen en la cocina mientras lo veía a él en el salón, saltando y agitando sus manos. Muchas veces lo vi que las movía tan rápidamente que, me acercaba a él riendo y le decía que era como un colibrí, y, como él no sabía qué era eso, se lo enseñé con don Google en el móvil. Le gustó lo que vio y a mi me gustó estar con él y compartir mis días, esos días tan raros en los que solo podías salir a comprar, con mis hijos en casa.
Luego llegó mi cumpleaños. Mi cincuenta cumpleaños. Y, yo, que pensaba vivir el momento de manera épica, me tuve que conformar con hacerlo con mi madre. Solamente. Vamos!! Conformar es solo una manera de hablar! Ese mes que estuve con ella a solas fue el mejor mes de mi vida. Recuerdo aún el día en que me dio migraña y ella me puso un paquete de guisantes en la cabeza. Mientras descansaba de aquella manera ridícula, la oigo subir las escaleras de su casa corriendo, para decirme muy contenta que su marido había decidido no coger el avión para estar juntos. Ella estaba feliz y yo también. Iba a poder vivir unas vacaciones sin interrupciones. Sin tener que compartirla con nadie. Disfrutar de nuestras conversaciones, de nuestras confidencias.
Cuando se acabó el mes y cada una debió volver con su rutina, nos separamos con las pilas cargadas. Esa fuerza que ella me dio en aquél momento me sirvió para luego despedirla en un adiós definitivo al año siguiente. También me ha servido para todo lo que vino después de su marcha.
Me hubiera encantado que estuviera conmigo en estos momentos difíciles que he pasado. Saberme engañada, vulnerada mi seguridad…me ha hecho sentir con ganas de no salir de casa. Pero he pensado qué habría dicho mi madre y, con ello, he tirado para adelante. Con mucho gusto, volvería al momento justo en que nos vimos después de estar confinados y me preguntó que cómo nos saludábamos. Yo le contesté con un abrazo apretado y un beso milenario. Si tuviera que volver a algún día concreto sería ese. Y me quedaría ahí. En ese beso. En ese abrazo.❤
De lo que más orgullosa estoy en mi vida es de lo bien que está la vida de mi hija en estos momentos, a pesar de que aún tiene que buscar trabajo. No me importa. Puedo sentirme muy orgullosa de ella siempre y en todo momento.
Pensar que, cuando era pequeña, no hablaba absolutamente nada, que tuvimos que enseñarla a señalar, que tuvimos que quitarle el pañal a fuerza de calendarios, papeles y cruces, y ahora me dice, «la semana que viene damos los actos de comunicación» en las clases a las que va a preparar las oposiciones, cuando eso sucede, soy la mujer más feliz y orgullosa del planeta Tierra.
Con el niño, bueno, aún vamos en el camino. Este principio de curso le hemos quitado la medicación porque creemos que su tdah está más controlado. Tal vez me equivoque pero, teniendo en cuenta que, cuando fui al neurólogo me mandó unas pastillas de caballo para él, porque lo que tomaba no funcionaba, y haber conseguido que no las necesitase finalmente, pues también es algo de lo que vanagloriarme (nunca nombro a mi marido, pero para él, el camino recorrido es un motivo de orgullo y satisfacción a partes iguales).
Ayer se me puso delante, mientras compraba y lidiaba con el ruido que provenía del centro comercial donde estábamos, una madre que conocí en el primer gabinete al que fuimos. Era de este tipo de mujeres que te habla mucho de su hijo, de todo lo que el niño hacía bien, pero que daba muy pocas pistas, o ninguna de qué le pasaba a su hijo. Es de estas personas que tengo en mis contactos telefónicos, por insistencia de ella misma, que mira mis estados, pero que jamás me dice ni un por ahí te pudras. Total, que nos saludamos y, como siempre, a mi me dio una verborrea de estas que utilizo para llenar los silencios incómodos. Canté loas en honor a mi hija, dije versos en torno a la vida de mi hijo…y ya no supe qué más explicar. Para mi sorpresa, pues como digo, me reconoció que mira mis estados de móvil, me dijo que me daba la enhorabuenísima por haber conseguido, no solo sacar a los chicos adelante, sino también mi vida. Según ella, hasta el bachiller de su hijo, estuvo estudiando con él o ayudándolo en los estudios, y con ello había cortado sus alas vitales. Su hijo nos miraba a ambas como si no entendiera nada de nada. Y yo quise hacerle un diagnóstico sobre la marcha y luego pensé que, ni era asunto mío, ni no ha sido nunca porque como digo, su madre jamás me dijo otra cosa sino que el chaval era la monda lironda. Como si fuera a terapia por insistencia de las propias psicólogas. Ella es de esas madres que no hacen el duelo nunca.
Me quedé pensando en qué iba a hacer ahora que su hijo iba a la universidad, está haciendo un grado de informática, me dijo, cosa que no tengo idea de qué es, o a qué equivale. Qué hace uno cuando se ha pegado 17 años de su vida junto a su hijo, para que no se saliera del camino? Ella debió notar mi pregunta en la cara y me dijo que podía sentirme orgullosa de haber conseguido no solo cosas para los demás sino que no había sacrificado a mi persona. «Y encima, con dos!» me dijo.
Yo no sé si tengo que sentirme orgullosa o descojonarme viva porque aprobé las oposiciones con 51 añazos, promoción interna con 54 y, como todo siga ese ritmo, llegaré a gestión a tiempo para jubilarme. Pero de lo que hemos conseguido con nuestros hijos si. Quien anda caminando por esa vereda por la que transitamos mi marido y yo hace 19 años, y va por el principio, esto es, a oscuras y con una linterna de medio pelo, sabe que alcanzar ciertas metas, algunas tan fundamentales como que tu hijo o hija te diga un «me duele aquí», es algo que requiere de un esfuerzo titánico, y que, a pesar de todo, a pesar de sudar la camiseta en cada uno de los pasos que da, puede que no de el resultado esperado y debas escoger otro camino. Más largo. Más penoso. Pero esto es así. Ensayo-error. Una y otra vez. Hasta que das con la tecla.
Si hay alguien que lea esto alguna vez, solo quiero decirte que, aunque las cosas se te pongan del color de las hormigas, aunque debas renunciar y hacer un duelo del hijo o de la hija que imaginaste que ibas a tener y que no tendrás jamás, no todo es de color tristeza. Hay un montón de alegrías, metas alcanzadas, logros desactivados, gente bonita a la que conocerás andando el mismo camino que tú, y en la que podrás cobijarte cuando arrecie el temporal y te sientas profundamente desamparad@. Mucha fuerza! Recuerda que hay quienes vivimos en Avatar y hemos conseguido ser profundamente felices.
Cuéntanos algo que te gustaría intentar por primera vez.
Me gustaría intentar, por primera vez, hacer submarinismo con botella. Hace más años que un bosque, veía los documentales de Jacques Cousteu, no sé si lo haya escrito bien, y con ese señor descubrí que había un mundo submarino que era apasionante. Él lo llamaba cruel en ocasiones, cuando tal especie se comía a otra o qué se yo, pero entendía yo, ya de pequeña, que eso solo se hacía para crear un documental más atractivo. Ya saben, a la naturaleza siempre se le ha puesto adjetivos humanos. Cruel, despiadada, así si, nosotros hacemos lo mismo, nos equiparamos con ella y nos sentirnos menos basura. Si había que hablar de mundo cruel, ya sabía yo de nadar entre tiburones, pero con piernas, peligrosísimos. Dónde va a parar! El tiburón blanco, ante ellos, quedaría en ridículo!
Mi marido podría ser instructor y, si le diera la gana, me enseñaría. Bueno, en realidad, si le diera la gana, y nos tomáramos unas mañanas libres sin hijos. Difícil. Pudimos hacerlo antes de los niños, pero llenamos nuestras vidas de tonterías divertidas con la sola idea de pasar el rato. Nada de aprender ni actividades didácticas, no. Eso llegó después, cuando tener un hijo no cuadraba con ninguna de los libros ni manuales que leíamos.
Ahora que hemos visitado la isla situada frente a la nuestra, que allí los peces se mean en los pescadores porque la isla entera está protegida, he pensado que, solo por eso, por lo protegida que se encuentra, el fondo marino debe ser todo un espectáculo. Pero me he tenido que limitar a verlo desde el barco que nos llevó o desde la orilla del mar porque casi hasta ese lugar llegaba la naturaleza.
Me tuve que conformar con sentarme en la toalla y vigilar a mis hijos desde ella. «No te alejes, no pases por ahí, mira los cangrejitos, esto se mira pero no se toca que te multan…» y así se nos hizo la hora de volver en el ferry.
Cuando yo era pequeña, cuando me sentaba a ver los documentales, veía a ese señor, mayor, que debía tener mi edad actual o menos, flanqueado por un grupo de hombres que lo acompañaban con lealtad, con todo el amor a la profesión, a los que te daban ganas de unirte, a vivir esas mismas aventuras que te mostraban en el televisor.
Con estas vacaciones he vuelto mucho a mi infancia, a recordar cosas, a mi viaje de novios, a respetar, aún más si cabe, el entorno. La naturaleza. A ser consciente del legado que vamos a dejar y, de lo que pasará si seguimos esquilmando. Me siento como Jacques, moviendo las aletas mientras observo. Y siento miedo y pena.
Lo más importante en mi vida, el principio que la ha definido siempre es, el de ser honesta. Ir de frente me ha dado muchos problemas pero también ha dado como resultado un vínculo con mis amistades y con mi familia muy importante. No soy persona de mentir. Soy franca pero digo las cosas con tacto. Ser sincera no me da derecho a decir las cosas de cualquier manera. No. Ese no es, ni nunca ha sido el plan.
En mi estado de WhatsApp tengo por frase: «mis hijos, mi fuerza». Otro de los principios que guían mi vida. Jamás he dejado de levantarme de la cama, por muy negras que se pusieran las cosas, si eso implicaba descuidar mi maternidad. Ellos no tienen culpa de necesitarme como traductora de un mundo que ellos no acaban de entender. De cicerone. Aquí un humano, aquí un imbécil, aquí un sitio que cuidar…
Otro de los motores de mi vida ha sido, de un tiempo hasta esta parte, demostrar todo el amor que siento por la gente que quiero. Llevaba yo un montón de años tan herida, me habían dado tanto para el pelo, que procuraba no acercarme a personas en mi vida que no tenían ninguna culpa de mi pasado. Como mis hermanos, por ejemplo. Siempre girando en un círculo concéntrico amplio, como un satélite, sin tocar.
Ahora las cosas son distintas. Me gusta decir «te quiero» a la gente que está en mi corazón. Demostrarles que pueden contar conmigo aunque en ocasiones esté enredada en las situaciones más extrañas en este Avatar en el que vivo.
Llevamos tres días de viaje y estoy notando que mi hija tiene un montón de dificultades para entender lo que queremos decir de una vez. Hay que repetirle las cosas y está resultando un pelín difícil conectar con ella y no caer agotada en la cama. Pero estas son las cosas que hacen de gasolina para que el motor de mi vida funcione. No hay cosa que desee más que mis hijos, en algún momento de sus vidas, no me necesiten para nada. Que un día me digan: «no mamá, no hace falta». Entonces yo seguiré mi camino, disfrutando de su independencia y del deber cumplido. Y seguiré caminando. Y viviendo. Supongo que hasta que la vida misma quiera!
Esta es una foto de ayer, y esa es la imagen de mi hija recogiendo conchas. La persona que me hizo entender que vivía en Avatar. La persona más maravillosa del universo ❤️