Dinos algo que creas que todo el mundo debería saber.
Se debe saber que, la vida, esa que creemos larga y fructífera, puede no serlo tanto. Que no debemos amargarnos por cosas que no tienen remedio. Que, hay gente a la que consideras amiga capaz de venderte por treinta monedas de plata y, gente que, sin tú pretenderlo, se convierten en una forma de salvavidas que no puedes creer si quiera, que eso pueda ser cierto. Cuya generosidad se ofrece acompañada por la frase: «porque sí!» Alucino mucho cuando, alguien que te conoce de anteayer, te ofrece una cama, un plato, su tiempo…
Se debe saber que puedes pasar sin un montón de cosas que consideras imprescindibles, mientras vas posponiendo algo tan fundamental como tu salud.
Hoy nos ha dicho nuestro jefe que, la tan temida palabra cáncer ha vuelto a su vida y, mientras lo miraba, conseguía visualizar todo aquello que él daría por recobrar su salud y morir de viejito. De la mano de sus hijas. Puede que eso suceda! No hay porqué ponerse en lo peor! Pero eso sí, no nos creamos la última coca-cola del desierto. La salud es lo que mueve todo en la vida. Tanto es así, que, si ella falla, viviremos algo que es muy democrático. Morir. Lo único que toca a todos por igual. Seamos felices! El ratito que vamos a estar aquí, lo merece!
Ser un niño de espíritu es mirar al mundo con ojos limpios y claros. Con ojos curiosos. Reír ante cualquier situación por poco graciosa que esta sea. Para eso los críos tienen la virtud de sacar lo mejor de lo peor. Y hacerlo con ganas.
Tener un espíritu de niño es tirarte en el suelo con él, a jugar a lo que le apetezca, disfrutando de ese rato sin pensar en nada más. Ni siquiera comer.
Es revivir tu infancia cada día. No añorarla. Sentirla aún en tu piel.
Es creer aún en la magia, en duendes y hadas, en la humanidad misma. No pensar que el que tienes en frente no es más que un sinvergüenza sino darle el beneficio de la duda. O mejor, un voto de confianza que es algo que, con el paso de los años se convierte en cinismo y suspicacias por las huellas que la vida ha ido dejando en nuestro ADN.
Cuánto me gustaría volver a ser niña! Aquella que, con sus coletas y sus botas ortopédicas era capaz de saltar el tramo de diez peldaños de escalera, hasta la puerta de la casa de su abuela, casi sin sujetarme y sin romperme la cabeza. La que esperaba con ilusión la noche de Reyes o al Ratoncito Pérez. La misma que se emocionaba cuando era su cumpleaños, la que, durante un minúsculo intervalo de tiempo pensó que la vida era sólo eso. Vivir y disfrutar.
Ahora deberíamos todos hacer lo mismo. Vivir y disfrutar. Antes de que la vida nos saque tarjeta roja y pasemos por el túnel de vestuarios lamentando no haber aprovechado más. O jugado más!
Es una niña que ya está entrando con fuerza en la adolescencia, y digo con fuerza, porque, teniendo la misma edad que mi enano no tienen el uno y la otra nada que ver. El es un niño inmaduro que aún no sabe qué quiere, que desea su cuerpo serrano. Para él peinarse consiste en darse para un lado con el cepillo al flequillo y se acabó. Mi sobrina es una chavala ya con criterio, con su poquito de gusto para vestirse y peinarse. Independiente en un montón de historia. Nada que ver con mi hijo. Bueno, si! El amor que se profesan. No solo está encantada siempre de coincidir con el primo, sino con mi hija que, mentalmente, para algunas cosas no quiere dejar su infancia. En algunas cosas ha quedado anclada a ese tiempo fruto de no haberla exprimido como se debe. También es verdad, que la suya fue una infancia triste, sin juegos, intentando superar las dificultades que lo que la rodeaban le ponía y eso, amigos, es la excusa perfecta para actualmente jugar con peluches con su hermano. Me enrollo. Vuelvo a la descripción.
La niña es como las princesas de cuento pero sin la sosería de algunas. Tiene unos ojos azules enormes a la que acompaña una sonrisa brillante enmarcado todo en un rostro ovalado, y, con una piel, como dirían algunos carcas, hecha como de nieve.
Tiene mucho sentido del humor y una toma a tierra, a la realidad, muy heredada de su padre. Me ha explicado su madre de qué va a ir disfrazada en Halloween y, mientras algunas chavalas a su edad quieren ir guapas a la par que, con un pelín demasiada piel a la vista (ya he dicho arriba que soy una carca. Si. Lo soy para algunas cosas) ella va a hacerlo con uno de esos disfraces que pareciera que llevaras una persona o un animal encima y, donde te cuesta distinguir dónde acaba el disfraz y dónde empieza la niña. Me la puedo imaginar riéndose, con esa risa escandalosa que tiene, con el grupo de amigos del cole.
Es una chiquilla madura y sensata a la que le ha tocado lidiar con una separación temporal de sus padres y con una enfermedad de su madre. Me invitó, o mejor dicho, nos invitó a su comunión, y yo, que era la que pensaba darse el atracón de avión en un fin de semana, no pude coger el vuelo. Me puse mala. Mala nivel que casi era incapaz de levantarme de la cama. Tan enferma estuve que pensé que había pillado el covid. Pero no. Era una faringitis galopante. Solo tengo las fotos de recuerdo, las que mi hermana me mandó mientras yo agonizaba literalmente en mi cama sin poderme ni girar.
Durante todos estos años, once concretamente, hemos creado un nexo, un lazo fuerte e invisible de amor entre nosotros y ella. Tanto es así que, hasta mi marido, ese hombre al que no le importa nada si hay comida delante, es de los que reclaman verla aunque solo sea un día. Una vez. «Lo buena que esta niña y lo mucho que quiere a sus primos!!» Esa es la frase más repetida por él cuando nos reunimos. Y es cierto. Cuando mi familia se reúne toda en cualquier sitio, mientras veo a los chicos jugar y reirse, puedo sentir el amor subiendo por mis piernas hasta llegar al corazón. Y ahí se queda toda esa energía hasta la próxima vez que nos encontramos. Y así debe ser siempre.
¿Cuál es tu forma favorita de hacer ejercicio físico?
Me he dado cuenta, en este pasar de semanas que hace que escribo en este blog, que, de las cosas que no me interesan o son un bah para mi, comienzo el título en minúsculas. Cuando no es así, le doy al bloque de mayúsculas como si no hubiera un mañana.
Me gusta hacer ejercicio? He dicho mil veces que no. Lo hago por salud únicamente. Siempre pongo una preciosa excusa entre el gimnasio y yo. Hoy, por ejemplo, cuando acabe aquí, buscaré algo peregrino que me impida ir a la piscina a nadar un rato. A pesar de que me he enterado de que voy a estar sin ella dos años porque pide una reforma ella y el resto del recinto hace ya un montón de años. Tal vez vaya. Los astros están siendo favorables! Hace sol, a pesar de que ha llovido, y se ha quedado una mañana preciosa de paseo.
Esta semana no he ido ningún día al gimnasio. Han intentado estafarme de manera telefónica, dos artistas que sabían qué compañía de teléfonos era la mía y cual mi banco. No me han robado porque la tecnología misma se lo ha impedido. El mal cuerpo que se me quedó cuando mi banco, el de verdad, me llamó para decirme que había sido engañada como una china, ha sido de órdago. Me he sentido igual que cuando se abusa de tí. Cuando sufres una agresión. No solo te sabes vulnerable, te sientes culpable porque crees que, con tus propios actos estás en esta situación, y, aunque en tu cabeza haya un señor bajito con un traje de lentejuelas intentando hacerse notar para decirte que no es cierto eso que piensas, tu mente lo boicotea y no le permite decir una palabra.
Encima, he recibido la llamada de ambos una vez más. Con la misma desfachatez que los agresores. «Yo? Pero qué dices!! Soy súper inocente y tú te lo estás inventando todo!»
Vamos, que me he quedado para sopas. He tenido que formatear mi escacharrado teléfono y no sé si superará que le hayan borrado toda la memoria. Menos las fotos y algunos chats, me he quedado sin recuerdos. Tenía la voz de mi madre en un mensaje que, cuando estaba muy triste, lo oía y con él me animaba. Se fueron todos en el formateo. Pero lo peor no es eso. Lo peor es sentirte vulnerable, idiota. Luego todo el mundo te dice lo que podrías haber hecho. Lo que hubieran hecho si hubieran sido tú. Pero claro, tú eres idiota. Ellos son súper inteligentes y no entienden cómo no vas en pañales con ese cerebro de mico que tienes. Después de pasado todo ese tema, en el mundo de los ciegos, el tuerto es el rey.
En los premios Princesa de Asturias, Serrat habló, en un precioso discurso, sobre el mundo que estábamos viviendo y que a él no le parecía ni bueno ni bonito. «Un mundo en el que prima la avidez del mercado, donde todo tiene un precio» decía ese hombre sabio. Y si, todo tiene un precio. Y si, todo el mundo quiere lo que tiene el otro. Sin importarle qué será de esa persona cuando se le quite lo poco o lo mucho que tenga. Eso da igual. Eres solo el objeto de un deseo. Y así me he vuelto a sentir yo. Igual de vulnerable que de pequeña. Como si no hubiera pasado el tiempo. Ahora quiero desandar el camino hacia el abismo en el que he estado a punto de caer. Hacia el otro lado. Con mi marido y mis hijos. Mi fuerza!
De lo que más orgullosa estoy en mi vida es de lo bien que está la vida de mi hija en estos momentos, a pesar de que aún tiene que buscar trabajo. No me importa. Puedo sentirme muy orgullosa de ella siempre y en todo momento.
Pensar que, cuando era pequeña, no hablaba absolutamente nada, que tuvimos que enseñarla a señalar, que tuvimos que quitarle el pañal a fuerza de calendarios, papeles y cruces, y ahora me dice, «la semana que viene damos los actos de comunicación» en las clases a las que va a preparar las oposiciones, cuando eso sucede, soy la mujer más feliz y orgullosa del planeta Tierra.
Con el niño, bueno, aún vamos en el camino. Este principio de curso le hemos quitado la medicación porque creemos que su tdah está más controlado. Tal vez me equivoque pero, teniendo en cuenta que, cuando fui al neurólogo me mandó unas pastillas de caballo para él, porque lo que tomaba no funcionaba, y haber conseguido que no las necesitase finalmente, pues también es algo de lo que vanagloriarme (nunca nombro a mi marido, pero para él, el camino recorrido es un motivo de orgullo y satisfacción a partes iguales).
Ayer se me puso delante, mientras compraba y lidiaba con el ruido que provenía del centro comercial donde estábamos, una madre que conocí en el primer gabinete al que fuimos. Era de este tipo de mujeres que te habla mucho de su hijo, de todo lo que el niño hacía bien, pero que daba muy pocas pistas, o ninguna de qué le pasaba a su hijo. Es de estas personas que tengo en mis contactos telefónicos, por insistencia de ella misma, que mira mis estados, pero que jamás me dice ni un por ahí te pudras. Total, que nos saludamos y, como siempre, a mi me dio una verborrea de estas que utilizo para llenar los silencios incómodos. Canté loas en honor a mi hija, dije versos en torno a la vida de mi hijo…y ya no supe qué más explicar. Para mi sorpresa, pues como digo, me reconoció que mira mis estados de móvil, me dijo que me daba la enhorabuenísima por haber conseguido, no solo sacar a los chicos adelante, sino también mi vida. Según ella, hasta el bachiller de su hijo, estuvo estudiando con él o ayudándolo en los estudios, y con ello había cortado sus alas vitales. Su hijo nos miraba a ambas como si no entendiera nada de nada. Y yo quise hacerle un diagnóstico sobre la marcha y luego pensé que, ni era asunto mío, ni no ha sido nunca porque como digo, su madre jamás me dijo otra cosa sino que el chaval era la monda lironda. Como si fuera a terapia por insistencia de las propias psicólogas. Ella es de esas madres que no hacen el duelo nunca.
Me quedé pensando en qué iba a hacer ahora que su hijo iba a la universidad, está haciendo un grado de informática, me dijo, cosa que no tengo idea de qué es, o a qué equivale. Qué hace uno cuando se ha pegado 17 años de su vida junto a su hijo, para que no se saliera del camino? Ella debió notar mi pregunta en la cara y me dijo que podía sentirme orgullosa de haber conseguido no solo cosas para los demás sino que no había sacrificado a mi persona. «Y encima, con dos!» me dijo.
Yo no sé si tengo que sentirme orgullosa o descojonarme viva porque aprobé las oposiciones con 51 añazos, promoción interna con 54 y, como todo siga ese ritmo, llegaré a gestión a tiempo para jubilarme. Pero de lo que hemos conseguido con nuestros hijos si. Quien anda caminando por esa vereda por la que transitamos mi marido y yo hace 19 años, y va por el principio, esto es, a oscuras y con una linterna de medio pelo, sabe que alcanzar ciertas metas, algunas tan fundamentales como que tu hijo o hija te diga un «me duele aquí», es algo que requiere de un esfuerzo titánico, y que, a pesar de todo, a pesar de sudar la camiseta en cada uno de los pasos que da, puede que no de el resultado esperado y debas escoger otro camino. Más largo. Más penoso. Pero esto es así. Ensayo-error. Una y otra vez. Hasta que das con la tecla.
Si hay alguien que lea esto alguna vez, solo quiero decirte que, aunque las cosas se te pongan del color de las hormigas, aunque debas renunciar y hacer un duelo del hijo o de la hija que imaginaste que ibas a tener y que no tendrás jamás, no todo es de color tristeza. Hay un montón de alegrías, metas alcanzadas, logros desactivados, gente bonita a la que conocerás andando el mismo camino que tú, y en la que podrás cobijarte cuando arrecie el temporal y te sientas profundamente desamparad@. Mucha fuerza! Recuerda que hay quienes vivimos en Avatar y hemos conseguido ser profundamente felices.
Solo conozco un trabajo en el que haya merecido la pena estar y ese fue el Registro Civil. Aún recuerdo el día que entré, a sabiendas de lo que me esperaba, asustada como una jovenzuela. Me senté en una silla y dos compañeros me dieron conversación por descongelar el frío del miedo que sentía. No pasé a la oficina hasta que no llegó la jefa, y mientras ella me explicaba qué iba a hacer, recibo una llamada de personal que me indica que, lo que ella me ha mandado no tiene que ver con el contrato que me han hecho. La primera en la frente.
Me pusieron a trabajar con un funcionario que estaba enterrado en cajas de papeles, literalmente. Estuve trabajando con él hasta que desde personal le dijeron a mi jefa, que yo estaba ahí para dar información, que era lo que ella misma había solicitado. Pero en realidad necesitaba una burra de carga y esa era yo. Todo eso acompañado con que, en esos momentos, estaban digitalizando los tomos desde 1950 en adelante. La gente que lo hacía tenía un chaval que estaba hasta los mismísimos de un compañero mío que no hacía más que poner palos a las ruedas de su trabajo. Me dijo literalmente, que mi compañero era un hijo de p…Pidió la asignación del trabajo a otra persona que no minara el suyo. Me tocó a mi. Cómo no!
Pues bien, yo llegaba bien temprano, sacaba los tomos a digitalizar, los sellaba, la burocracia amigos!, para indicar que el tomo procedía a su cierre definitivo, y se los pasaba al equipo de digitalización. Luego salía corriendo a las 9, cuando se abría al público, para dar información. Eso hasta la una. No me relevaban ni para un pis, ni para beber agua…nada. La cola salía del edificio y llegaba al de enfrente. Cuando terminaba allí, harta de hablar, me iba a ayudar al compañero, el de las cajas, hasta que me iba a casa.
Cuando me dicen que la gente funcionaria son unos gandules siempre pienso en esos días y en el trabajo que salía de aquellas puertas a paladas.
Durante aquellos tiempos, a mi hija le estaban ya valorando para ver qué le pasaba. Y al año siguiente, en el 2010, algo en mi cabeza explotó y no pude más. El diagnóstico definitivo por parte de la psicóloga del centro base de que era autista, el trabajo, un jefe al que, si me tocara hoy lo denunciaría por acoso laboral etc etc, hizo que se me saltaran las palancas de mi cabeza y estuviera cuatro meses sin poder entrar de nuevo al curro.
Después de esos cuatro meses, las cosas empezaron a recolocarse. Durante el periodo que estuve de baja, hubo un parón muy raro de extranjeros que venían a preguntar por su nacionalidad o por otras historias. El primer día que entré, me puse detrás del mostrador, di un suspiro y dije: «arre burra!»
Al cabo de un rato veo que alguien mete la cabeza por la puerta, me mira, se aleja, y la oigo exclamar: «Siii!! Ya está la chica, por fín!!» A partir de ese momento, las visitas a información volvieron a subir y entonces descubrí que, la gente que venía lo hacía porque yo trabajaba bien y porque era amable con ellos. Acojonante. Y eso cambió mi relación con el trabajo, y entonces, aún más, me volví receptiva a levantarme por las mañanas, no a pasar equis horas de trámite, sino de acompañar a los que venían en sus historias y en sus problemas. Sin hacerme cargo de ellos, por supuesto, pero si en lo de estar desesperado porque aquella aventura de papeleo acabara. Y yo ayudaba para que el viaje no fuera penoso ni accidentado.
Tengo los nombres de muchos en mi cabeza, algunas conversaciones donde me reía mucho con las salidas de algun@s, intentos de soborno que acababan con mi mirada fulminante y donde dejaba claro al otro que no había más que hablar.
Dejaron mil anécdotas en mi piel y en mi corazón. Todos ellos. Ayer jubilamos al señor de las cajas. Y yo me sentí como el Sancho Panza que se queda sin su Don Quijote. Muy triste. Si volviese a esa oficina, tendría que lidiar con la pena de no volver a trabajar con él. Ayer me dijeron que, si vuelvo, tengo las puertas abiertas. Que quieren tener a gente como yo. Eso me llena de orgullo. Porque no hay nada más bonito que el reconocimiento. Y yo lo he tenido en forma de rostros sonrientes detrás de aquél mostrador.
Hoy me he despertado con un ruido de máquina pesada. Ha empezado como si estuviera en la habitación de mi hotel, y ha continuado alejándose cada vez más. Me ha despertado de un sueño horrible y recurrente que tengo con mi hijo. Ya es la segunda o tercera vez que tengo esa pesadilla.
Total, que me he levantado hecha un tres, la edad no perdona, y me he asomado un poquito para ver quién armaba ese jaleo. Era un señor, mandado por el ayuntamiento, para dejar la arena de la playa en condiciones.
A pesar de acostarme anoche tarde, a pesar de que lleva una hora con el escándalo y empezó a las siete, he estado a punto de asomarme y tirarle un beso por rescatarme de esa mierda de pesadilla. Cuando he vuelto a la cama, mi marido tenía los ojos abiertos como dos monedas.
Hoy nos vamos del hotel y de la isla. El hotel lo es sin pretenciones. Pero está bien a pesar de que, los fines de semana, por situarse junto a la playa y estar en la capital, te comes el ruido de los que salen de copas y vuelven al hotel haciendo eses. Voces en la calle, voces en su habitación…yo que me pongo negra porque siempre pienso más en el descanso de mis hijos que en el mío propio…y vuelta a dormir.
Hoy vamos a ver un volcán. Pero no uno cualquiera. Uno emblemático de la isla. Pero no comeremos en su restaurante que, desde que dijimos que íbamos, mi marido se ha disculpado por lo que comeríamos. Debe ser de estos que creen que, como todo el que viene pasa por ahí, si hace falta y me pones pienso, pienso como. Pero mi marido no es de ese pensamiento. Prefiere comerse un bocata en el aeropuerto con lo que ahí me deja claro el nivel del restaurante de marras.
Vuelvo nerviosa, emocionada, pensando en lo que me espera a la vuelta que va a caerme como un saco de ladrillos. Pero bueno, quiero tomarlo con tranquilidad que no deseo ponerme enferma.
Por lo menos, ya he recargado las baterías para plantar cara a lo que me viene! Solo espero un poco de suerte para que, cuando haga el salto carpado hacia adelante, no me vaya de narices!
Esos dos puntos son mis hijos. Yo desde la ventana observando como un halcón. Y ellos pues…viviendo en Avatar! ❤️❤️
Cuéntanos algo que te gustaría intentar por primera vez.
Me gustaría intentar, por primera vez, hacer submarinismo con botella. Hace más años que un bosque, veía los documentales de Jacques Cousteu, no sé si lo haya escrito bien, y con ese señor descubrí que había un mundo submarino que era apasionante. Él lo llamaba cruel en ocasiones, cuando tal especie se comía a otra o qué se yo, pero entendía yo, ya de pequeña, que eso solo se hacía para crear un documental más atractivo. Ya saben, a la naturaleza siempre se le ha puesto adjetivos humanos. Cruel, despiadada, así si, nosotros hacemos lo mismo, nos equiparamos con ella y nos sentirnos menos basura. Si había que hablar de mundo cruel, ya sabía yo de nadar entre tiburones, pero con piernas, peligrosísimos. Dónde va a parar! El tiburón blanco, ante ellos, quedaría en ridículo!
Mi marido podría ser instructor y, si le diera la gana, me enseñaría. Bueno, en realidad, si le diera la gana, y nos tomáramos unas mañanas libres sin hijos. Difícil. Pudimos hacerlo antes de los niños, pero llenamos nuestras vidas de tonterías divertidas con la sola idea de pasar el rato. Nada de aprender ni actividades didácticas, no. Eso llegó después, cuando tener un hijo no cuadraba con ninguna de los libros ni manuales que leíamos.
Ahora que hemos visitado la isla situada frente a la nuestra, que allí los peces se mean en los pescadores porque la isla entera está protegida, he pensado que, solo por eso, por lo protegida que se encuentra, el fondo marino debe ser todo un espectáculo. Pero me he tenido que limitar a verlo desde el barco que nos llevó o desde la orilla del mar porque casi hasta ese lugar llegaba la naturaleza.
Me tuve que conformar con sentarme en la toalla y vigilar a mis hijos desde ella. «No te alejes, no pases por ahí, mira los cangrejitos, esto se mira pero no se toca que te multan…» y así se nos hizo la hora de volver en el ferry.
Cuando yo era pequeña, cuando me sentaba a ver los documentales, veía a ese señor, mayor, que debía tener mi edad actual o menos, flanqueado por un grupo de hombres que lo acompañaban con lealtad, con todo el amor a la profesión, a los que te daban ganas de unirte, a vivir esas mismas aventuras que te mostraban en el televisor.
Con estas vacaciones he vuelto mucho a mi infancia, a recordar cosas, a mi viaje de novios, a respetar, aún más si cabe, el entorno. La naturaleza. A ser consciente del legado que vamos a dejar y, de lo que pasará si seguimos esquilmando. Me siento como Jacques, moviendo las aletas mientras observo. Y siento miedo y pena.
Lo más importante en mi vida, el principio que la ha definido siempre es, el de ser honesta. Ir de frente me ha dado muchos problemas pero también ha dado como resultado un vínculo con mis amistades y con mi familia muy importante. No soy persona de mentir. Soy franca pero digo las cosas con tacto. Ser sincera no me da derecho a decir las cosas de cualquier manera. No. Ese no es, ni nunca ha sido el plan.
En mi estado de WhatsApp tengo por frase: «mis hijos, mi fuerza». Otro de los principios que guían mi vida. Jamás he dejado de levantarme de la cama, por muy negras que se pusieran las cosas, si eso implicaba descuidar mi maternidad. Ellos no tienen culpa de necesitarme como traductora de un mundo que ellos no acaban de entender. De cicerone. Aquí un humano, aquí un imbécil, aquí un sitio que cuidar…
Otro de los motores de mi vida ha sido, de un tiempo hasta esta parte, demostrar todo el amor que siento por la gente que quiero. Llevaba yo un montón de años tan herida, me habían dado tanto para el pelo, que procuraba no acercarme a personas en mi vida que no tenían ninguna culpa de mi pasado. Como mis hermanos, por ejemplo. Siempre girando en un círculo concéntrico amplio, como un satélite, sin tocar.
Ahora las cosas son distintas. Me gusta decir «te quiero» a la gente que está en mi corazón. Demostrarles que pueden contar conmigo aunque en ocasiones esté enredada en las situaciones más extrañas en este Avatar en el que vivo.
Llevamos tres días de viaje y estoy notando que mi hija tiene un montón de dificultades para entender lo que queremos decir de una vez. Hay que repetirle las cosas y está resultando un pelín difícil conectar con ella y no caer agotada en la cama. Pero estas son las cosas que hacen de gasolina para que el motor de mi vida funcione. No hay cosa que desee más que mis hijos, en algún momento de sus vidas, no me necesiten para nada. Que un día me digan: «no mamá, no hace falta». Entonces yo seguiré mi camino, disfrutando de su independencia y del deber cumplido. Y seguiré caminando. Y viviendo. Supongo que hasta que la vida misma quiera!
Esta es una foto de ayer, y esa es la imagen de mi hija recogiendo conchas. La persona que me hizo entender que vivía en Avatar. La persona más maravillosa del universo ❤️
En los años que hace que vivimos en nuestra casa, que ya son casi 25, lo último en lo que siempre hemos pensado mi marido y yo ha sido en su arreglo.
Desde que nació nuestra hija hasta hoy mismo, siempre hemos puesto su educación, su terapia y pagar la vivienda como algo prioritario. Arreglarla…pues no teníamos dinero para eso!. Ni tiempo!
Tampoco salíamos mucho de vacaciones. No nos podíamos permitir viajar, por ejemplo. Ni siquiera a otra isla, que es algo que estamos haciendo ahora mismo. Nuestra vida era un no parar de pagar facturas y, con lo que sobraba, comer.
Este fin de semana dimos el salto a otra isla que mis hijos no conocen. Yo he estado aquí varias veces, la última por cuestiones laborables. Teníamos que venir a esta isla o a otra de la misma provincia a celebrar juicios. Es una isla en la que no me importaría vivir mi jubilación.
La primera vez que lo hice por temas laborables, por no separarme mucho rato de mi hija, pillé pasajes de ida y vuelta para los dos días que celebramos juicios. Acabé hecha un ocho. Reventada. Qué de sacrificios, a veces innecesarios, hacemos por nuestros hijos! Para que estén bien, para que sepan que pueden contar con nosotros, que estamos!
En fin, ahora toca despertar a la tropa. Nos estamos quedando en dos habitaciones distintas con los chicos en una habitación, y mi marido y yo en otra. Él está que trina porque para su forma de pensar, tener intimidad es algo maravilloso y necesario. Para mí la intimidad significa dormir y descansar como si no hubiera un mañana. Sobre todo después de un día como el de ayer, en el que todas las emociones se magnifican porque hay un cambio de rutinas, de esperas, de carreras en el aeropuerto…
Lo dicho, voy a mirar si hay alguien más despierto por ahí, mayormente el enano, y, a partir de ahí despierto a los demás. Nos vamos de excursión a un islote. Y esta isla, sin ser muy grande, tiene bastante tráfico y pocas infraestructuras. Podemos acabar llegando al islote a la hora de volver al hotel. En fin! Ah! He conseguido un ascenso provisional en el curro que me concedieron ayer mientras viajaba he intentaba que todo estuviera en orden. Pero a eso voy a ponerle una alarma de posponer. Para que suene la semana que viene. Cuando se acaben las vacaciones!