Me levanto súper temprano por obra y gracia del peque. Bueno! para ser honesta, de mi peque y de la menopausia. Cuando me preguntó si estaba despierta hacía un rato que si. Me asomo fuera y hay un manto de tierra cayendo. No doy crédito. Limpio y limpio y, cada vez, calima y más calima. La que era mi vecina, de nacionalidad alemana, siempre me decía que «paga qué limpias las tegazas si todo sucio enseguida». Hombre! si no limpias fuera, lo que ya está de tiempo atrás, llevarás la porquería dentro de la casa y la convertirás en un barrizal. Pero es difícil de explicar a una persona que, a pesar de vivir más de 30 años aquí y con una pareja nacida en la isla, aún hace frases que no soy capaz de entender aún poniendo todo mi mindfudnes en ello. Hoy limpiaré la entrada porque, si sales a regar el jardín, queda luego unas huellas como de haber pisado charcos como hacía Pepa Pig. No sé porqué me viene ese dibujo a la cabeza. Mi hijo fue más de Bob Esponja, pero sí, solía ver a Pepa en compañía de su hermana. Claro que, mi cabeza, con la disociación que tiene de un pasado digamos difícil, es poco capaz de recordar nada. Ni siquiera a mi hija de pequeña. Es lo que tiene enterarte de que tu hija es autista y, hola! tu hijo también. Fue como un poco demasiado para mi.
Hoy al levantarnos y bajar al salón, nos hemos encontrado a mi hija durmiendo en el sofá. Se va acercando el día del examen y comienza a desregularse y a dormir en sitios más incómodos que su cama. A su hermano no le ha hecho ninguna gracia. Él se sienta en ESE sofá, en un sitio que él considera suyo, como Sheldon Cooper, y que su hermana haya vulnerado SU sitio es algo como un crimen de lesa humanidad. Él hace otras cosas, como despertarse a las 3 de la mañana dejándome sin dormir, pero yo soy terrícola y su madre, dos cosas que me hacen candidata a aguantar el madrugón. Le he dado la opción de volver a la cama y ponerse allí con el móvil de la hermana y le ha parecido bien. Se sabe el pin y contraseña del móvil. Él y solo él. Los demás no estamos invitados a ese grado de intimidad.
Después se ha despertado la princesa y ha salido a preguntarme qué comemos hoy. No puedo contestar que ni idea. No. Tú di lo que sea, pero el silencio no es una opción. Salvado ese escollo, hemos saltado a otra cosa y hemos empezado a reírnos. Ha salido su hermano corriendo. No quiere que las risas no sean compartidas. Se sienta. Le contamos. Nos reímos los tres y, entonces sí, aquí ha vuelto calma.
Miro al exterior y veo el manto gris sobre los edificios. Pero ya no maldigo a la calima. Ya afronto el día como un montón de horas llenas de oportunidades. Me levanto. Al lío!!