¿Qué hace que alguien sea un buen líder?
Se marchó de casa siendo un chaval muy joven. Sus padres querían que él fuera por lo que ellos consideraban como el camino correcto, y él decidió salirse por la tangente. Es lo que tiene ser hijo, cuando te ponen en la tesitura de no poder hacer lo que te da la gana, bien sea porque no tienes independencia económica, bien porque eres muy joven para tomar decisiones, barajas tus opciones y decides la peor de todas. Decides alejarte. Tomar las riendas de tu vida. Una autonomía ficticia porque, en la calle, si no te pegas a alguien más fuerte, puedes acabar muy malamente.
Se marchó como digo de casa buscando una independencia que no tenía y se metió de lleno en otra forma de vivir atrapado. Comenzó a drogarse. Por si eso no fuera suficiente, como si el sostenerse a sí mismo, no costase ya, por si solo, la vida. Pedir a la puerta de un supermercado puede no dar para ambas cosas, y, claro! entendió que debía dar algún palo a alguien para subvencionarse su adicción. Eligió a una pobre mujer, ya mayor, cargada con la compra, arrastrando su cuerpo en aquella calle sin gente y decidió robarle lo que llevase en el monedero. No hizo falta hacerle mucho daño, con darle un fuerte empujón tuvo para tirarla al suelo, porque ella no quiso soltar las bolsas, lo que le impidió siquiera sujetarse en la caída. Lo último que vio en el suelo fue unos pantalones vaqueros y un torso sin camisa, corriendo en dirección contraria a su edificio.
Con el paso del tiempo, y tras entrar muchas veces en prisión por otros «palos» llegó a la edad en que eliges si tu vida será así para siempre, es decir, vivir a tiempo completo en la prisión, o darle un giro a tu miserable existir buscando algo más honesto que hacer con tu cuerpo. Había notado que, dentro de la institución, cuando salían al patio, se le juntaban unos cuantos a los que les gustaba lo que él decía. A los funcionarios aquellas reuniones no les gustaba mucho por esto de que cada vez se iban juntando más presos a su alrededor. Como con Jesús de Nazaret, pero en mal. Notó que tenía el carisma suficiente para convencer a sus compañeros de una vida mejor, de una rehabilitación, de buscar la senda correcta. Todo ello, claro está, mientras él seguía consumiendo drogas oculto a los ojos de los demás.
Cuando salió de prisión, buscó un trabajo y un apartamento minúsculo, y, comenzó a ir por las calles buscando adeptos a sus filas. Primero fueron personas como él, que había andado perdido sin saber a dónde ir. A ellos los convirtió en sus apóstoles. Luego fue a por los que tenían poder adquisitivo para subvencionar todas aquellas zarandajas. No podía creer que la gente fuera tan crédula! Mejor! Y así, con su sonrisa, su cambio de vestimenta a trajes de marca primero, y luego a los hechos a medida, su labia, y su carácter dominante, consiguió que, un número incontable de seguidores, se mudaran con él a una granja enorme, a trabajar como cabrones mientras él, como buen líder se tocaba las narices en su suit. Cuando le apetecía tener sexo, cuando quería seguir consumiendo, se iba sigilosamente de aquella prisión sin muros a los pueblos de los alrededores, a lugares donde nadie recordara su cara siquiera al minuto siguiente.
Una mañana, después de haber consumido por encima de sus posibilidades el día anterior, bordeando peligrosamente la sobredosis, se levantó lleno de dolores. Se fue al baño, encogido como un tres, se lavó la cara, se miró al espejo y vio que la imagen que le devolvía no era precisamente la de un líder. Y no era líder porque algo estaba por encima de él. La droga. Si seguía en ese camino, un día entrarían en su habitación y se lo encontrarían muerto en la cama. O peor aún, moriría en un callejón donde nadie sabría quién era. Solo sería un cadáver, un indigente, un yonkie más.
Pensó en dos opciones. La primera, decirle a sus seguidores que había recibido un mensaje místico en el que se le comunicaba que debía ir arreglando sus cosas porque el mundo se iba al carajo y convencerlos para quitarse la vida con él, o bien, ser honesto por primera vez en su miserable vida, explicar su problema y meterse en un centro de desintoxicación. Esto último suponía un problema. Él era el líder de toda aquella gente. Sin su presencia, el goteo de acólitos abandonando la granja sería costante. Volver a no tener nada le parecía una soberana putada, pero se tenía a sí mismo, a su carisma, su don de la palabra, su sonrisa, su magnetismo. Y decidió arriesgarse. No quería que nada ni nadie estuviera por encima de su persona, de sus decisiones. No debía seguir siendo esclavo. Y si pasaba el mono entre aquellas cuatro paredes? No. Descartado. Había que transitar todo aquello sin mimos, sin cuidados de gente que estaba allí solo por satisfacer sus caprichos. Demasiado peligroso. Demasiado cómodo. Dio un fuerte suspiro, se arregló y fue a enfrentarse con el grupo, a explicar que él era un hombre débil, hecho de carne mortal, atrapado en la telaraña de la adicción.
Salió de su cuarto y se enfrentó de nuevo a lo desconocido. Al no saber qué pasaría después. Y sintió miedo y se vio vulnerable. Por primera vez en su vida.