¿Qué experiencias te han hecho crecer más?
Voy a empezar diciendo una obviedad como un piano de grande. Todo lo que vivimos nos hace crecer. Hay personas que florecen con las buenas, y hay quienes lo hacen con las malas. Yo soy del segundo equipo. A mi las malas me han vuelto una persona que ha crecido a contrapelo, porque durante un montón de años me rodeé de gente que no me quería bien, y, cuando eso pasa, creces, pero lo haces como el árbol de la sabina de El Hierro. Doblado, en este caso por la propia oreografía de la isla, con la copa rozando el suelo. Vivo, eso sí. Pues yo me siento como ese árbol, viva, pero con el peso de las experiencias aplastando mi ser hasta tocar el suelo con mi cabeza.
Ayer, por ejemplo, mi hermana celebró en un restaurante, sus 50 cumpleaños. Había invitado al señor que estuvo casado con mi madre. Mi hermana lleva cerca de dos años o más diciendo que, al año de morir mi madre, ya volvía a tener pareja. Nos importa eso? No, la verdad. No es nuestro café. Tiene 90 años y quiere vivir lo que le queda acompañado. Por una mujer, eso sí a quien dobla la edad, y si, que lo ve como una hucha con piernas. Él tiene dinero a montones y a ella le hace falta. Teniendo todo eso claro y siendo los dos adultos, como diría mi madre, «con su pan se lo coman». Lo que me ha reventado el hígado hasta hacerlo paté, es que, tras decir que no podía ir a la celebración porque está enfermo, eligiera el restaurante, el mismo día y a la misma hora que mi hermana, para pasearse con su novia. No habrá más restaurantes en Barcelona que había que coincidir. Supongo que para dejarlo ya todo claro clarinete, si no, no se explica. El impacto ha sido como el de un rayo. Quiero imaginar las caras de todos girando hacia mi hermana, y pensando: «Ups!! Pues era verdad!» Ha negado él la mayor por activa y por pasiva lo que para mi hermana era una obviedad. Había rehecho su vida. Magnífico! No dejes, a quien afirma lo que estás haciendo, por loca, sobre todo, querido, cuando debes reconocer que, por lo menos para ella, eres transparente como el cristal. Yo la creí porque mi hermana es una tía lista que conoce bien a la raza humana, porque lleva, desde el minuto uno, predicando casi en el desierto lo que él viene negando cuando uno ha hecho incluso el gesto de preguntarle.
Me alegra que la gente sea feliz, que se recomponga una y otra y otra vez. Pero no hace falta ir de viudo de España, ni decir que mi madre fue la mujer a la que más quiso. Seguramente. Y el hecho de haber rehecho su vida al año de su fallecimiento no le hace ni mejor ni peor. Pero no pretendas timarme. No me engañes. Estoy harta de estafas, de engañifas, de medias verdades. No sé qué se pretende al mentir, sobre todo en futilidades.
Así ha sido mi trato en general con gente que, desgraciadamente, aún forma parte de mi vida. Gente que miente y da una imagen pero, por lo que sea, tú descubres su verdadero rostro. Y debes callar porque sabes que si hablas predicarás en el desierto durante años. Tal vez toda la vida. Y no quieres esa soledad aunque sabes que, si eso ocurriera no sería mala cosa. Prefieres una mala a ratos que ninguna.Tratas de no pensar qué podría suceder si cuentas lo que has visto. Lo que has vivido. Y mantienes el silencio. Y callas. Y lo haces para siempre. Mientras tu cuerpo se dobla como la sabina. Y tu cabeza, por el peso de tu silencio, toca el suelo y ahí queda. Impidiendo que caigas, pero sin poderte levantar jamás.
