¿Cuál es tu rutina de mañana? ¿Qué haces durante la primera hora del día?
Me levanto temprano, sobre las 6 de la mañana. Me abrazo a mi hijo, que aún duerme conmigo, y me quedo un ratito respirando su olor. Le acaricio el pelo, le cubro la cabeza de besos, y para no despertarlo me levanto como un sioux de la cama. Muy despacio. Voy al baño, y oigo que él se levanta para ir al que está en el pasillo. Vuelve a la cama corriendo. Cuando salgo del baño, arrastrando los pies por una lesión que tengo hace muchos años y que me impide agacharme, me voy hasta la cama para darle los buenos días y abrazarlo otro poco más. No puedo estar mucho rato en esa posición, doblada como una servilleta, pero no me importa. Quiero que, si algo me pasa, si algo le pasa (no lo quiera Dios!) recuerde esos instantes conmigo. Preguntándole si ha dormido bien, afirmando que lo quiero con toda mi alma.
Luego paso a la cocina y empiezo a secar los cacharros de la cena y a colocarlos en su sitio, aguantando el dolor que me atenaza. Preparo un zumo, lo único que desayuna, un café, lo único que tomo a esas horas, y preparo lo que lleva al cole para comer allí, que procuro sea contundente. Luego me visto, le digo que se ponga el uniforme, y en ese momento comienza a aletear sus manos. Dejando claro que el cole no lo regula, que se iría volando por la ventana como un Peter Pan, deseando no crecer, si sus manos y sus brazos pudieran aguantar el peso de su vuelo.
Se pone las deportivas y yo me siento junto a él para hacerles el nudo. Se lo hago fuerte, rezando para que no se deshagan en el rato que estoy sin verlo.
Salimos de casa y nos dirigimos a la parada a esperar el bus escolar. Hablamos un poco y le afirmo que va a tener un buen día, mientras pienso que, tal vez, algo repetido muchas veces resulte ser cierto. Mientras el bus se acerca a la parada, le deseo un hermoso día y le digo que lo quiero. Y lo abrazo. Y vuelvo a besar y a oler su pelo. Hay quien dirá que lo tengo consentido, pero en realidad, lo hago solo en mi beneficio. Porque después de que él se sube al microbús, yo entro a mi trabajo. Con su aroma pegado a mi nariz. Sabiendo que así, de esa manera, podré soportar el tiempo que estoy sin verlo. Haciendo algo que me gusta, cierto. Pero si tuviera que quedarme con algo, sería en ese momento en que me despierto. Acurrucada. Serena. Madre.