Escribe lo primero que se te venga a la cabeza.
Lo primero en lo que he pensado hoy, nada más abrir los ojos, es en salir a mi antigua oficina a dar un abrazo a la que fue, durante once años, mi compañera. Le han dado no muy buenas noticias sobre la salud de su pareja, con la que comparte años, risas, llantos, pero ninguna cosa burocrática o, como digo yo a veces, burrocrática.
Luego subí a mi oficina donde estaba una compañera, recién incorporada, después de haber «luchado con una larga enfermedad» como dicen los noticiarios, en la que ha salido victoriosa. Nadie de la oficina se ha alegrado al verla. Sí de que esté bien, pero no de que haya vuelto. Excepto la mujer que se sienta a su lado a la que sí que he visto contenta. Se parecen pero no son iguales. Esta me parece, al mirarla una serpiente a la que no debes dar la espalda por si le diera por morderte. No he debido compararla con una serpiente. Pobre animal!
Otra compañera, de otra oficina, se acercó porque creyó que ella se sentiría hermanada por el hecho de haber compartido la misma enfermedad y triunfo. Pero no. Le ha respondido con lo más impertinente que se le puede decir a alguien que cree verse reflejada en lo que has pasado. «Que ella estaba allí porque la obligaba la inspección médica no porque allí hubiera nadie con quien ella quisiera compartir el aire que respiraba». Qué amable!!
Soy de las personas que piensan que, cuando alguien viene a darte o a desearte algo bonito solo debes recogerlo y agradecerlo. No soltar algo tan desagradable. Es mi sentir. Mi pensar.
Y entonces volví a pensar en mi antigua compañera. Cuando mi hermano me dijo que debía volver a viajar a Barcelona porque con mi madre no había ya nada más que hacer, en ese mismo instante, comencé a llorar. Teniendo en cuenta que soy una persona que, cuando llora, podría ser contratada como plañidera, y, que además, había gente todavía esperando ser atendida, porque sí, la noticia me pilló en el curro, debí ser la comidilla del registro en ese momento.
Solo recuerdo dos cosas. Una compañera comprarme un pasaje a Barcelona sobre la marcha, y el abrazo de oso de Celia, que así se llama, recolocando todo mi dolor.
No pude evitar comparar las dos situaciones. Hay quien es amor y amor recibe. A granel. Yo la estaba consolando, pero luego llegó un grupo enorme que se quedó a hacer de andamiaje. Hay quien es odiosa y molesta como el humo del tabaco en los ojos, y solo recibe indiferencia.
Y ahora mismo pienso que quiero ser y pertenecer al primer grupo.