¿Qué te relaja después de un día duro?
Creo que con el título solo ya estaría contestada la pregunta. Antes de encerrarme en casa a estudiar, iba al gimnasio cada tarde. Para cada día tengo una actividad contratada. Son unas actividades del ayuntamiento que valen una porquería y son oro. Además de baratas, tienes unos monitores muy profesionales trabajando con un material ya no tan profesional. Pero yo salgo de allí como de un spa.
Yo elegí pilates y yoga porque estoy mayor. Cuatro años encerrada en casa estudiando como un ratón de biblioteca, hizo que mi espalda esté hecha trizas. También voy a zumba. Por las risas. Solamente.
Contraté dos actividades más que tuvieran que ver con trabajar la fuerza. Otra cosa importante para cualquier ser humano, pero vital para los que estamos en una edad interesante y pasando la menopausia. He de decir, que, gracias al ejercicio realizado estoy viviendo el proceso de una manera mucho más liviana que lo que escucho por ahí.
Pero ahora me quedo en casa, y, a veces, para soportar o tragar algunas cosas, si tengo una botella de vino me tomo una copa. Malo. El alcohol es un tóxico. Solamente. Aunque lo pintemos de risas, de cenas, de escenas…En fin, el otro día, como hacía algunas veces cuando me sentía un poco triste, fui a mirar el chat que tenía con mi madre en el móvil. Para mi no en exceso sorpresa, ya no pude verlo. Se entiende que si no utilizas una aplicación es que no te interesa y entonces, ella misma se desinstala. Y entonces los chats que tuvieras con otros se pierden. Objetivamente es lógico. Es tecnología. Pero para mi fue un palo mayúsculo. Y eso que sabía que eso pasaría!!! Pero es como cuando ella falleció. Yo esperaba en la habitación del hospital donde estábamos ella y yo solo lo que era predecible. Su final. Final que, además, ella no dejó alargar inútilmente. Un día, cuando sienta fuerzas lo escribiré. Cuando no me produzca la sensación de estar comiendo piedras. Lo escribiré y lo dejaré para siempre escrito. Para recordar lo increiblemente valiente que fue mi madre frente a la señora de la guadaña.
Bueno, pues tras comprobar que ya no podía leer nada de lo compartido, me tomé una copa de vino mientras lloraba a moco tendido. Mi marido se sentó delante de mi, y me dijo que a él no le pasaban esas cosas porque él no era un sentimental. Luego matizó y dijo que, además, nunca ha compartido con sus padres nada que no fueran lugares comunes. Si ha estado jodido no ha ido a nadie a desahogarse. Y, mientras a mi se me escapaban las lágrimas ya no sabía si lo hacía por lo mucho que echo de menos compartir con alguien y tener una confianza que ya no me alcanza con ninguna persona, o porque, en ese momento, sentí una tristeza infinita en pensar que mi marido eso no lo ha vivido nunca. Ni siquiera conmigo.