¿Qué es de lo que más orgulloso estás en tu vida?
De lo que más orgullosa estoy en mi vida es de lo bien que está la vida de mi hija en estos momentos, a pesar de que aún tiene que buscar trabajo. No me importa. Puedo sentirme muy orgullosa de ella siempre y en todo momento.
Pensar que, cuando era pequeña, no hablaba absolutamente nada, que tuvimos que enseñarla a señalar, que tuvimos que quitarle el pañal a fuerza de calendarios, papeles y cruces, y ahora me dice, «la semana que viene damos los actos de comunicación» en las clases a las que va a preparar las oposiciones, cuando eso sucede, soy la mujer más feliz y orgullosa del planeta Tierra.
Con el niño, bueno, aún vamos en el camino. Este principio de curso le hemos quitado la medicación porque creemos que su tdah está más controlado. Tal vez me equivoque pero, teniendo en cuenta que, cuando fui al neurólogo me mandó unas pastillas de caballo para él, porque lo que tomaba no funcionaba, y haber conseguido que no las necesitase finalmente, pues también es algo de lo que vanagloriarme (nunca nombro a mi marido, pero para él, el camino recorrido es un motivo de orgullo y satisfacción a partes iguales).
Ayer se me puso delante, mientras compraba y lidiaba con el ruido que provenía del centro comercial donde estábamos, una madre que conocí en el primer gabinete al que fuimos. Era de este tipo de mujeres que te habla mucho de su hijo, de todo lo que el niño hacía bien, pero que daba muy pocas pistas, o ninguna de qué le pasaba a su hijo. Es de estas personas que tengo en mis contactos telefónicos, por insistencia de ella misma, que mira mis estados, pero que jamás me dice ni un por ahí te pudras. Total, que nos saludamos y, como siempre, a mi me dio una verborrea de estas que utilizo para llenar los silencios incómodos. Canté loas en honor a mi hija, dije versos en torno a la vida de mi hijo…y ya no supe qué más explicar. Para mi sorpresa, pues como digo, me reconoció que mira mis estados de móvil, me dijo que me daba la enhorabuenísima por haber conseguido, no solo sacar a los chicos adelante, sino también mi vida. Según ella, hasta el bachiller de su hijo, estuvo estudiando con él o ayudándolo en los estudios, y con ello había cortado sus alas vitales. Su hijo nos miraba a ambas como si no entendiera nada de nada. Y yo quise hacerle un diagnóstico sobre la marcha y luego pensé que, ni era asunto mío, ni no ha sido nunca porque como digo, su madre jamás me dijo otra cosa sino que el chaval era la monda lironda. Como si fuera a terapia por insistencia de las propias psicólogas. Ella es de esas madres que no hacen el duelo nunca.
Me quedé pensando en qué iba a hacer ahora que su hijo iba a la universidad, está haciendo un grado de informática, me dijo, cosa que no tengo idea de qué es, o a qué equivale. Qué hace uno cuando se ha pegado 17 años de su vida junto a su hijo, para que no se saliera del camino? Ella debió notar mi pregunta en la cara y me dijo que podía sentirme orgullosa de haber conseguido no solo cosas para los demás sino que no había sacrificado a mi persona. «Y encima, con dos!» me dijo.
Yo no sé si tengo que sentirme orgullosa o descojonarme viva porque aprobé las oposiciones con 51 añazos, promoción interna con 54 y, como todo siga ese ritmo, llegaré a gestión a tiempo para jubilarme. Pero de lo que hemos conseguido con nuestros hijos si. Quien anda caminando por esa vereda por la que transitamos mi marido y yo hace 19 años, y va por el principio, esto es, a oscuras y con una linterna de medio pelo, sabe que alcanzar ciertas metas, algunas tan fundamentales como que tu hijo o hija te diga un «me duele aquí», es algo que requiere de un esfuerzo titánico, y que, a pesar de todo, a pesar de sudar la camiseta en cada uno de los pasos que da, puede que no de el resultado esperado y debas escoger otro camino. Más largo. Más penoso. Pero esto es así. Ensayo-error. Una y otra vez. Hasta que das con la tecla.
Si hay alguien que lea esto alguna vez, solo quiero decirte que, aunque las cosas se te pongan del color de las hormigas, aunque debas renunciar y hacer un duelo del hijo o de la hija que imaginaste que ibas a tener y que no tendrás jamás, no todo es de color tristeza. Hay un montón de alegrías, metas alcanzadas, logros desactivados, gente bonita a la que conocerás andando el mismo camino que tú, y en la que podrás cobijarte cuando arrecie el temporal y te sientas profundamente desamparad@. Mucha fuerza! Recuerda que hay quienes vivimos en Avatar y hemos conseguido ser profundamente felices.