¿Qué libro estás leyendo ahora?
Este mes estoy leyendo tres libros, dos de Camilla Läckberg, y otro de un club de lecturas al que pertenezco y que, por la reacción de quien preside el club el otro día, tiene mala pinta. Estoy terminando el primero que se llama «El nido del cuco» y tengo empezado otro que se llama «Alas de plata» de la misma autora, y «Mi nombre era Eileen» de Otessa Moshfegh que es el del club de lectura y que, leyendo los comentarios, va a llevar a sitios por donde no quiero transitar ahora. Me gusta, en estos tiempos convulsos de mi vida, leer algo superficial, rozando las lecturas de Agatha Christie, pero envueltas en el calor o frío del norte de Europa, que tú vas leyendo que tal o cual personaje se derrite y piensas, qué bueno vivir donde sopla el alisio, y luego pones una sonrisa en tu cara y recuerdas que, precisamente por ese clima, suelen pasar los peores meses del invierno en tu tierra.
No creo que recomendara ninguno de los tres libros, a no ser que te guste los asesinatos creados por una mente tan fría como el invierno que la rodea. De Camilla he leído varias novelas, sobre todo cuando he necesitado no pensar en nada, cuando estoy hasta arriba de lo que sea, y solo quiero evadirme. Recomiendo uno de ella que hizo al alimón con otro autor, «El mentalista». Ese sí que me sorprendió y me llevó a lugares de mi pasado igual de oscuros que los de los personajes. Porque, en medio de alguna experiencia, nuestra mente salta como un resorte y todo se va al garete mientras intentas, por todos los medios que no se note que estás intentando salvar los muebles mientras las alarmas en tu cabeza hacen un ruido ensordecedor. Y entonces, cuando estás en ese modo, vuelves a ese día, a esa situación, recuerdas, tú, que a tu cerebro le habías pedido que, por favor, resetease todo aquello, y va el muy cabrón y te lo expone como en una película, no de esas con las que haces la siesta los fines de semana, no, sino con una en la que, al salir del cine, te abrazas de forma disimulada procurando que tu cuerpo vuelva a su zona de confort y no acabes vomitando las palomitas y el refresco. Donde tu mantra se convierte en un «que no se note que te ha jodido» «que nadie sospeche que, una vez, estuviste ahí, pero a tí nadie te gritó un «corten!» Tú viviste eso de una sola toma. Sin ensayos. Sin ficción.