Si pudieras conocer a un personaje histórico, quién sería y por qué.
A la muerte de su marido, Pierre, atropellado por un coche de caballos, Marie salió de donde se hallaba el cadáver de éste, y, de un lugar oscuro, a la salida del tanatorio, salió una mujer de mediana edad, con el cabello corto, pequeña, regordeta…Se acercó a ella con cuidado, como si supiera cuánto dolor tenía dentro y, muy despacio, le dijo que sentía muchísimo que se hubiera quedado viuda. Le dijo que los admiraba mucho, a los dos. A él por haber compartido su primer y único Nobel con ella, y a ella porque sabía que, él sin ella, nunca hubiera alcanzado la gloria. Esta mujer, extranjera claramente, le dijo en un tono muy suave que entendía todo el dolor por el que estaba pasando. Nadie que se queda viuda de un hombre que no acepta un premio si no es con su compañera de vida, puede no sentir una pena infinita ante la despedida de la muerte. Y más si es así, de un momento para otro. Por sorpresa. Por un accidente absurdo. Resvalar en la calle y venir a caer bajo un carro…Menuda suerte!!
Le recordó que tenía dos hijos, le dijo que volvería a obtener la gloria otra dos veces más. Dos veces más. Entonces Marie la cortó: «Y eso qué importa? Para qué me cuenta todo esto? A mi se me ha muerto el amor de mi vida, qué quiere usted con esta cháchara?» Entonces la señora le dijo que, para ella, su vida era un ejemplo de que, incluso con las diferencias de género, viviendo en una época donde si no hubiera sido por su marido nadie le hubiera reconocido un trabajo que había sido realizado codo con codo, con ella como motor de los descubrimientos. Era posible llegar a lo más alto, a tres premios Nobel concretamente, cosa que no ha vuelto a suceder en la historia de los premios, sin renunciar al amor, ni de sus hijos ni de su marido que yacía en la morgue con la cabeza destrozada por el atropello. Le dijo que, con sus estudios, con los que estaba en esos momentos, se conseguirían logros médicos inenarrables, que, gracias a ella, serían los médicos capaces de detectar enfermedades mortales, que, también, como el ser humano es, en ocasiones, despreciable, se utilizaría la radioactividad como arma, causando una devastación sin precedentes, algo de lo que ella no tendrá culpa ninguna.
«No quiero que se rinda!» «No deje de trabajar ni de estudiar! pero tenga cuidado, ponga cuidado, su descubrimiento es letal si se expone un ser vivo de manera directa». Entonces Marie miró para la mujer y le dijo: «Bueno, eso no será mala cosa si puedo reunirme con Pierre! Es un precio que estoy dispuesta a pagar». Entonces se sonrió y le devolvió la sonrisa a aquella señora extraña de ropas llamativas, que iba en pantalones y que la miraba con cariño y devoción. «No se preocupe usted por mí. Si lo que me cuenta es cierto, aún me quedan unos años de espera para reunirme de nuevo con mi marido. Volveré a mi trabajo. Ahora no! Cuando me recupere de este dolor.»
Entonces la señora extraña le preguntó si podía abrazarla. A modo de consuelo. Y le dijo que sí. Se abrazaron un rato largo, y luego, ese personaje estrambótico, se perdió en la oscuridad. Al cabo de un momento, sintió un fogonazo y se hizo un silencio sepulcral. Acorde con la situación del momento.
Ella se volvió a su casa. A acurrucarse en un colchón con sábanas vacías. A la falta de su marido en el taller, a la crianza de sus hijos sin él, a la viudez.
Al cabo de los días, se acordó de la señora extraña, Sandra, le dijo que se llamaba, y de su cálido abrazo. Entonces decidió que, tal vez, podría volver a su trabajo, porque con él, y según le había dicho aquellla señora, se acercaba más a reunirse de nuevo con él. Con su amor. Su único amor.