¿Cuáles son los 3 platos favoritos de tu familia?
Hace muchos años, cuando el mundo estaba cubierto de seres mágicos y de dragones, hubo un rey que era un absoluto tirano con su pueblo. Lo único que deseaba era todo aquello que pudiera hacerle feliz. Tan caprichoso era, que, un día decidió que su cocinero no hacía platos lo suficientemente elaborados y deliciosos para un monarca como él.
Su cocinero recibió la noticia del rey mientras trabajaba y, decidió, tragando saliva, subir a hablar con el monarca. Le iba su vida en ello. El destino de su familia estaba ligado al del capricho de un hombre. Le planteó a Su Majestad hacerle tres platos y, si ninguno de los tres le parecía bueno, estaba dispuesto a morir colgado del cadalso como un vulgar ladrón. Eso sí, el monarca se comprometía a cuidar de su familia hasta que la muerte viniera a visitarle.
Aquello agradó a ese ser caprichoso y voluble capaz de colgar del cuello a un hombre por el simple hecho de contradecir sus deseos. Le dijo que estaba de acuerdo y esperó al día de la presentación de los platos.
El cocinero no sabía qué hacer para agradarle. No dormía por las noches, no pensaba en otra cosa.
Su madre le había dejado en herencia un condimento que ella llamaba «el condimento de los aprietos grandes». «Cuando tengas un problema hijo, úsalo sin miedo y acuérdate de mí cuando lo utilices. Recuerdame tan vividamente que, tus lágrimas caigan en el plato que estés elaborando.»
Así lo hizo y, dejó esa receta para el final. Había utilizado en las dos primeras productos traídos de reinos lejanos para saciar el apetito de un tirano cercano. Presentó los platos al rey y, éste, desdeñó los dos primeros a sabiendas de estar rechazando algo realizado con una calidad exquisita. Estaba íntimamente encantado. Pero le daba más placer quitar una vida. Habían muchos cocineros en el mundo!
Le sirvieron el último plato, que consistía en uno elaborado con legumbres y, con una mirada socarrona, fijó sus ojos en los del cocinero. «Haz dejado el peor para el final, así que ya sabes que te tocará colgar del cadalso’ Le dijo.
«Probadlo y salgamos de duda», le respondió el cocinero. Y así hizo. Lo probó. Y, mientras lo saboreaba, pudo sentir todo el sufrimiento de su pueblo, la angustia de su cocinero, el desprecio de quienes él creía aliados. Y rompió a llorar. De a poco al principio y luego en un llanto amargo. Sintió todo el dolor que había infligido por años y, solo pudo hacer una cosa. Intentar redimirse. No quedaba otra. Su alma no permitía otra cosa. Desde aquel momento y por siempre jamás. Para dicha de su pueblo. Para dicha de su cocinero.