¿Eres de día o de noche?
En un tiempo muy antiguo, vivían una madre y su hija en una casa que daba a un amplio y hermoso jardín. Ambas pasaban muchas horas en él, juntas, hablando de un montón de cosas que solo ellas dos entendían.
En aquellos tiempos, era de lo más normal que, a la edad de la muchacha, 17, se considerase en edad casadera. Era muy hermosa y tenía muchos pretendientes pero ella no veía la necesidad de abandonar a su madre para irse con ninguno, porque aunque algunos parecían ir con las mejores intenciones, a la joven, no le parecían una razón de peso para unirse a un extraño para siempre.
Un día, llegó uno de ellos y tocó a la puerta de su casa. Al abrir, ni a ella ni a su madre les pareció trigo limpio pero, por educación lo dejaron cruzar el umbral de la puerta para que tomara un refrigerio y descansara un rato porque decía venir de un lugar lejano.
Cuando expuso a la muchacha sus intenciones, de manera muy educada, lo rechazó. Él le pidió que lo pensara y ella volvió a decirle que no. Entonces, por sorpresa sujetó a la joven a la fuerza y se la llevó consigo. No paró de viajar hasta llegar a un lugar oscuro, lleno de muerte y desolación que era lo que rodeaba a aquél ser malvado que había sido capaz de separarla de su madre para no volver a verla nunca.
La joven lloró y lloró. Primero, de manera silenciosa, luego, su llanto se convirtió en lamento y sus lágrimas un torrente que escapaba de aquellas cuatro paredes. A medida que iban pasando los días, la joven cada vez estaba más triste, pero, curiosamente, todo lo que rodeaba la vivienda, comenzó a revivir por efecto de sus lágrimas.
Tanto lloró que, al final, su secuestrador, apiadándose de ella, le dijo que le permitiría volver a ver a su madre. Con una condición. Que le dejara enseñarle lo que ella había creado con su sufrimiento antes de irse y que, pasado un tiempo, volvería con él a seguir construyendo aquella belleza. Si. Porque todo lo que se podía ver alrededor, todo aquello que era antes oscuridad, ahora era un jardín lleno de luz, de flores, de árboles frutales…»De acuerdo!» Le dijo la muchacha. «Yo también pongo una condición: «volveré contigo siempre que pueda hacerlo por mi voluntad. No quiero vivir en una relación forzada. Soy libre y así será siempre o elegiré morir si así no fuera».
Tras mucho hablar y debatir, llegaron a un acuerdo y devolvió a la chica con su madre. Y allí se quedó hasta que se dio cuenta de que echaba de menos a su marido. Al cabo de un poco, como si él supiera que ya era el momento, volvió a buscarla. «Ha sido de noche mientras has estado fuera de casa, es necesario que vuelva la luz a ella». Le dijo al verla. «Ella le sonrió y le dijo: «Volvamos juntos, hagamos cosas bellas, hagamos vida!»
Y así, en ese trato, y con ese acuerdo, vivieron juntos muchos años…disfrutando de la luz del día…y del frío de la noche!