Te dan una noticia increíble. ¿Qué es lo primero que haces?
Hace años, al fallecer mi abuela, llegó alguien a quien quería mucho y me dijo que solo nos veíamos en velatorios y, que el próximo sería el suyo propio. Yo sabía que su pareja, en ese momento ya ex, la maltrataba. Le había dado tal paliza ese verano que, sin poder simular los moratones, cogió la baja. El cuerpo, su cuerpo, era verde total. Además, trabajaba en un hospital, y sabía que la iban a diagnosticar con precisión. Claro está, la familia se enteró nada más echarle la vista encima.
En el momento de vernos, se desahogó con nosotras y, como soy una persona de carácter ansiosa, le aconsejé que huyera a otra isla y se hiciera humo. La tenía amenazada con sus sobrinos, con sus hermanos…»Si me dejas te mato y me mato» y ella, al igual que yo, estaba comvencida de que no era una fanfarronada.
A los dos años, cuatro meses después de dar a luz a mi hija, me fui de viaje para que mi familia pudiera verla y estar con mi madre. Quería que me dijera que algo en mi hija no iba bien pero resultó que su diagnóstico fue de lo más regulinchi. La niña era perfecta y a mi me fallaba el coco por histérica. Pudiera ser! Pensé.
En esa tesitura estaba, cuando me dice que me va a dejar no recuerdo si uno o dos días porque se iba a Madrid con su marido por motivos laborales. El día que se iban, dándole el pecho a la niña, siento un grito ahogado de mi madre. Luego, la oigo subir las escaleras, abre la puerta y me dice lo que se había pronosticado. La había matado y se había volado la cabeza. Con un arma ilegal que la policía no investiga por estar los dos muertos o si, y no dan con el origen de la misma. Yo me quedo en shock y, justo en ese momento, ya no puedo volver a dar el pecho a mi hija. Grito desesperada que cómo diablos no se ha podido evitar algo así!. Que cómo es posible que alguien tan maravilloso haya tenido tal fin!
Luego supe que llegó viva al hospital y que no pudo superar la operación. Antes, al de la ambulancia, le dijo: «este cabrón me ha matado». Sabía que la vida se le iba por los dos orificios de bala.
Y así, cagándome en la puta vida es cómo reaccioné a semejante noticia increíble. Con cara de idiota y con ganas de gritar que el cosmos podría si eso poner sus ojos en otras personas y no en gente como ella, una chavala buena gente y con una resiliencia increíble. Pero no, por lo visto era necesario que muriera con 33 años. A manos de un desgraciado. Para acabar cubierto su cadáver por una lápida. Era necesario…
¿Hay alguna actividad o afición que hayas dejado atrás o en la que hayas perdido el interés con el paso del tiempo?
Con mis 54 años encima, he dejado muchas aficiones atrás. Algunas por exceso de años, como el ballet, alguna por falta de paciencia, como la de coleccionar sellos, y alguna por discrepancias con la directiva de un determinado club de fútbol, el Real Madrid, que decidió destituir a Vicente del Bosque cuando que acababa de darle la liga, su segunda liga! Menos mal que la vida es justa, lo nombraron seleccionador y se fue para volver con la copa del mundo. Me imaginan siendo futbolera? Si. Sé lo que es un fuera de juego! A que no tengo maneras? Pues si. Hace mil millones de años que ya no sigo ni la liga, ni conozco a los jugadores, ni nada de nada. Cuando Florentino dijo que quería un equipo galáctico, mandé al equipo a tomar muchos vientos. Y lo mismo les sucedió en la liga. No volvieron a remontar hasta bastante después. Pero yo ya no veía los partidos. Eso sí. Lo último que hice fue ver el Mundial que se remató con aquel: «Iniesta de mi vida!» de un Camacho exultante de felicidad. Menudo golazo les marcó a Holanda! Menudos marrulleros los holandeses!
Otra de mis «aficiones» ya más por obligación que por placer es estudiar sobre el autismo. Durante estos 17 años he leído, me he formado, he hecho un máster…pero, el año pasado, cuando iba por la mitad más o menos de éste, mi hija me dijo que dejara de emplear tiempo en entenderlos. Que pusiera el foco en mi. Que fuera egoísta. Que estudiara para promoción interna y me dejara de gastar dinero en esos cursos. Eso ha sido lo más difícil de hacer. Le dije a mi hija que lo hacía por ayudarles a tener una vida mejor, y ella me contestó que, a mi edad, lo que debía hacer era buscar yo una vida mejor. Buscar mi felicidad.
Es la decisión más dura de mi vida. Tenía un curso pendiente que no hice. Directamente. Me metí en la primera lección y me rendí y, junto con mi rendición, decidí dejar de medicar al niño. Esto último porque le daban unas migrañas terribles a consecuencia del medicamento. He de decir que, sin ella, a pesar de las dificultades, ha empezado a florecer, a mejorar, a entender. Producto de mi decisión? No. Pero sí por todo lo que llevo en la mochila. Por todo lo estudiado, por su terapeuta, que es una maravilla, y por él mismo que ha visto cómo se cambia la mirada de los demás en su persona, haciendo que mejore su autoestima.
Y en esas estamos actualmente! En poner el foco en mi. Estoy estudiando para ser gestora que es el último paso que debo dar para ascender al nivel que tengo de titulación. Lo hago por amor propio? No. Lo hago por mi. Porque quiero emplear la misma energía que empleé en los demás para mi misma. A ver qué sale de todo eso! No sé si lo consiga, pero desde lueguísimo, pienso disfrutar de cada uno de los pasos y decisiones que tome. Quiero pasarlo bien los últimos años de mi vida!
Mi día ideal sería aquel en el que solamente me dedicase a hacer cosas que me gustan. Tomar un desayuno largo, leyendo algo bonito. Luego daría un paseo hasta el gimnasio y haría ejercicios para tener la mente y el cuerpo bien. Llegar a casa, y darme una ducha larga en mi baño con tamaño y pinta de spa, y esperar a la hora de comer oyendo música.
Luego vendría una comida rica y sana, para no echar por la borda lo que me curro en el gimnasio.
Por la tarde la pasaría con mis hijos, en algún lugar divertido, da igual cual. O didáctico. Que también los hay muy bonitos y divertidos. Luego pararíamos a merendar con el único propósito de llegar rodando a casa, llenos de comida y de cariño los unos con los otros.
Y para terminar, prepararía una mesa enorme, donde irían a cenar los que aún están y los que ya partieron. Y nos darían todas las horas, y allí seguiríamos, disfrutando los unos de los otros. Sabiendo como ahora sabemos que un día será el último que compartamos juntos. Y cuando me fuera a descansar, lo haría en una cama enorme, con mi madre y mi hijo, uno a cada lado, aspirando el aroma de ambos. Para no olvidar el pasado y para ir creando futuro. Con esa premisa dormiría y tendría un sueño amable en el que mi vida no estaría patas arriba sino tranquila y llena de armonía. Y dormiría en un sueño profundo y reparador. De esos que no he tenido en la vida.
Si no fuera madre, nunca, jamás, en la vida, me hubiera acercado a la cocina. Cuando mi aún marido y yo hicimos nuestros votos, que consistió en pactar dentro de un Ford Fiesta azul metalizado qué rol tendría cada uno dentro de casa, él me dejó claro que lo de recoger, no le iba en absoluto pero que cocinar si que le gustaba. Así que eso se pactó y fue inamovible hasta hace un año aproximadamente. Perfecto para mi. Además, en ese entonces tenía un trabajo a tiempo parcial y tenía tiempo para mantener la casa ordenada. Él, si trabajaba todo el día siguiente, el anterior dejaba comida preparada para yo comer y marchar al trabajo. Ahora ya eso se ha terminado. Pero por aquí hay miles de bares que ponen menús diarios y, aunque yo iría todo el día con un bocata, mi hija no. Y allá que nos vamos en amor y compañía. A hablar de cosas que no tengan que ver con lo que nos pasa a su padre y a mi, sino de sus cosas y un poco de las mías.
Al llegar los hijos, el tema cocina se convirtió en una especie de menú a la carta, no me gusta la carne, yo quiero Poké-Poké, podemos ponerle tofu al puré? A mi no me gusta el salmón…y el hacer de comer se volvió una obligación que hizo el amago de pasarme el relevo a mi, aunque yo, gustosamente, lo solté y dejé que cayera al suelo. Faltaría más! Yo para médicos, medicinas, terapeutas, profesores…menos la dentista, el resto lo he llevado yo, plus trabajo, plus casa, plus oposiciones, plus promoción interna…y me he negado a claudicar cediendo mi minúsculo terreno al pater familia (así se hace llamar) Hasta ahí podríamos llegar!
Las vacaciones las pasábamos con mi madre, y ella, siempre, cuando llegaba mi cumpleaños, que es en verano, me preparaba mi plato preferido. La ensaladilla rusa. Ni idea de porqué es mi preferido pero he probado miles, y, como le quedaba a mi madre, poca gente. Mejor dicho, ninguna. Total, que al fallecer ella, se suprimió en mi vida también el hecho de que alguien hiciera algo por mi por darme un capricho. Un mimo. Finito. Así que, un día, me puse a pelar papas, a sancocharlas, a ir metiendo ingredientes, a recordar, mientras hacía esa tarea, las conversaciones con mi madre mientras cocinaba, nuestras risas, el cómo nos íbamos poniendo al día de lo que nos había pasado en ausencia de la otra y que no podía resumirse en una llamada telefónica. Al terminar había cocinado yo un plato decente que gustaba mayormente a mi hija y a mi. Me pregunté para qué diablos había hecho aquél caldero y me respondí que para abrazarme. Para darme un gustazo.
No suelo dirigirme a la cocina muy a menudo, no me gusta transigir en que él se encarga de la comida y yo de todo lo demás. Como digo, he cedido tanto, que el terreno que piso debe ser del tamaño de un dedal. Pero cuando lo hago, suelo tener detrás a mi madre y a mi abuela, las dos alucinando muy fuerte por el hecho de verme entre fogones. A veces las oigo reírse, mientras ellas también se ponen al día la una con la otra de los 16 años que estuvieron sin verse.
Cuando acabo de cocinar y de recoger, me pongo un plato de postre de lo que he cocinado, una copa de vino, y brindo con ellas el haber formado parte de mi vida. El hacer de mi la mujer que soy. Y en ese instante me quiero, me amo fuertemente.
Mi primer ordenador no fue solo mio sino nuestro. Mi marido se trajo uno que había comprado de soltero, con su primer sueldo, con una pantalla tan pequeña que apenas podías ver qué estaba mirando o mejor, jugando.
Al cabo de poco fue sustituido por otra torre y una pantalla bastante más chula que la anterior, y que ya permitía jugar a juegos de ordenador de más entidad.
Recuerdo que mi casa era un trasiego de compañeros y amigos que le ayudaban a instalar, bien algún artilugio para la computadora, bien para instalar juegos. Yo pasaba de largo por el estudio ofreciendo café o refrescos en agradecimiento por salir de su casa a ayudar a un tío que nunca fue capaz de seguir las instrucciones que venían en las cajitas de los juegos ni de ninguna otra índole.
Luego llegó la niña y con ella un diagnóstico incierto lleno de dudas y de palabras que no entendía. Y entonces me acerqué por primera vez a buscar en Internet cuáles eran los «síntomas» del autismo. Y así empecé. Luego me uní a Facebook intentando buscar gente igual de desesperada que yo y cuyos peques actuaran de la misma manera que mi peque. Y así, buscando y buscando, descubrí que mi hija no tenía un Trastorno Específico del Lenguaje. Oyendo a un chaval que lo padecía siendo entrevistado en una radio local y cuya entrevista colgaron en la web de la asociación. Entonces hice una especie de quien es quien en mi cabeza y, descartando cosas, quedó el autismo en pie mirándome socarrón y explicando que él había venido para poner mi vida patas arriba y no una vez no, dos. Si. Porque en ese mismo ordenador, con una torre modificada, me tiré a buscar el cómo era posible que un niño de 7 meses, que había nacido con un peso de más de 4 kilos, tuviera hipotonía. Y entonces me salió una pregunta, «fue prematuro?» Y cuando la respuesta fue no, me llevó a un link que ponía «qué hacer cuando mi bebé es autista?» Y entonces me quedó todo claro. Aún así esperé al diagnóstico oficial para hacer el duelo.
Esta semana me ha dicho que en el cole sus compañeros lo llaman autista y él, la verdad, no tiene mucha conciencia de su realidad. Le expliqué que, si sus compañeros se lo decían como un insulto, debía hacerles entender que ser autista y llamarte así no lo es en absoluto y que no debe emplearse como tal. Además, aprovechando el día de la paz, que fue el 30 de enero, su profesora de PT dio una charla en clase sobre cómo es él y porqué es diferente. Un poco para ir atemperando los ánimos, que ya van camino de la adolescencia y esa, desgraciadamente, es una etapa crítica en la vida de todo chaval que sea medianamente distinto al resto. Imaginen lo que puede ser con una persona a la que notas ademanes de extraterrestre!
La profesora de PT, la única ayuda escolar que tiene, me ha dicho que está muy contenta porque el crío está muy expresivo y parlanchín y ha mejorado un montón. Tanto que, cuando terminó el curso pasado, me pasó un listado de items sin alcanzar con el que se me cayó el alma a los pies. Este primer trimestre, los items conseguidos eran más de una docena.
Cómo han cambiado las cosas! , el ordenador ya no preside la mesa del estudio y éste va camino de ser la habitación del niño. Y el niño va camino de ser un hombre. De convertirse en un gran hombre!
Mi queja empieza y termina en un haber estado 36 años de mi vida con alguien, quererle, respetarle, darle dos hijos, habernos acompañado en la enfermedad, yo más a él que él a mi, supongo que porque se hizo común que me tirara en la cama por mis migrañas con demasiada frecuencia, y ahora tratarnos como si fuéramos perfectos desconocidos.
Empezamos nuestro recorrido cuando entre los dos sumábamos medio euro de riqueza. Dos jóvenes pelados de dinero, con muchas ganas de salir de aquel estado. Luego me aparté para darle tiempo a los estudios de sus oposiciones, y luego llegaron, casi seguido, su aprobado la boda y los hijos. En todos estos años de pelear por salir de los atolladeros de la vida, respeté sus manías, su pulsión de no tirar ni un papel, de llenar una habitación entera con sus cosas, como si fuera un trastero, el que su madre me haya considerado persona non grata en la vida de una familia que se creen aristócratas o algo así y, que, en cuanto escarbas un poco, ese barniz oculta los mismos defectos que en los demás hogares.
Luego llegó el terremoto de la pandemia y, con ella, parte de mi entramado psicológico se fue a tomar viento. No sabía de dónde venía la historia, igual que cuando hueles a quemado y andas por la casa olisqueando por si las moscas, yo sabía que algo no cuadraba, pero no precisaba el qué.
Primero pensé que era mi trabajo, pero cambié de oficina al aprobar mis oposiciones y seguí sintiendo que algo no iba. Luego, mis sospechas se fueron a la pérdida de mi madre. No. Tal vez fuera la angustia de tener dos hijos autistas…tampoco. Luego llegaron las amistades, la gente que se preocupaba por mi, la que me decía las cosas que hacía bien y no siempre las que hacía mal. La gente que no me faltaba el respeto. Que al cruzarse conmigo en un pasillo no hiciera como si todos los años que nos conocemos tuvieran un valor menor a cero. Llegó la terapia psicológica, mi Elena, que pone en una visión objetiva las tormentas por las que ha transitado mi vida, y, con ella, un día, miré a mi alrededor y descubrí que hacía tiempo que mi marido y yo no caminábamos uno junto al otro. Al pararme, tuve que hacer un esfuerzo por ver dónde andaba él. Puse mis manos de vicera y, a lo lejos, lo vi alejarse sin mirar atrás. Sin preocuparle ya si yo le seguía. Y me puse triste. Y abrí la boca para gritar su nombre para que me mirara y me viera una última vez. Para que sintiera que tal vez, alejarse de mi no iba a ser una buena idea. Pero ya él no escuchaba. Y me acordé, no sé porqué, de los versos de Machado: «caminante no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar». Y eso será todo. Ya no volveremos a tropezar en la vida porque ambos dos hemos decidido que no vamos a volver sobre nuestros pasos. Buen viaje chico! Te deseo toda la suerte! Seguro que tú a mi no, pero, es que, ahí, en no tener rencor a alguien a quien he querido tanto, te gano por goleada. Lo dicho, que seas muy feliz, tanto como lo que merezco yo misma. Nos vemos si eso en Avatar.
Háblanos de las tradiciones de tu familia que más te gusten.
En mi familia, era tradición, hasta ayer, salir todos juntos a elegir lo que íbamos a comprar para la casa. Casi era religión ir los cuatro, mirar los artículos, elegir el que daba mejor calidad precio, nada de marcas nisu (ni su p… madre la conoce) y luego, al terminar de comprar, nos metíamos en la cafetería del centro de marras y nos tomábamos una merienda. Pero ayer, como ya dije, no fue así. Mi marido tenía una cosa importantísima que hacer, porque, a pesar de que ya habíamos hablado de ir el fin de semana a las compras, se fue a sacar un kayak a la playa con compañeros de trabajo, y a mi, como en definitiva, la cosa de salir con él me la suda muchísimo, le pregunté a mi compañera de curro si nos acompañaba. Es la primera vez en todos los años que llevo de casada que hago algo así, porque durante un montón de tiempo no me fié ni de mi sombra y, siempre he pensado que decir a alguien que salga contigo y con tus hijos, siendo los dos autistas, era colgar un marrón. Pero ya no. No solo es que me fio de ella y de su criterio, es que adoro a mi compi que es sobre todo amiga.
Y mis hijos son grandes, se han vuelto serios, responsables. Mi hijo, por ejemplo, dentro del parking te espera en cada esquina peatonal a que tú le digas que puede cruzar sin riesgos. Mi hija es una mujer. Con la cabeza más amueblada que su madre, que, cuando acabamos, me felicitó por tomar decisiones de manera autónoma. Sin esperar la bendición urbi et orbi de nadie. Me dijo que no solo tenía criterio, sino que tenía un buen criterio y que, cuando no estaba el padre por los alrededores, pensaba con más claridad y tomaba buenas decisiones. Y eso me llevó a pensar en la cantidad de tiempo que me ha tomado entender que puedo hacer amigas, como toda hija de vecina, que tengo opiniones válidas, que no soy una tonta y que, las cosas que hago no tienen porqué afectar negativamente a nadie. Lo que es tener una baja autoestima y pensar que vales menos que nadie! Qué tristeza!
Por supuesto, cuando llegó y vio las compras, una tostadora, una batidora, una plancha que eran electrodomésticos que en casa estaban rotos desde hacía un montón, y un purificador de aires, para el niño y su alergia, me dijo que había elegido mal la tostadora poque sirve para hacer cuatro panes a la vez y que si él quiere uno pues bla, bla, bla…mientras le explicaba lo del purificador de aire, de su funcionamiento, cogió la tablet, que es el amor de su vida y me espetó que dejara de molestarlo. Pero no, las cosas no funcionan así. Voy a molestarlo bastante a partir de ahora, porque cosas que eran intocables, van a salir de casa porque solo son un criadero de polvo inútil. Así que se ha acabado el ordeno y mando y el deja eso ahí que a tí no te molesta. Si. Si lo hace. Sobre todo cuando sabes perfectamente que es una tontería aguantar esa porquería en una casa tan pequeña. Tiene incluso cosas compradas que no ha sacado del envoltorio del pedido, no de hace unos meses, no, desde hace años. Sabe qué es, pero no las ha abierto. No tiene idea si funciona. Y ahí he estado yo. Callada. Parada. Sin moverme no fuera a molestarle. Pero ya se acabó. He descubierto lo que valgo y ahora ya no me callo ni debajo del agua. Faltaría mas!!
¿Qué es lo que más te gusta hacer en tu tiempo libre?
Ayer terminé un curso de inglés que estaba haciendo de C1. Acababa de llegar del gimnasio y, cuando ya estaba duchada y acostada (voy al gimnasio por la tarde noche porque mi vida es un caos hasta entonces) me saltó en la cabeza que el curso acababa y que yo no había hecho el examen. Pensé por un segundo dejarlo. Rendirme. Pero me levanté. Abro el ordenador y no consigo abrir la página. Será una señal para que me vaya a acostar de nuevo? Luego se me cayó el ratón del ordenador, que me dejó ver todas sus tripas, y aquello se convirtió en una yincana vital. Total, que no me rendí. No porque el curso me diera nada o me aportara nada, sino porque me gusta acabar lo que empiezo. Soy así de seria. Qué le vamos a hacer! Aprobé al primer intento con ayuda de mi hija aunque sin ella también hubiera sucedido. Es solo que una se siente más segura haciendo estas cosas en compañía.
Al levantarme he leído un blog de una chica que me gusta mucho lo que escribe. Rocío Montes se llama. Ella escribe en inglés, y, curiosamente, su entrada iba de los propósitos del 2025, y de priorizar. Da el consejo de poner el foco en la salud, haciendo ejercicio, y en dedicar tiempo a los que quieres. Y esa es exactamente mi propósito este año. Estoy sentada ahora mismo escribiendo sobre una mesa de escritorio que lleva acompañándonos todos los años de casados. Pero, como a mi matrimonio, le quedan días de no seguir entre estas cuatro paredes. A ella voy a despejarla, quitarle el montón de papeles y trastos que lleva encima, y dársela al hermano de mi marido. Debería decir mi cuñado. Es más corto. Pero es que llevo un tiempo organizando mi vida como si mi marido no estuviera ya por aquí. Y eso me lleva a otra de las reflexiones de Rocío. Priorizarme. No seguir cumpliendo años viviendo con una persona que solo me dice lo malo y nunca lo bueno. Que ni siquiera sabe que tengo un blog. Que no conoce de mis monstruos. Que no quiero que utilice ni uno ni otros para restregármelo por la cara cuando me ve «un poco subida». Le llama a eso, el ver que me doy palmaditas en la espalda cuando consigo algo que ni yo misma esperaba. Como conseguir aprobar las oposiciones. Como conseguir despedirme de una de las personas a la que más he querido, mi madre, sin salir del hospital, despavorida, gritando que se estaba cometiendo una profunda injusticia. Que mi madre no debía morir tan joven. Conseguir, porqué no, sacar a dos hijos autistas adelante, sin ayudas de ningún tipo, y lograr que sean las personas más maravillosas que habitan el planeta Tierra con permiso de mis hermanos. Mantener el legado de mi madre y no permitir que se caiga a pedazos aún después de haber pasado cuatro años de su partida. Haber sido una persona respetuosa con todo lo suyo. Respetar igualmente sus manías absurdas, sus quejas cuando algo no salía exactamente como había planeado, aunque la que hubiera gestionado toda la logística fuera yo y los demás solo se hubieran sentado a disfrutarla. Cuántas veces me ha dicho que ahorrara en esto o en lo otro y, por evitar esperas, por evitar ruidos fuertes, he obviado lo que me decía y elegía gastar a lo mejor, cuatro euros más por persona. Qué derroche!
Ninguna cosa se me ha agradecido, pero no importa. O sí! Y por eso digo hasta aquí. Me priorizo. Me quiero. Me importo. Y ya no necesito su validación. Y sé que suena triste porque no puedo evitar sentirme triste. Pero como me dijo una amiga ayer: «Todo pasará, incluso esto». Y, si conseguí ver cómo mi madre nos dejaba para siempre, el alejarme de una persona que no me valora es pan comido. O no. Pero tampoco importa. Todo pasará. Incluso este dolor.
Iba a decir que el trabajo de mis sueños es el que tengo actualmente. Me gusta esto de trabajar para la Justicia, aunque la pobre, menos mal que lleva la venda en los ojos, porque aquí, como en todos lados, existe gente seria y gente que no. Gente a la que le preocupa que tu juicio se haya puesto a un año vista, y a otros que no. Abogados que ponen palos en las ruedas de un procedimiento de su cliente, porque no son capaces de reconocer que no tienen ni idea del trámite que llevan entre manos, y otros que son, además de buena gente, currantes a pie de trinchera. También las hay que se ocupan y se preocupan por los pocos medios con los que trabajamos, que tiramos para adelante, que revisamos los expedientes de nuestros armarios, mirando que no se nos haya escapado algo que pueda costar la suspensión del juicio. Que nos hemos sudado la camiseta para estar sentados ahí. Y en ese regodeo estaba metida cuando descubrí que hay otro trabajo que aún me gusta más que el anterior. El trabajo de la maternidad.
Criar a mi hija, con todas sus dificultades, ha sido un viaje duro pero enriquecedor. Hemos estado comiendo juntas y, recordando anécdotas, nos hemos echado unas risas. Pero ha sido duro. Sobre todo hasta que no tuvimos el diagnóstico definitivo. Si alguien me hubiera dicho que todo lo que pasaba era que era autista, me abrían ahorrado más de un disgusto. El desasosiego de no saber es lo peor del mundo.
Luego llegó su hermano y con él el diagnóstico entró en nuestras vidas como un misil tierra-aire. Y con eso una tristeza propia de quien recibe una mala noticia casi detrás de la otra.
Mis hijos, a pesar de todo, han sido el producto de un curro hecho como el de un orfebre. Un trabajo fino, con detalles, paciencia, cariño…y el resultado de todo ello ha dado lugar a que, este mundo, es bastante mejor desde que ellos están en él. Los amo por encima de mis posibilidades, y, aunque mi marido y yo hemos descubierto que es posible que ya hace tiempo que vamos caminando por senderos distintos, volvería para atrás y lo haría igual todo de nuevo.
Mis hijos son el verdadero trabajo de mis sueños. El amor que recibo de ellos es la fuerza que hace que me levante cada día. Sus sonrisas, la luz que ilumina mi vida. Si ejerces una paternidad al uso, con un trato al uso hacia tus hijos, cuando ven que te preocupas, cuando te ocupas, todo lo que haces te viene devuelto. No todos los padres tenemos esa suerte pero, los que tenemos hijos con alguna dificultad, somos los campeones de recibir mil en cosas en las que, sin duda, hemos dado menos. Pero son tan agradecidos! Y es un placer tan grande la crianza! No es un camino de rosas. Es arduo, difícil! No ando sobre una alfombra de pétalos y ni falta que me hace!
Se marchó de casa siendo un chaval muy joven. Sus padres querían que él fuera por lo que ellos consideraban como el camino correcto, y él decidió salirse por la tangente. Es lo que tiene ser hijo, cuando te ponen en la tesitura de no poder hacer lo que te da la gana, bien sea porque no tienes independencia económica, bien porque eres muy joven para tomar decisiones, barajas tus opciones y decides la peor de todas. Decides alejarte. Tomar las riendas de tu vida. Una autonomía ficticia porque, en la calle, si no te pegas a alguien más fuerte, puedes acabar muy malamente.
Se marchó como digo de casa buscando una independencia que no tenía y se metió de lleno en otra forma de vivir atrapado. Comenzó a drogarse. Por si eso no fuera suficiente, como si el sostenerse a sí mismo, no costase ya, por si solo, la vida. Pedir a la puerta de un supermercado puede no dar para ambas cosas, y, claro! entendió que debía dar algún palo a alguien para subvencionarse su adicción. Eligió a una pobre mujer, ya mayor, cargada con la compra, arrastrando su cuerpo en aquella calle sin gente y decidió robarle lo que llevase en el monedero. No hizo falta hacerle mucho daño, con darle un fuerte empujón tuvo para tirarla al suelo, porque ella no quiso soltar las bolsas, lo que le impidió siquiera sujetarse en la caída. Lo último que vio en el suelo fue unos pantalones vaqueros y un torso sin camisa, corriendo en dirección contraria a su edificio.
Con el paso del tiempo, y tras entrar muchas veces en prisión por otros «palos» llegó a la edad en que eliges si tu vida será así para siempre, es decir, vivir a tiempo completo en la prisión, o darle un giro a tu miserable existir buscando algo más honesto que hacer con tu cuerpo. Había notado que, dentro de la institución, cuando salían al patio, se le juntaban unos cuantos a los que les gustaba lo que él decía. A los funcionarios aquellas reuniones no les gustaba mucho por esto de que cada vez se iban juntando más presos a su alrededor. Como con Jesús de Nazaret, pero en mal. Notó que tenía el carisma suficiente para convencer a sus compañeros de una vida mejor, de una rehabilitación, de buscar la senda correcta. Todo ello, claro está, mientras él seguía consumiendo drogas oculto a los ojos de los demás.
Cuando salió de prisión, buscó un trabajo y un apartamento minúsculo, y, comenzó a ir por las calles buscando adeptos a sus filas. Primero fueron personas como él, que había andado perdido sin saber a dónde ir. A ellos los convirtió en sus apóstoles. Luego fue a por los que tenían poder adquisitivo para subvencionar todas aquellas zarandajas. No podía creer que la gente fuera tan crédula! Mejor! Y así, con su sonrisa, su cambio de vestimenta a trajes de marca primero, y luego a los hechos a medida, su labia, y su carácter dominante, consiguió que, un número incontable de seguidores, se mudaran con él a una granja enorme, a trabajar como cabrones mientras él, como buen líder se tocaba las narices en su suit. Cuando le apetecía tener sexo, cuando quería seguir consumiendo, se iba sigilosamente de aquella prisión sin muros a los pueblos de los alrededores, a lugares donde nadie recordara su cara siquiera al minuto siguiente.
Una mañana, después de haber consumido por encima de sus posibilidades el día anterior, bordeando peligrosamente la sobredosis, se levantó lleno de dolores. Se fue al baño, encogido como un tres, se lavó la cara, se miró al espejo y vio que la imagen que le devolvía no era precisamente la de un líder. Y no era líder porque algo estaba por encima de él. La droga. Si seguía en ese camino, un día entrarían en su habitación y se lo encontrarían muerto en la cama. O peor aún, moriría en un callejón donde nadie sabría quién era. Solo sería un cadáver, un indigente, un yonkie más.
Pensó en dos opciones. La primera, decirle a sus seguidores que había recibido un mensaje místico en el que se le comunicaba que debía ir arreglando sus cosas porque el mundo se iba al carajo y convencerlos para quitarse la vida con él, o bien, ser honesto por primera vez en su miserable vida, explicar su problema y meterse en un centro de desintoxicación. Esto último suponía un problema. Él era el líder de toda aquella gente. Sin su presencia, el goteo de acólitos abandonando la granja sería costante. Volver a no tener nada le parecía una soberana putada, pero se tenía a sí mismo, a su carisma, su don de la palabra, su sonrisa, su magnetismo. Y decidió arriesgarse. No quería que nada ni nadie estuviera por encima de su persona, de sus decisiones. No debía seguir siendo esclavo. Y si pasaba el mono entre aquellas cuatro paredes? No. Descartado. Había que transitar todo aquello sin mimos, sin cuidados de gente que estaba allí solo por satisfacer sus caprichos. Demasiado peligroso. Demasiado cómodo. Dio un fuerte suspiro, se arregló y fue a enfrentarse con el grupo, a explicar que él era un hombre débil, hecho de carne mortal, atrapado en la telaraña de la adicción.
Salió de su cuarto y se enfrentó de nuevo a lo desconocido. Al no saber qué pasaría después. Y sintió miedo y se vio vulnerable. Por primera vez en su vida.