Cuando mi hija comenzó a ser acosada por su compañero de clase, su actitud primera fue la de huir de él y de todos en el patio. Cuando supimos lo que le pasaba, decidimos padres y profesores, ponerle a alguien que vigilara un poco en el patio y que hiciera de persona integradora de la niña y los demás chicos. Y entonces, al cesar el acoso casi del todo, a ella le empezó a interesar tener amigos con los que jugar. La recuerdo aún llevando un gran juego de mesa donde ella era una auténtica profesional, para invitar, uno por uno, a los niños del patio para que jugara con ella. Y resultó! Poco a poco comenzó a hablar con otras niñas y la cosa se hizo menos asfixiante. En cuanto al acosador…pues he de decir que no lo gestioné bien.
Un día, ella me llegó con una invitación para ir al cumpleaños del pegón, cosa que me pareció de un cinismo enorme, y le dije que no íbamos a ir. Para mi sorpresa, me preguntó que porqué no. Y le contesté. Vaya si lo hice. Le quité la invitación de las manos y, rompiéndola le dije que no acudíamos a cumpleaños de niños que pegaban a otros niños.
Lo peor fue que mi hija le dijo cuando llegó al colegio que no podía ir a su cumpleaños y cuando él le preguntó que porqué no iba, mi hija le contestó lo que yo había dicho. Y él se puso a llorar. Y yo me sentí fatal porque entonces descubres que el acoso tiene mucho que ver con problemas que el acosador tiene en casa o vete tú a saber, y que yo, con mi frase, solo había puesto una piedra más encima de su cabeza. Luego ya la cosa se salió de madres y, los padres del chaval, que debían ser el foco del problema, me dejaron a la altura del betún con el resto de los padres. Y así fue como se cortó toda posibilidad siquiera de tener una persona aliada dentro del grupo. Teníamos el típico chat de papás de wassap, y, cuando exponían alguna cosa y daba mi opinión seguían hablando como si yo no hubiese intervenido. Me resigné a que en el pecado llevaba la penitencia y la cosa duró pues hasta que me fui del grupo, antes de ir mi hija al instituto. La última que me hicieron fue que, pregunté que en qué iba a consistir la última actuación de los chicos en el cole, y, todos, a una, me dijeron que ese año no habría ninguna. Cuando fui al salón de actos, a ver a su hermano que sí salía, veo con horror que sale la clase en peso bailando. Todos menos ella, claro. Fue como si me dieran una bofetada. No podía creer que, después de tantos años, siguieran con ese rencor y ese odio. Era todo absolutamente ridículo porque, ya a esas alturas, mi hija se había hecho amiga del chico que la acosaba, y, antes de abandonar él el colegio, se dieron un abrazo de esos que llenan el alma y te sirve para recordarlo un montón de años. En fin. aguanté el tipo hasta que salió mi hijo y me fui a casa con un mal cuerpo que me dura hasta el día de hoy. He de decir que mi hija siempre tuvo dificultades para explicarme qué o qué no se le pedía en el colegio. Y yo no la supe entender cuando me dijo que necesitaba ropa militar para la actuación. Y yo me arrimé al árbol que no debía. Ahora, como consecuencia del covid 19, se utiliza muchísimo el hablar con los profesores a través del correo electrónico. Y ya no he necesitado de ningún otro padre que me guarde rencor por algo que hice hace 5 años.
Lo mejor de todas estas cosas, es la actitud de los propios chicos. A medida que fueron haciéndose mayores, también se hizo mayor la curiosidad del grupo. Ya no se callaban que mi hija era extraña y ya. Ya le preguntaban a las claras qué le pasaba. Y ella, a las claras, les decía que era autista. Y entonces el grupo se hizo profundamente unido y así siguió hasta que fueron a bachiller.
Al terminar bachillerato, se hace una prueba que se llama Ebau, aquí en España. Mi hija me preguntó que si debía presentarse por el turno de discapacidad, porque le daban más tiempo y una clase con un ratio menor de alumnos. Y le dije que por supuesto!. En su colegio eso iba un poco a discreción del profesor, qué menos que aprovechar algo que impone la ley!. Luego me contó que hubieron tres clases, y que creía que solo ella y otro chaval eran autistas. Los demás, tdah. Yo pensé en todos esos chavales que se quedan por el camino porque su dificultad, los ratios por clase, el profesorado…no hacen más que ponerles palos en sus vidas y renuncian a seguir por simple incapacidad vital. Porque está por encima de todo su salud mental. Y es muy triste.
Los exámenes fueron dos días completos. Y luego, esperar a las notas creo que unos quince días. Lo irónico es que hubo graduación antes de saber si estaban aprobados y si obtendrían la nota suficiente para ir a la carrera elegida. Fue una ceremonia muy emocionante, donde piensas en todo aquello que ha sucedido en todos esos años dejados atrás. Recuerdas a tu madre, que no hacía más que hablar de cuando la niña recibiera su orla, de que la avisara con tiempo para acudir a ponerse en primera fila y llorar como una loca. Y solo te queda echarla de menos. No verla sentada junto a ti a tu izquierda, con su móvil en las manos y su risa nerviosa como la de una niña pequeña. Acudió a la orla un chaval que conoció y que acudía con mi hija a terapia. Así que la cosa fue de ponerse a llorar como las locas. Y yo no podía porque debía estar entera para ella, para que no se desconcertara y supiera que estaba ahí para lo que necesitase en cada momento. He hecho muchos sacrificios por ella, pero ella también ha debido sacrificarse mucho para estar donde ella está. Y llegó la nota. Un 10 con algo. Da igual el algo. Lo había conseguido. Qué coño!!