A partir de la visita al neuropediatra, todos mis recuerdos se vuelven difusos. Toda la tristeza, toda la congoja, toda la pena por la situación me había caído encima como un manto de cenizas. Como cuando hay calima y el polvo comienza a colarse por todos los rinconces de tu casa y de tu propio cuerpo. A todo ello, debemos sumar mi trabajo estresante, preparar unas oposiciones para conseguir una plaza, mi casa, mis hijos, las terapias…Así que mi mente se dedicó a hacerme creer que era un hámster que corría hacia ninguna parte. Recuerdo, eso sí, la visita al Centro Base. No recuerdo cuando fue. Pero si que, tras poner en antecedentes a la psicóloga explicándole que el niño, además de autista, tenía la comorbilidad de un tdah, además de un TOC bastante potente, me dijo que era muy pequeño para decir si eso era así o no. Por aquel entonces, mi hijo no se medicaba, así que, todo lo que hizo, lo hizo de manera natural. Esto es, cada vez que ella le hacía alguna pregunta, él contestaba. Luego, se movía en la silla de izquierda a derecha, y le preguntaba si habíamos terminado. Así durante las dos horas que duró la visita. Me hubiera reído si yo, por aquel entonces no hubiera estado tan devastada.
Luego tocó el turno con su terapeuta. Ésta se me plantó delante y tuvo los santos ovarios de apostarme su título universitario a que el niño no era autista. Y entonces algo en mi cabeza reaccionó lo suficiente para decirle que no volviera a repetir aquello nunca jamás. Que si no veía claramente los signos en el niño, mejor me daba el título y lo trataba en casa. O, que si tenía algún problema con el diagnóstico que ya teníamos del Centro Base en el sentido de que era claramente autista (lo debatible eran solo las comorbilidades) que ponía a otra terapeuta para llevarlo, cosa que hice en cuanto tuve oportunidad. No podía entender ese empecinamiento en que las cosas debían ser de otra manera. De otra que le cuadrara a ella. Pero en esa forma, debía caber que el niño aleteaba las manos, tenía ecolalias…dónde encajamos eso?
Algunas personas creen que tengo una vida cojonuda porque, después de una friolera de veinte años preparando un exámen, por fin, conseguí quedarme fija. Nadie vió que estaba desesperada. Que necesitaba pagar un montón de cosas cada mes, y que los sueldos de mi marido y mio, no siendo una birria, no daba. Mi madre siempre quiso ayudarme y yo siempre me negué. No quería depender de alguien que, en lo que a mi respecta debía pasar los años que le quedasen disfrutando de viajar y de gastar su dinero como le viniese en gana. Y no, no ha sido fácil. Y cuando ella se fue, se marchó la única persona a la que confiaba mis secretos, mis angustias..
Al final, todo reventó en el confinamiento. Notaba que algo no iba bien en mi cabeza. A eso tenemos que sumar que mi madre se quejaba ya de que algo en su cuerpo no iba nada bien, y empecé a preocuparme. De reojo, es cierto. Pero mi madre no era de quejarse de dolores, y aquello, fuera lo que fuese, le dolía. Total, que empecé a pensar que yo me estaba volviendo loca, si no lo estaba ya, y, preocupada, busqué en internet algún psicólogo/a cerca de mi casa. Algo a lo que pudiera llegar andando. Con tan buena suerte que, mirando las reseñas en internet, encuentro a una psicóloga joven y, cuando le pedí cita, resultó que acababa de abrir de nuevo su gabinete. Tuve lo que se llama una suerte loca, porque las consultas psicológicas y psiquiátricas, tras el confinamiento han aumentado una barbaridad. Y allí me presenté. El diagnóstico a grandes razgos tenía que ver con lo vivido. La ansiedad me estaba haciendo polvo y me estaba haciendo creer y ver cosas que solo estaban en mi cabeza.
Cuando el autismo entra en tu vida, necesitas hacer un duelo. Un duelo por el hijo o hija que imaginaste tener y que nunca fue. Si a eso le añadimos que, con las terapias, y los médicos, uno se gasta su sueldo y más, y, las ayudas, como en el caso de mi hija, se acaban al cumplir los 18 años, pues tienes una tormenta perfecta para descuidar de tu salud mental y de todo lo que tenga que ver contigo. En este último año, he decidido hacer deporte, hacer terapia y cuidarme. Esa es la única manera que tengo de ser útil a la hora de ayudar a los míos. Ese es un consejo que doy a quien me lea. Conviértete en tu prioridad. Asi serás más eficaz cuando quieras o necesites ayudar de otros.