¿Alguna vez has ido de acampada?
He de decir que el estímulo de hoy me ha hecho sonreir como una niña chica recordando lo mal que lo he pasado realizando esa actividad. De acampada he ido tres veces en mi vida. Las dos primeras fueron un fracaso absoluto.
La primera vez y la segunda, mi marido y yo éramos novios. Llevábamos un tiempo, y yo decidí acoplar mi vida un poco a la suya por eso de que él tenía unos hábitos de vida saludable y yo no. Le gustaba mucho caminar por el campo y allá que me fui con él. Fue horrible. Nada más montar la tienda, los ácaros que habitaban plácidamente en ella comenzaron a atacarme sin piedad. Mi cuerpo pedía sacrificio a los dioses o morir despeñada por uno de los barrancos de la isla. Es lo que tiene ser alérgica. La naturaleza y su polen plus ácaros, mala combinación.
Pero no desistí de querer vivir en la naturaleza, así que la siguiente fue a la playa. Peor aún. Tuvimos que subir una ladera que era tan empinada, que, por un momento pensé que, con el peso de la mochila caería hacia atrás y acabaría junto al coche de mi novio. Hubiera sido demasiado fácil. Aún me quedaba lo peor. La bajada. Hasta la playa. Que no se veía y vivimos en una isla. Llegamos tarde, y montamos la caseta a toda prisa porque oscurecía. Caí en la colchoneta y comencé a estornudar. Así hasta que nos fuimos. Además, soy una persona de piel muy blanca que, durante su infancia no tomó las precauciones que se requieren para no llenarte la piel de manchas solares. Tenía que estar allí fijo dentro de la tienda en las horas puntas de sol. Cuando entraba podía oír a los ácaros recibiéndome con un: «holiiiii!!!» Y empezaban a atacar.
Al acabar esa excursión le dije a mi pareja que esa vida no era para mí. A mi dame un sitio con techo, sombrita, piscina…pero aquello otra vez no.
Al cabo de los años, siendo ya madre de mis dos chicos, nos fuimos de acampada una tercera vez. Si. El masoquismo. Quería que mis hijos, que habían pasado por estar encerrados meses, momento covid, pudieran correr, respirar aire puro y ver campo. Nos fuimos a unas cabañas del cabildo de la isla que no tienen ni agua ni luz. Son tiendas de campaña de madera. Con sus literas dentro de las cabañas, pero sus baños y comedor comunitarios. Esa vez si que si. Me tomé el antihistamínico solo una vez. Hubo quien lo pasó peor que yo. Uno de nuestros acompañantes por ejemplo, lo pasó fatal. Pero a mi, la alergia me dio una tregua. Y así pudieron mis hijos tener unos días inolvidables. Y la verdad, yo me reconcilié con estas actividades.
2 respuestas a “Las acampadas y yo”
A mi mujer tampoco le gustaba acampar por eso me pillé la caravana y eso la convenció, tenía su bebida fresquita , su cama y solo tenía que andar lo justo 😆
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Jajaja! Tu mujer y yo jugamos en el mismo equipo! Muy feliz día!!
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