¿Cuál es la prenda o el accesorio más antiguo que llevas hoy?
Tengo una camiseta, con un ribete dorado, muy elegante, que me pongo cuando hace frío y necesito ir bien vestida pero sin pasarme, porque, cuando uno va a juicio, debe ponerse un poquito bien, no mucho, pero si lo suficiente para no parecer una irrespetuosa con el juez, que se pone su traje y su toga encima . Mi camiseta es de manga corta pero es abrigada y, cuando uno tiene problemas de menopausia, me es suficiente en días como el de hoy, un dia lluvioso y un tanto frio. La camiseta perteneció a mi madre. Ella cuidaba su ropa como su cuerpo, con mucho mimo. Total, que ella y yo teníamos la misma estatura, misma complexión, misma talla de zapato. Mientras la cuidaba en el hospital, le dio por pensar lo desamparada que iba a quedarme sin su ayuda económica aunque a mi eso me daba igual y se lo dije. Yo hubiera renunciado a todo por disfrutarla un año más. Por eso mismo, y porque una madre no deja de serlo hasta que la vida le dice hasta aquí, me pidió que fuera a su casa y cogiera lo que quisiera de su armario con toda la confianza. Zapatos, ropa de deporte…Le dije que no.
Después de fallecer, tuvimos que arreglar lo de la herencia, con lo que me vi obligada a volver a viajar porque la herencia debía aceptarla en el lugar donde había recidido y fallecido. Un tute de un montón de kilómetros cuando tú lo único que deseabas era estirar el tiempo pasado con ella unos pocos años más. Me llevé una maleta vacía que me traje cargada de su ropa, de su olor. Esta camiseta debe tener un porrón de años porque ella, como digo, trataba todo con mucho mimo. Me gusta ponérmela cuando estamos en sala. Me gusta sentirla junto a mí, aunque fuese a modo de tejido. No sé si a otras personas les pasa, pero mi madre tenía un olor corporal producto de sus cremas y perfumes que daban una idea de ser una persona limpia y cuidada, e impregnaba todo con él.
Hoy hemos celebrado un juicio que, por unos instantes, y, a consecuencia de lo demandado, la oí hablarme y decirme que la gente podía llegar a ser muy sinvergüenza. Notaba su indignación, que debía ser la mía propia, y, para calmar la rabia, decidí imaginar que, quien litigaba, iba a perder el juicio, y que la iban a condenar en costas aunque no tengo ni idea de si eso será así o no puesto que no estoy en la cabeza de mi jefe. Entonces oí la risa de mi madre, esa risa de cascabel que le daba cuando yo le soltaba alguna tontería de las mías. Ella también pensaba que eso debía serlo justo. Pasé mi mano por la camiseta y, por suerte, mi indignación bajó al contacto del tejido.
Ahora se entiende que a los bebés se les ponga alguna cosita que haya llevado primero su madre para que duerma y se sienta más tranquilo. Eso pasa también de adulta y, pase lo que pase, vivas los años que vivas, eso será así hasta que tú misma cierres los ojos y partas igual que lo hizo ella.