¿Qué cosas crees que mejoran con la edad?
Con los años mejora la paciencia, y tienes infinita con quien la necesita. En mi caso la empleo con mis hijos. Ellos también la tienen conmigo cuando no les anticipo como necesitan o cuando no me explico como debo. Tengo mucha paciencia con los mayores, porque, si Dios quiere, yo tendré esa edad u otra parecida y les trato como yo deseo que me traten a mi llegados a ese punto. Luego está con quienes no, que con esos se queda del tamaño de un dedal. No tienes tiempo para tonterías.
Tampoco te vas a cualquier sitio con nadie que no te apetezca, a dormir o a vivir como cuando eras adolescente y ni falta que te hace. Ya matas por tu tranquilidad, y tu cuerpo te agradece cuando te compras una silla cómoda o una hamaca donde poner tu real cuerpito, bajo una sombrilla, que se note bien tu edad y lo que amas a tu ser, ese que maltrataste con alcohol del malo y tabaco, por lo menos en mi caso, y que ahora proteges como a tus hijos.
No pierdes el tiempo con gente que son literalmente un cero en tu vida. Que nunca han estado. Ni para ayudarte, ni para mandarte un mensaje de apoyo, ni para absolutamente nada, pero que son capaces de pedirte un favor sin sentir el menor sonrojo. Les dices que no, y lo haces sin parpadear, sin poner excusas. Porque no y punto. Como un ninja. Zas! directo al geto.
Pierdes la vergüenza. Lo descubrí el día que, estando en el supermercado, mi hija me comentó que su padre bailaba en el otro pasillo. Que le dijera que parara. Me puse el dedo índice en la coronilla, bizqueé los ojos, saqué la lengua, y empecé a girar muy despacio mientras movía la cintura. «Así?» Le pregunté. Luego paré y le dije, mira a tu alrededor ahora. Ves a alguien mirando para mi, sacando su móvil para grabarme, riéndose? No verdad? Sabes por qué? Porque todo el mundo está demasiado ensimismado en sus cosas para fijarse en las tuyas. Para preocuparse por lo que haces.
A partir de ahí, y tras la muerte de mi madre, aprendí dos cosas. Que hay que disfrutar de cada día como si fuese el último y de que la vida no es justa. A veces pasan cosas malas a gente buena. Y con ese aprendizaje me levanto cada día. Sonriendo y agradeciendo ver la luz del sol en mi cara mientras miro por el rabillo del ojo por dónde me va a dar la vida la torta. Pero eso es parte de mi querida ansiedad. Es la única que se mantiene igual aunque mi actitud con ella ha cambiado. Yo he cambiado. A mejor. Y me alegro y me felicito.