¿Qué tiene de bueno tener un animal de compañía?

Esta es la historia de un perro común, que vino a caer en una familia no tan común.

Los primeros recuerdos que tiene Jerry de sí mismo, es la de estar metido en una caja de cartón, con sus hermanos por la que de vez en cuando asomaba algún humano para mirarlos. Como el que hace lo propio en una pastelería y piensa: «Cojo ese trocito de pastel?  O mejor me abstengo que todo me va a la chicha?» Pues lo mismo pasaba con la gente que los miraba. No creían que les conviniera un animal de compañía. «Si se pone malo…Si me voy de viaje…Soy alérgic@…» Habían mil motivos para dejarlos en aquella cajita.

Un día llegó una mujer, de pelo negro y ojos de gata a la que no le faltaban motivos para no acercarse a la camada ni con un palo. No tenía dinero, a su marido no le gustaban los perros, ella los animales ni fu ni fa…Le dijeron que el cachorro era gratis. Y, como en una oferta de dos por uno, que podía devolverlo si la convivencia se le hacía cuesta arriba. Y, sorpresivamente, alargó la mano y lo escogió a él.

La convivencia fue, desde el principio, bastante buena, aunque el recibimiento por parte del humano hombre no fue precisamente la de tirar cohetes. Cuando miraba para él, podía ver cómo se preguntaba que dónde quedaba lo que opinaba sobre lo de tener mascotas, si su mujer no entendía que la vivienda era de ambos!. Así que decidió conquistar a aquél hombre en primer lugar. Ella ya estaba prácticamente en el bote.  Él supo enseguida qué se esperaba de su persona, porque es un perro muy listo y, rápidamente, y, para no volver a la caja de cartón, aprendió las cuatro cosas que se le pueden pedir a un cachorro que acaban de destetar de su madre.

No tenía él mucho tiempo viviendo con sus humanos, cuando, al hombre le salió algo en la pierna que no tenía buena pinta. Un moretón sin haberse dado ningún golpe paseando con él. Raro. La mujer insistía en ir al médico pero él, quizás por haber sido desautorizado un montón de veces, decidió hacer como que no pasaba nada. Hasta aquél día.

Empezó a encontrarse mal, y, rápidamente, cayó de frente, con tan buena suerte que, su mujer, haciendo un esfuerzo que su esqueleto casi no le permitía, lo sujetó para que no se partiera la crisma. Llamó al servicio de emergencias mientras veía cómo la vida de su marido se escapaba rápidamente por encima del suelo frío.

Ella comenzó a llorar y Jerry se acercó a la humana para darle consuelo, para explicarle que, pasara lo que pasase, estaban juntos en toda esa historia.

Luego desaparecieron los dos dueños de la casa, él sobre una camilla y ella detrás, llorando. Luego vinieron los hijos a pasearlo y a darle de comer y Jerry pensó que, tal vez, le había tocado el palito corto y se iba a quedar sin dueños. Pero no! Al cabo de unos pocos días aparecieron los dos de nuevo. Sonrientes. Agradecidos por haber superado ese mal bache.

Al humano hombre se le recetó pasear. Había sufrido una embolia pulmonar porque lo que tenía en la pierna, el trombo, le subió a los pulmones y allí colapsó su cuerpo. Escapó por la mínima así que decidió que sería buena idea, teniendo mascota, en darse unos buenos paseos por el barrio con ella. Luego la llevó a los cumpleaños de su sobrina política, que cumple años en verano, que es alérgica, que tiene dos hijos autistas a los que las mascotas más bien no, pero que aman a Jerry sobre todas las cosas, y, poco a poco se fue haciendo con el corazón de todos. Eso, a pesar de que, en el primer cumpleaños, a la sobrina de marras, le rompió una figura muy bonita de una mujer africana. La rompió en un salto, por la cintura, y, cuando pensaba que lo harían también a la barbacoa, vio como la mujer le decía a su tía que el animal lo había hecho sin querer y que aquello tenía arreglo. Vivan las sobrinas inteligentes!!

Ahora, cuando alguien fallece, y para no tener que aguantar las charlas con familia  que casi no conoce o soporta, también se lleva a Jerry a los velatorios. Y se quedan los dos tan pichis dando vueltas por el recinto hasta que baja alguien de las salas y se pone a charlar con él. Si no, ya sabe que aquello no durará más de una hora u hora y media, conoce a su mujer hace dos millones de años, y sigue con el paseo hasta que a Jerry le da la gana. Tanto es así, que hace poco se puso malo por comer piedras del jardín mientras su dueño andaba distraído hablando con los vecinos. Se puso igual de malo que su dueño pero consiguió expulsar lo que había comido. Y ahora pone mucho más cuidado que sabe perfectamente que, en esa familia, mucho dinero para veterinarios no hay. Lección aprendida

Jerry es el consentido de la familia. El más pequeño también, y ahí seguirá hasta que su vida perruna termine. O la de los humanos!

Este es Jerry. El chico más peludo y sexy de esta familia
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