Describe a un hombre que haya tenido un impacto positivo en tu vida.
En mis ya 54 años, he conocido a un montón de hombres en mi vida. Ya fuera por amistad, porque eran figuras paternales que no ejercían como tal, familiares y demás hierbas. Honestamente, era un desencanto detrás del otro.
Cuando tenía 18 añitos cumplidos, y siendo como era, una persona que iba muy a lo suyo y, pasando además por una depresión de caballo, conocí al que sería mi futuro marido.
Me lo presentaron con todo el entusiasmo, como si en vez de un chaval de 21 años, fuera el príncipe de un país muy muy lejano, en una cita que pretendía ser a ciegas. Digo pretendía, porque él no tenía ni idea de que aquello fuera una cita. Para empezar.
Subió a la carrera las escaleras que llevaban a la sala de cine. Clavé mis ojos en él y me encontré con un chico tímido, alto, guapo, y con lo que yo creía era un enorme despiste. Me dio la mano, en un apretón de esos que gustan, de los que irradian fuerza y honestidad a partes iguales.
Para ir al grano, a los once días de conocernos, nos hicimos novios. Si dijera que en el año que estuvimos juntos, fuimos súper felices mentiría. Él y yo no pudimos seguir juntos porque él vivía en los mundos de yupi mientras yo me enfrentaba a dragones. Algunos de mis dragones, además, eran un secreto, un secreto que era incompatible con querer tener algo estable. Caminaba sobre un cristal finísimo. En silencio. Sin ser capaz de pedir ayuda.
Después de romper, cosa que me hizo polvo porque era de las personas más honestas que habían pasado por mi vida, caí en la tristeza en picado. Sin miedo a llegar al fondo del pozo. Me quería morir.
Entonces nos reencontramos. Nos pusimos al día en un momento y, cuando me despedía de él en lo que yo pensaba que era para siempre, me dijo que si podía escribirme cartas ahora que me iba a vivir fuera de la isla. Le dije que sí y, a partir de ahí, no volvimos a perder el contacto.
Nunca le conté de mis dragones, pero no importó tampoco porque, a su lado, todos ellos volaron a otras tierras a dar por saco. Me refugié en su enorme corazón y allí me quedé hasta hacerme fuerte. Tanto, que lo sorprendí el día que le dije que había conseguido pasar las oposiciones habiendo muerto mi madre tan solo un mes antes.
También fue refugio cuando nos dieron el diagnóstico de nuestros hijos y cuando le dije que lo de mi madre sería inminente. Cuando me dijeron que mi hermano no superaría una intervención quirúrgica o que mi hermana cayó en su enfermedad.
Mi marido ha sido roca en el mar embravecido, ha sido sostén cuando he perdido el pie, ha sido mi cicerone en Avatar, es un padre cariñoso y un hombre que, según nos sople el viento en la sesera, puede ser un incordio. Pero eso tiene que ver con la edad, con nuestros achaques. Espero que, en los años que me quedan, poderle demostrar que yo también puedo sostenerlo a él. En la salud. En la enfermedad. Todos los días de mi vida…
2 respuestas a “El acompañamiento positivo”
Esa es una historia muy bonita, y que sea realidad la hace aún mejor. Me alegro por tí.
Magnos sueños.
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Muchísimas gracias! Felices fiestas!
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