Mi coche favorito

¿Cuál es tu coche favorito de siempre?

Mi madre tenía un seat 127, aunque debería decir mejor que mis padres tenían ese coche. Pero es que yo, con mi padre no paseaba mucho, menos aún cuando mi madre se sacó el carnet y resultó ser bastante mejor chófer que él.

Mi madre solía poner música, Roberto Carlos por más seña, y muchas veces, porque mi hermana se quedaba en la casa de parientes y vecinos, yo iba de copiloto. Teníamos una canción en común, Ana, que mi madre cantaba como si Roberto le cantara a ella, aunque yo tengo el mismo nombre, y mi abuela..y el rosario de la aurora. «Toda esa vida errada, que he vivido hasta ahora, comenzó en el triste día, en que me dejaste solo, oooh Ana, Ana, Ana, wow wow wow, Ana, tengo ganas de tu amor». Me encantaba desgañitarme cantando esa canción, mientras, con la ventanilla abierta, me daba el aire en la cara.

Ese coche fue testigo de mil aventuras. Recuerdo que un día, de camino a casa de mi abuela, yendo por la autovía, empezó a llover una barbaridad. Mi madre iba despacio, con su cara concentrada en la carretera. De repente, el coche se puso a las dos ruedas. Detrás mi hermana y yo, sin cinto puesto, por supuesto, que estamos en los 70! Fue cuestión de segundos, pero con la pericia de mi madre, el coche siguió circulando a pesar de nuestros gritos y volvió a poner sus cuatro ruedas en tierra con rumbo a nuestro destino. Mi madre me miró por el retrovisor y me dijo que no le dijera nunca a nadie lo que había pasado. Yo, claro está, moví la cabeza a un lado y al otro porque quería seguir haciendo millas en aquel coche amarillo. Eso, y porque siempre he sido de mantener un secreto si me dicen esto no lo cuentes. Y yo, debajo de mi alfombra mental, guardé muchos a mi madre.

Años más tarde, muchos años después, cuando mi madre ya vivía con su tercer marido, como ayuda para limpiar aquella enormidad de casa,  buscó a una señora. La cosa es que, la señora, cuyo marido tenía mucha pasta pero no la compartía con ella, le compró un Peugeot descapotable, color carmín, que me puso la cabeza del revés. Como yo no iba a tener hijos, el coche me iba bien aunque a mi economía no. Mi madre, que me conocía me dijo, a ti te hubiera venido muy bien un coche como el de Canarias. Te acuerdas? Y yo le contesté: » Y es que tú amada amante, das la vida en un instante, sin pedir ningún favor. Este amor siempre sincero, sin saber lo que es el miedo, no parece ser real…» Y entonces supo que si. Que me acordaba. Como de las canciones de su querido Roberto. Y me devolvió una sonrisa en la que volví a ver a aquella chica del 127. Con la ventanilla abierta. Con su melena al viento.

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