Una de vaqueros

Estaba frente al espejo, mirándose escrutadora, pensando en los kilos de más pillados en el verano. Demasiado helado, poco ejercicio porque no apeteció con tanto calor, y pocas ensaladas. Combinación explosiva para la figura de una mujer que tocaba los cincuenta. En ese preciso instante llegó su pareja y miró su imagen del espejo. «Me voy». Le dijo. «A dónde?» Contestó ella. «No te toca trabajar hoy!» «Me voy de casa. Te dejo. Llevamos tiempo pasándolo mal y este verano ha sido la guinda del pastel. No recuerdo la última vez que estuvimos juntos. Cero intimidad. Mil discusiones. Ya no vale la pena luchar más. Por lo menos para mí. Ya he recogido mis cosas». Se dio la media vuelta y se fue. Sin dejar un turno de réplica, algo de súplica, mucho de llanto calmado, frases que habían quedado sin decir en la punta de sus labios…aunque en realidad, para ser sincera, no quería hacer ninguna de esas cosas.

Se sentó, y, al hacerlo, la cremallera del vaquero protestó al igual que lo hicieron las costuras. Miró su barriga asomando en una curva bonita, morena por el sol y se preguntó si no sería esa hinchazón producto de no haberle llegado aún la regla. Se dijo a sí misma que estaba ya en perimenopausia, y que qué iba a hacer ahora con los años redondos tocando ya a la puerta. Volvió a mirarse de nuevo. La verdad que la curva de la barriga daba una imagen muy cuqui, como de embarazada. La pregunta cayó como un rayo. Y si…? «No puede ser!» se dijo a sí misma, «pero por si las moscas, ve a la farmacia anda, y remata este día de mierda con una prueba de embarazo. No. Mejor. Cómprala  y hazla mañana».

Así  hizo. Al día siguiente, con el cuerpo haciéndose a la idea de que no tendría que dormir encogido nunca más, que podría comer a la hora que le apeteciera y no a la hora que marcaba su pareja, que ya no tendría que soportar miradas escrutadoras y frases del tipo «eso no te queda bien, pareces un poco golfa» que la ponían de un humor de perros y que la hacían gritar intentando que él no sobrepasara sus límites, fue al baño, se hizo el test y resultó positivo. Y ahí se quedó. Quieta. Estupefacta. Con el test en la mano mirándola desde aquel punto fatídico. Luego pensó que aquello era una señal. Un alivio además. No criar a su hija (ella pensaba que sería niña) con un hombre que no quería respetarla como persona. Que solo era feliz saliendo con una marioneta. Una que le permitiera sobrepasar los márgenes de su persona. Alguien que le dijera a todo que sí. «Menos mal que rompió los hilos y me dejó sola. Todo va a ser bonito sin él».   No le quedaba ninguna duda! «Voy a pedir hora con el ginecólogo. Esto va a hacer una aventura maravillosa». Y tanto que si!! Una aventura en soledad. No. Error. Comenzaba la gran yincana de la maternidad y lo haría con su peque.  «Preparada…, lista…, ya!!»


2 respuestas a “Una de vaqueros”

  1. Bueno, Ana, según leí el titulo y después me metí en el texto, me quedo un poco descolocada.
    No sé si como reza el encabezado, una de vaqueros o tal vez de indios, sé que los vaqueros es por lo que cuentas después, pero me dejas llena de dudas y con la intriga, espero que sea una historia de ficción que simplemente has creado, una peli.
    Aún así, es bastante triste, pues hay tantas historias reales como la que nos dejas…
    La vida es injusta y muchas veces, más para las mujeres madres.
    Un besito y feliz finde.🥰🌷

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