Los abrazos

Describe uno de tus momentos favoritos.

Ayer, después de la orla, nos fuimos a cenar todos juntos. Yo estaba que si me tocabas te daba descargas eléctricas. Encima, hacía muchísimo calor en un salón de actos lleno hasta la bandera. Mientras fuera iba refrescando, dentro hacía un calor como de 40 grados. Además, porque mi hijo es muy caluroso, le puse manga  y pantalón cortos al contrario que sus compañeros que se suponen que ya son hombres y bla bla bla, y nos ponemos manga y pantalón largos y bla bla bla. A mi me parece una soberana estupidez. Algunos no tienen 12 años aún! En fin! Mi marido, muy bajito me dijo que me había lucido. Me guardé la respuesta para más tarde porque detrás de mi había un grupo contando su horario laboral, sus años cotizados, sus derechos, que qué calor hace, que me abanico como una vieja (mientras yo blandía mi abanico delante de sus barbas) que si no subas o bajes que te vas a caer (a una niña pequeña harta de esperar tanto rato) es decir, que no estaba la cosa como para hacer una confidencia.

Como ya dije, nos fuimos a cenar a un centro comercial que odiamos por estar a reventar pero que a esas horas, era de lo poco abierto. Nada más sentarme le espeté a mi marido: «me equivoqué de outfit como de marido» y, tras eso, me soplé tres cañas de cerveza. Mientras me las tomaba recordaba la semana que por fin dejaba atrás. Una en la que iba sola a comprar la ropa con el niño, en la que estudiaba con él los verbos irregulares (sacamos un 9) en la que quedaba con el señor para que pintara la habitación de mi hija, en la que luego me puse a limpiar el suelo de rodillas. Esa semana en la que olvidé que tenía terapia porque llevábamos más de un mes sin ir y tenía el foco puesto en la orla, en la que, encima y además, por fin la ex terapeuta de mi hija se dignó a responderme al mensaje que le envié diciéndole que a los pacientes no se les deja con un mensaje de móvil. A los pacientes se les llama y se les cuida. Hasta el final. Me contestó que probablemente tuviera razón pero daba igual porque ella había elegido y lo hizo de mala manera. Debió caer en la cuenta de que la había quitado de mis contactos. Ayer también lo hice de nuestras vidas. Antes de salir a la orla.

Cuando volvimos, agotados pero felices de que todo hubiera pasado, me pregunta mi marido que si he lavado la camisa que lleva al trabajo. Le digo que no. Me contesta que qué se pondrá ahora y yo le replico con un «otra camisa?» Me pregunta que qué hecho en estos 5 días que no he puesto la lavadora. Sí lo he hecho, pero su camisa estaba en el sustrato inferior, mientras él ha estado de asaderos y de salidas en Kayak. Pobre!! Un minuto de silencio por sus huevos plehistocénicos!! A esas alturas, con el pijama puesto, le he contestado que nada. No había aliento casi ni para decir mu. Luego he abrazado fuerte a mi hijo. Le he susurrado que era un campeón y hemos caído dormidos a la vez. Mientras, el mundo ha quedado en pausa. A la espera de que deshagamos el abrazo. Que abramos los ojos y nos demos los buenos días. Sin saber ni en qué día estamos. No importa. Uno en el que estamos juntos, es un buen día.


4 respuestas a “Los abrazos”

  1. Ana querida,
    Te leo y siento cada línea como si estuviéramos las dos compartiendo una cerveza bien fría, en silencio, con esa mirada que no necesita palabras. Porque te entiendo. Te entiendo con toda mi alma. Porque también yo he caminado esos días largos, llenos de cosas pequeñas que duelen. Desde que me casé con 18 años, he tirado sola de mil carros: hijos, casa, padres de uno y de otro, responsabilidades, y además, abrirme paso en un mundo machista como el de la policía. No sabes cuántas veces me han llamado fuerte. Cuántas veces he querido decirles que lo soy porque no me ha quedado otra. Que me hubiera encantado, solo por un rato, no tener que sostenerlo todo.
    Y sí, los hombres… evolucionan poco, o a su manera, que casi nunca se parece a la nuestra. Nosotras vivimos con la mente enredada en mil cosas a la vez. Ellos, en cambio, parecen tener una habitación vacía en el alma donde se refugian cuando no quieren ver, cuando no quieren oír que la ropa no se dobla sola o que una no se recompone por arte de magia.
    Así que te abrazo fuerte, amiga mía. Porque lo que viviste en la orla, esa mezcla de orgullo, agotamiento y rabia sorda, yo también la he vivido en muchas versiones. Y sé que cuando todo termina, nadie nos pregunta si necesitamos parar, llorar, o simplemente que alguien ponga una lavadora sin que se lo digamos, aunque al mío ya le voy educando, ya la pone.
    Pero aquí estamos. Nosotras. De pie. Sosteniendo. Y aún así, con ternura para abrazar a nuestros hijos y decirles que son campeones.
    Te tengo un gran cariño, aunque solo sepa de ti por unas letras y estoy contigo.
    Muchísimo ánimo! 🩷😘🌷

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  2. Muchísimas gracias Yvonne por todo lo que dices y, si, también por esos sacrificios ofrecidos a todos, poniendo a tu salud en otro plano, en uno que acomode tantas responsabilidades y familia. Como una buena funanbulista, en un más difícil todavía. Me hubiera gustado que estuvieras en las cervezas. Hubieran estado, sin duda, un poco menos amargas!

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