Si pudieras organizar una cena y estuviera garantizada la asistencia de todos los invitados, ¿a quién invitarías?

Si tuviera que organizar una cena, la haría en mi casa del sur, donde me encuentro desde ayer porque Avatar sigue a oscuras.

Ahora nos han pedido hacer un certificado energético, o bono energético, o roba bolsillos energético, no sé su nombre concreto, que vale, según quién, 350 euros. Consiste en llamar a un electricista, a poder ser de confianza, que te dice, cómo no, que debes cambiar el cuadro de luz, por el módico precio de unos 400 euros, más la documentación que debes aportar, y, en unos días, con suerte lunes o martes, estamos con el puñetero papel. Luego debemos llamar a los de la luz y ya, si que si, nos conectarán a la Red eléctrica, esa que nos deniegan porque hemos sido unos dejados. No porque no hayamos pagado, no porque hayamos dado una patada en la puerta y allí me colé y en tu vivienda me planté, no. Porque ha muerto el titular. Nada de una carta dando aviso o dando un plazo, no. Se acabó y punto.

Haría, como dije más arriba, una cena aquí en la casa que amaba mi madre solo con gente a la que amo. Contrataría un catering, y los sentaría a la mesa, preguntándoles como fue el pasar al otro lado, si han coincidido, si son felices. Seguro que, entre la gente invitada, mi madre traería a su abuela, a la que adoraba, y la pondría al día de todo lo que no vio tras partir. Seguro que nos presentaría con orgullo porque hizo un gran trabajo con nosotros.

Invitaría, como no, al marido de mi madre. Para agradecerle tanto y para decirle que lo que dijo su hijo menor en su misa es compartido por cero personas, pero que eso ocurre cuando a tus hijos, a la primera queja de que algo les faltaba, les llenaba las manos de dinero. Y resulta que el muy ingrato dice que quería amor! Anda! Lo que le duele es no recibir lo mismo que sus hermanos porque ya exigió su parte estando tú vivo!

Hablaría con mi tía, si quiere venir a la cena, y la dejaría dejarse abrazar por los que la aman. Tal vez si los vuelve a ver, encuentra su camino de regreso hacia su recuperación. Instaría a su hermano para que le aconsejara. Nadie mejor que él para eso. Él no consiguió volver, y siguió cayendo hasta que la cuerda que rodeaba su cuello lo hizo irrecuperable. Lo alejó de nosotros. Le preguntaría si al menos encontró algo de paz mental.

Terminada la cena, los abrazaría a todos, uno por uno. Para recordar su olor, para volver a memorizar su voz, para hacerles sentir todo el amor que quedó en mi y que he transmitido a mis hijos. Tal y como hace la propia energía que se expande por todo el cableado de la vivienda y que ahora  me niegan en Avatar.


5 respuestas a “La cena”

  1. Qué manera tan bonita y tan humana de contar una herida… Tu texto es una cena en sí misma, tiene sabor, tiene ausencias, tiene luces que parpadean y, sobre todo, un amor tan grande que no cabe en ningún papel oficial ni en ningún cuadro eléctrico.
    Me conmueve la forma en que entrelazas lo cotidiano con lo sagrado, lo burocrático con lo eterno. La voz de tu madre, la presencia del marido que estuvo, la abuela que aún ilumina, esa tía que necesita volver, ese hermano que ya no pudo… todos están ahí, vivos en tu recuerdo, sentados contigo aunque falten físicamente. Y eso es un don: saber amar más allá del tiempo, más allá de las palabras. Saber reunir, aunque sea desde el anhelo.
    Tu cena sería de esas que no se olvidan nunca. No por el catering, sino por la calidez que desprendes. Yo no sé si la energía eléctrica llegará el lunes o el martes, pero lo que sí sé es que tu energía la que va por dentro, la que toca, ya está encendida y brilla con fuerza. A veces las casas se apagan, pero las almas como la tuya iluminan generaciones.
    Comparto contigo la idea de juntar a los que faltan en mi vida a una cena, sería precioso.
    Un abrazo, Ana. 🌷

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