Soltar para avanzar

Esta semana que dejo atrás ha sido una montaña rusa, aunque creo que eso es muy propio de la vida misma. Hacerte subir, para luego bajar, a veces de un momento a otro. Que, a veces, consumimos un día pensando que mañana habrá otro más, y resulta que no. Que la vida te saca del juego, y ya no habrá otro momento, ni otro amanecer.

He ido al gimnasio, cosa que me congratula porque, teniendo en cuenta que la menopausia entró en modo desagüe, es decir, giraba y me hundía al mismo tiempo, y, con el calor que hace fuera y dentro de mi cuerpo, ponerme las mallas y salir a la calle es de un mérito de esos de los de darme besitos. Paré en la farmacia a comprarme unas pastillas recomendadas por mi terapeuta que tienen como contraindicación la migraña, pero la chica de la farmacia me tranquilizó diciendo que muchos medicamentos ponen lo mismo y luego no ocurre. Le he dicho que si no funciona puedo volver y pedir que me pegue un tiro en el mostrador. Por rematar y dejar de sufrir. Me ha mirado raro. Creo que no le gusta mi humor. Lástima!

En el trabajo he tenido un momento corre corre a raíz de un señor muy enfermo, con una enfermedad altamente contagiosa, que no quería permanecer en el hospital. La cuestión es que, con una edad avanzada, politoxicómano adeplús, se sentía lo suficientemente mal como para acudir a urgencias, que le diesen sustancias legales para aliviar el dolor, y luego ya si eso, me voy y ya regreso cuando sienta que me muero. Eso fue hasta que, por un problema grave de salud pública, le hemos  puesto unas medidas acordes al problema. Espero no volver a saber de él, y deseo que mejore. Pero este, con su actitud egoísta  va pidiendo que su vida sea corta por esto de que, si coge a alguien con las defensas tiernas, lo manda al otro barrio en un homicidio perfecto. Utilizando como arma su enfermedad. Sin contacto. Es tan contagioso lo que tiene que, hasta una hora y media después de estar en una habitación, sigue el virus con toda su intensidad entre las cuatro paredes. Y él se larga, coge el bus, se echa encima de la gente pidiendo dinero…Que tío más majo!

También he ido a la piscina. A otra distinta de la que iba antes. Más grande. Más olímpica. Estuve cuarenta y cinco minutos dándolo  todo y, cuando iba a acabar, descubrí que, mientras nado, medito. No pienso en nada en absoluto, y me encantó esa sensación. Podía ver las gradas llenas de padres, hermanos…de los niños que estaban de cursillo, y aquí hago un inciso. Un minuto de silencio por esos monitores que soportan a algunos niños que hacen de Herodes un héroe. Al caer la tarde, entraron los últimos rayos de sol por los ventanales de la instalación y se proyectaron  en el fondo de la piscina, como una vidriera gótica pero hecha sin la intervención del hombre. Entonces entré en comunión con aquellos rayos, la gente, el agua, y dejé de escuchar incluso el murmullo de la actividad de la propia piscina. Y pensé que, ojalá estar allí para siempre. En esa tranquilidad.

Mi terapeuta me ha dicho que, uno de los traumas que llevo colgado de mi cuello con una cadena, podría soltarse si escribo una carta a quien causó el trauma. No era obligatorio, pero ya la otra vez que me vio me preguntó si la había hecho. No vamos a leerla. Consiste solo en escribirla y destruirla. Y que el fuego, o la trituradora o lo que sea, hagan de catalizador para poner un broche final a algo que lleva mucho tiempo conmigo. Tengo varios de esos, la verdad, pero quizás este es el más grande y me apetece largarlo por ahí. Mi cerebro está tan disociado que no entiendo cómo soy capaz de acordarme siquiera de cómo me llamo.

He decidido que, según vaya la tarde, tal vez hoy sea un buen día para hacer ese ejercicio. Tal vez escriba y, a lo mejor, con suerte, salga bien y me sienta más ligera al acabarla. Porque no quiero dar un minuto más de poder a lo sucedido hace tanto tiempo, porque quiero sentir la misma felicidad que sentí en la piscina. Porque merezco ser feliz y debo poner todo de mi parte para conseguirlo. Pero, sobre todo, porque quiero tomar decisiones que no van a gustar a muchos y debo hacerlo sin rencor. Para avanzar. Ligera. Como una pluma mecida por el viento. Como un rayo de sol reflejado en el agua de una piscina.


3 respuestas a “Soltar para avanzar”

  1. Querida Ana, qué manera tan bonita y valiente de compartir todo lo que has vivido esa semana, (perdona que llegue tarde). Te leo y siento mucha admiración por tu capacidad de transitar desde lo duro y agotador hasta esos instantes de calma y belleza que encuentras en la piscina. Me encanta la imagen de los rayos de sol entrando por los ventanales como vidrieras góticas… casi puedo verlo contigo.
    Me emociona que, pese a la montaña rusa, sigas encontrando esos momentos que te reconcilian con la vida. Y me parece precioso y muy importante el paso que te estás planteando con esa carta, soltar lo que pesa, quedarte ligera, avanzar sin rencor. Ojalá lo logres, porque te lo mereces, porque eres luz, y porque esa felicidad que sentiste nadando tiene que ser tuya muchas más veces.
    Un abrazo enorme, lleno de cariño.💝🤗🥰🌷

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