Hoy el peque me ha despertado tan temprano que se me han unido la noche y el amanecer de una manera bárbara. Me he levantado, recojo los cacharros, preparo el desayuno, y leo algunos blogs a los que estoy suscrita mientras tomo una taza gigante de café. Escucho que alguien se levanta. Mi marido. Le toca trabajar. Lo saludo. No me responde. Magnífico! Esto de vivir una soledad como la que vivo actualmente me lleva a reflexionar sobre lo que pretendo a corto plazo. En lo que me queda por delante. Yo a mis años los divido como si fuera un curso escolar y ya en este me queda un trimestre.
Pues bien, afronto este trimestre como un malabarista que tiene en el aire un montón de pelotas. Puede ocurrir que las vaya cogiendo con la habilidad que se requiere o puede que se caigan todas al suelo. La primera de todas, el curso de mi hijo. El último trimestre es el que nos dirá si el esfuerzo que estamos realizando dará sus frutos finalmente.
La segunda, el máster que estoy realizando sobre autismo. Estoy encarando el trabajo final y no es lo mismo hablar de cómo realizaría la intervención en una persona autista con unas determinadas características que lanzarme a escribir en el blog. Lo primero lo veo muchísimo más difícil.
La tercera tiene que ver con mi trabajo. Se han convocado exámenes para promocionar y quiero estar ahí. No solo estar. Quiero conseguirlo. Difícil pero no imposible. Eso sí, no quiero sacrificar el deporte que hago durante la semana y eso pone la cosa a un nivel de dificultad de salto carpado hacia atrás con doble pirueta. Si lo consigo he dicho que me compraré una corona o una diadema que ponga que «soyloputomás». Ese es más o menos el nivel de dificultad que tiene este propósito. Veremos!
La siguiente tiene que ver con la parte afectiva. Al final de todo esto, y cuando ya no esté tan ocupada, reflexionaré si vale la pena seguir viviendo con alguien que no es capaz ni de darme los buenos días. También es cierto que tampoco le dio ni un beso al enano que estaba en el salón. Tal vez esté haciéndose viejo, como yo misma, solo que a él le ha dado por el modo gruñón. Ahora que lo pienso, yo, cuando llego de trabajar estoy igual de gruñona, aunque yo sí saludo a mis hijos. En fin, me espera un montón de trabajo duro que afronto con el entusiasmo de una niña chica. Espero no salir de ahí como si hubiera sobrevivido a un huracán!
La foto que pongo debajo es la vista desde la que hago algunas de mis reflexiones, y estas igual que el mar, son cada día distintas e impredecibles!
