Ayer, perdiendo el tiempo en Instagram, me encontré a alguien a quien sigo explicando que, cuando eres madre y no sigues a ese tipo de mujeres que dan de mamar, portean, colechan etc también eres una buena madre y también lo haces bien. Nombró una bañera, con forma de maceta y que salían una pasta y a mi se me desbloqueó un recuerdo. Yo compré esa gilipollez. Me gasté un dineral porque, por aquél entonces, mi hija lloraba muchísimo. Claro, al llorar tanto, tragaba aire y le daban gases y yo, por primeriza, pensaba que era eso por lo que lloraba. No era así. Ella lloraba porque, al abrir los ojos vio que no estaba en Avatar. Que había nacido en un planeta que no conocía con una tontorrona que compraba macetas para que ella estuviera mejor. Según instrucciones del propio producto, el bebé se sentía como en el vientre materno y se quedaba en la posición que tenía dentro del útero. Eso, cuando no eres de otro planeta o cuando te da porque esa bañera te parece una chorrada muy propia de un adulto disfuncional. Fue poner a mi bebé en la bañera y ella empezar a moverse nerviosa yo creo que pensando un: «que me matas idiota!» Tragó agua, lloró, como no! y se acabó la bañera con forma de maceta.
Porqué cuento esto? Pues porque, si hoy al universo le da por poner esto que escribo en manos de una madre primeriza, quiero recordarle que, hagas lo que hagas, lo estás haciendo muy bien. Incluso si no te apetece amamartarlo, o dormir con el bebé, o lo que sea, esas son cosas que te conciernen solo a ti. Son tus decisiones. Es tu cuerpo, tu energía, las energías de tu cría, y solo tú sabes y a ti solo deben importarle. A nadie más.
Me tiré 7 años de mi vida pensando que era una madre horrible hasta que llegó el diagnóstico. Diagnóstico por el que estuve peleando porque el que le habían dado no tocaba ni la superficie de lo que ocurría en realidad. 7 años en los que tuve que oír que, lo que le pasaba a mi hija, que todo lo que tenía se lo provocaba yo porque, o bien la malcriaba, o bien no la llevaba suficiente a los parques a jugar con otros niños, o como se me llegó a decir alguna vez, «si no te gustan los niños cómo te dio por meterte en ese jardín?» Yo pensaba que hay gente que maltrata a sus hijos, que los mata incluso y luego, cuando entrevistan a los vecinos, les dicen a los periodistas que eran unos padres de diez. Yo sólo deseaba que mi hija fuera feliz y, si para eso debía arder con un bidón de gasolina, lo hubiera hecho. No tienen que gustarte todos los niños, ni ser niñera. Sólo deben caerte bien los tuyos.
Más tarde hubo quien, tras el diagnóstico, me quiso explicar que, seguramente, por yo no ser una madre afectuosa, mi hija, emocionalmente desconectó de mi. Pero yo ya no escuché ni una sola opinión más. Yo andaba muy lejos, como una cometa a la que zarandea el viento. Y así estuve un tiempo corto. Vacía. Triste.
Como ya estaba harta de las opiniones ajenas, comencé a estudiar y a informarme. Con información avalada por gente que sabía porque, en tierra de expertos, también hay cantamañanas, así que, poco a poco separé la paja del grano.
Han pasado 20 años desde aquella maceta-bañera que acabé, primero, llenando de trastos, y después llevé alegremente a la basura. 20 años de los que he disfrutado estos últimos. El resto ha sido una lucha continua por explicarle a mi hija que, el mundo que creamos a su alrededor, Avatar, solo está entre las cuatro paredes de nuestra casa. Lo demás es otro planeta llamado Tierra y que no, nunca volverá a su planeta de origen. Nosotros hicimos una maqueta que ha quedado bien chula pero al pasar el umbral de la casa, está la realidad. Aunque eso ella ya lo sabe. Ayer, en la playa me explicaba con mucha madurez porqué no tiene amigas. Creo que a su padre y a mi se nos fue un poco de las manos la maqueta. Ahora ella es absolutamente feliz. Y eso es algo que conseguimos a pesar de tanto «sabio» consejo.
Por eso termino diciendo que eres una madre o un padre estupendo. Da igual cuando leas esto!