¿Cómo te describirías?
Me defino como una persona bastante tímida, que aún se queda colorada ante determinadas situaciones. Mi timidez y las injusticias que me han tocado ver en mis cincuenta y cuatro, han dado como resultado que no me deja callada ya ni el Tato. Cosa que me molesta cosa que hago saber que es así. Me he ganado mis buenos enemigos así, pero he ganado las mejores de las amistades.
Me gusta mucho leer y antes de ser madre iba muchísimo al cine. Ambas cosas cayeron de mi vida en cuanto tuve a mi primogénita. Luego, todo lo que he leído, todo lo que he visto, a todos los sitios a los que he ido aunque quedaran en el quinto pino, han tenido que ver con el autismo. Él ha sido una palabra a la que temí durante años, que veía enorme y feroz y a la que odiaba porque sentía que tenía a mi hija atrapada entre sus brazos y le impedía ser quien ella era en realidad. Cuando descubrí y entendí, aflojó el nudo en mi hija. No la tenía atrapada, solo que yo no sabía cómo gestionarla y eso perjudicaba a la felicidad de la niña. Creo que por eso mismo su hermano nunca ha perdido su sonrisa, porque, cuando él llegó, ya habíamos puesto en casa el mecanismo de la comprensión y del respeto.
Me considero una buena madre. A veces un poco demasiado protectora, supongo que un coñazo algunas veces para mis retoños, pero que todos los días intenta aprender de ellos para educar sin asfixiar.
Como mujer, he tenido la suerte de encontrar a un compañero de vida con el que aún me río y en el que confío plenamente. Soy consciente de que he tenido mucha suerte. Igual que él conmigo. Durante todos estos años me he convertido en su lóbulo prefrontal, haciéndole ver que, determinadas situaciones de su vida, vividas de la manera que él lo hacía quedaban un poco extrañas a los ojos de los demás. Ha entendido que va por la vida como Leoncio, el de Leoncio y Tristón, los del dibujo animado, con una indolencia y una alegrías a veces impropias de las circunstancias. Él a mi me ha dado tranquilidad. Como cuando me dijo, tras los diagnósticos de nuestros hijos, que ellos estaban tallados en buena madera, y a mí aquello me tranquilizó y me hizo coger fuerzas para plantar batalla. Durante estos años de lucha me han dejado como herida una ansiedad y un estrés bastante potentes. Pero si volviera a nacer pasaría por lo mismo y lo haría de la misma manera, eso sí, con otros soldados en la lid.
Soy una mujer vulnerable a la que le encanta escribir. Es la tarea que más me gusta en la vida. Sentarme y narrar una historia. He vuelto a la lectura ahora que vivo con algo más de tranquilidad, y ella, como la mar, como las olas que rompen a la orilla de la playa, me ha llevado a sentarme a escribir de nuevo. Para contar historias buenas, malas o regulares, da igual. Ellas solo andan esperando que yo las ponga en papel.