He empezado el día de hoy tomando el desayuno, mientras caía en la cuenta de que, mi hijo, mi enano, tiene ya la misma altura que yo y eso me ha dado vértigo. Qué rápido se va la vida!
Después del desayuno, me arrastré hasta la cama porque el dolor de cintura no me deja vivir. Es como estar en una lumbalgia eterna. Aquí estaré mientras se me pasa, o se me termina de caer un trozo de algún lado. Mi hija, cuando me alejaba de la cocina me ha cantado una estrofa de una canción: «mami quiebra la cintura» me ha dicho y yo no he podido evitar mirarla con un mucho de suspicacia y afecto riendo pasillo adentro arrastrando los pies.
Luego he leído algunos blogs a los que estoy suscrita, donde contaban la experiencia de vivir sin luz un montón de horas. Quería, como dice el dicho, poner mis barbas a remojar para cuando ocurra aquí, en las Islas. Nosotros nos quedamos solo sin Internet a las ocho, justo después de estar más de tres horas en clase online de donde perdía la señal una y otra vez, sacándome de la reunión. El móvil era un instrumento inútil. Qué pronto pierden poder las cosas que no son realmente importantes! Me acosté tempranito y dormí como un tronco.
Al día siguiente, volvíamos a tener señal pero no me iba el teléfono fijo. Así más de dos días. El miércoles, tomando café con las amigas, me llaman del trabajo de mi marido. No tiene móvil y mi fijo no va. No lo localizan y se ha producido un incidente que sólo puede resolver él y necesitan que vuelva y es urgente. Llamo a mi hija y me explica que su padre no ha llegado y yo, por si las moscas, le dejo un recado. A los diez minutos me llaman. Lo han localizado porque, como buen habitante de Avatar, es un rutinas y han contactado con el compañero que desayuna con él, alguien que, solo si eres de Avatar, puedes soportar. Conmigo no tiene esa suerte y primero me corto la mano que anotar su número. Mi marido es la persona que menos ha sufrido de esta historia. Mientras los demás hacíamos cábalas, él terminaba de desayunar en su cafetería de siempre. Lo han pillado pagando. Ha salido de allí y en diez minutos volvió al trabajo para deshacer el entuerto. Tiene una flor en el culo. Si hubiera sido a mi, la llamada me habría cogido embarcando en un vuelo a Alemania.
Al llegar al mediodía a casa me ha explicado qué ha pasado y me he reído. Todo ha sucedido porque no ha seguido la secuencia exacta cuando hace algo importante. Y se ha despistado. Menos mal que volvió a tiempo y no ocurrió ninguna cosa de entidad. En fin! Que lo he mirado y le he dicho lo sorprendentemente rápido que se nos ha ido la vida y cómo nos hemos hecho mayores. Se ha reído. «No somos mayores, somos viejos» me dijo. Viva la sinceridad de Avatar!!
Ha ido todo a una velocidad de vértigo. Como la altura de mi enano. Que ya no lo es. No sé si aferrarme al colchón de mi cama, o intentar, con la pierna por fuera, frenar esta velocidad del demonio. Para disfrutar de cada minuto de lo que me quede por vivir aquí, en Avatar.