¿Cuál es la primera impresión que quieres causar en los demás?
Ayer nos vinimos a la que fue la casa de mi madre. Siempre que llego, nada más abrir la puerta, siento una añoranza y unas ganas de volver a momentos pasados que no son ni normal. Aún me parece raro no ver a mi madre bajar por las escaleras al llegar, ella siempre me esperaba con la puerta abierta, y rodearme con sus brazos e impregnarme de su olor a perfume.
Me gustaría que la gente me viera como yo a estas cuatro paredes. Es una casa que pasa desapercibida, que se confunde entre otras, pero que, cuando te adentras en ella solo ves cosas bonitas, recovecos secretos que, al abrirse, ves lo práctico de su existencia. Sí. Soy práctica. No me gustan las complicaciones. Suficiente tengo con las de la vida misma.
He dejado de ver a los pajaritos que habían hecho nido en el interior del enorme árbol que corona el jardín, así como las avispas que revoloteaban perezosas al calor del verano y que, para horror de mis hijos, acababan perdiendo el rumbo y colándose en la casa. Pero imagino que lo mismo pasará conmigo, la gente me mirará y buscará cosas en mi que ya no existen, que han sido sustituidas por la madurez.
Ayer salí a comer con los compañeros de trabajo, los que estamos en primera línea para atender al público. Uno de ellos, antes de irme, me dijo que yo era su ídola. Qué horror! Él llegó a esa conclusión porque, exponiendo cada uno sus experiencias judiciales, dejamos ver, con sus propias vivencias, las miserias de la vida judicial. Abogados que, además de sólo poner palos a las ruedas de sus propios procedimientos luego van con el cuento a su cliente diciendo que es que la justicia es lenta, o jefes abusadores que actúan ante la impunidad más absoluta, delante incluso de enlaces sindicales, que, por política, les son afines…y acabé contando una anécdota que tuve con una juez de instrucción que, salió de su juzgado en busca de una bronca y me encontró a mi.
Ella estaba muy enfadada porque necesitaba un favor y el juez que llevaba mi oficina le había dicho que no. Entonces la vi salir de la puerta principal y dirigirse a nosotros. A mí, que era la que estaba en la entrada. Yo me arremangué porque sabía que aquello iba a ser duro, muy duro. Y fijé los pies al suelo para que los gritos de aquella energúmena no me tiraran al suelo. Le contesté. Algo que ella nunca había vivido. Y, en un alarde de inconsciencia le dije que ella tenía a la Junta de Jueces para, y cito textualmente, «ir a tirarse de las togas con todos ellos». Mientras se iba giró su cabeza y me dijo que me arrepentiría. Le contesté con un, que tenga usted un buen día, y respiré aliviada de quitarme a aquella fiera de encima. Al día siguiente acabé en un despacho y, a los pocos días, en otro. No hubo consecuencias pero fuimos la comidilla del edificio. Luego se metió ella en política y, para ganarse mi voto, me saludó muy afable por el pasillo, con la mismas ganas con la que esperó a que le sirvieran mi cabeza en bandeja de plata. Mi compañero dice que fui muy valiente. Yo creo que fui una loca a la que siempre le ha preocupado una única cosa, que no vuelva nadie a abusar de mi porque piense que puede hacerlo con impunidad. Pero es que mi compi no sabe nada de mi..en realidad, casi nadie sabe mucho de mí. Excepto mi madre. Y ella ya no está!
