Este año, porque me quedaban aún por disfrutar cuatro días del año pasado, me he pillado toda la semana santa. Toda. Desde el viernes pasado. Estaba reventada. Como ya he dicho, el segundo trimestre de quinto ha sido agotador. Hemos dejado el hígado en él. He de decir que, sin ser que ahora le guste estudiar, no vayamos a flipar en colores tampoco, el ejercicio de estudiar todos los días aunque no haya deberes, ha hecho que mi enano le esté pillando el gusto al hábito.
Pues bien, el lunes, no pudo ser antes porque a mi marido le tocó trabajar durante el finde, empacamos las cosas y nos vinimos al sur de la isla. Llegamos tarde, porque la rutina impone que debemos parar a cenar en un restaurante de comida rápida que hay nada más entrar al pueblo. Aquí, hasta los pueblos, se han puesto todos a disposición del turista. Un turista que en su país es civilizado pero que al llegar aquí se convierte en un energúmeno. Hay también bonitas excepciones. Gente que ama la isla. Pero son los menos. Desgraciadamente.
Nos plantamos en una vivienda que lo fue de mi madre. Es de mis hermanos y mía y aquí mis hijos tienen unas rutinas que hacen que en sus vacaciones puedan soltar ese vapor que se acumula en la cabeza de una persona autista que va aumentando a medida que socializan, aguantan atascos, ruidos, apreturas en el transporte público…Aquí notas cómo se van relajando. Nada más llegar.
Al día siguiente, o el mismo día de la llegada, mientras engullen sus hamburguesas, comienzan a hacer planes. Mañana comemos en tal sitio, luego vamos a la playa, luego cenamos en este otro sitio, y, cuando han terminado, dejan nada a la imaginación o, a, vamos a ver qué pasa hoy. Han hecho planes para todos los dias. Eso ocurre cuando vienen conmigo. Yo no hago planes a largo plazo. Solamente enumero lo que haremos ese día en concreto. Por eso son del team papá.
La playa a la que vamos, no se nos ocurre ir a ninguna otra, es una playa artificial. Creo que en la isla solo hay dos. Pues una de ellas. En esta playa el mar siempre está igual. Puede estar la marea alta o baja, pero no hay olas. No somos del team, tenemos que quedarnos sin bañarnos porque está el mar picado. No no. Y en ese team me incluyo. Y se incluía mi madre a la que estar ahí le encantaba.
Para cenar podemos incluir, volviéndonos muy locos, cenar en casa, o hacerlo en un restaurante del centro comercial donde, o qué guay, vende comida rápida, contundente, no hay colas, de hecho, no tiene casi clientes mientras que los otros locales están llenos, y la comida está buena. Qué ocurre? Pues que el dueño es hindú. No pone en sus platos otra carne que no sea pollo o pescado. Prepara unas ensaladas gigantes y muy ricas. Y la gente de por aquí y el turista prefiere un menú más variado.
Hoy hemos planeado volver a casa. No quiero hacerlo mañana y tener que comerme los atascos de la vuelta. Volver a casa me va a caer como una piedra en la cabeza. Espero haber cargado toda la energía necesaria para afrontar la vuelta a la rutina. Hoy limpiaré un poco la casa, leeré, regaré el jardín, y volveré cargada de ropa de cama y cosas que lavar al regreso. Voy a aprovechar todo el día. Y lo he comenzado de la mejor manera que sé. Escribiendo.
La foto la hice ayer. Me gusta. Y es la de la playa a la que vamos.
