Esta semana he tenido dos tutorías. Una de ellas se refería al peque de la familia. El profesor me ha dado un seguimiento del niño, de las asignaturas en las que él flojea, matemáticas y lengua. He visto por encima que tiene un montón de «en proceso» y ningún conseguido. He metido los papeles en una bolsa, los he fotocopiado y me he olvidado de ellos. No creo en seguimientos. Ni en valoraciones apocalípticas. Creo en mi hijo y en sus capacidades. Hemos hablado de la actividad en la que él no quería que el niño participara. Me ha reconocido que no se esperaba, para nada, el cómo fueron las cosas. Yo sí. Yo lo conozco y sé de sus fortalezas y de sus debilidades. Al final, fue el único de toda la clase que preguntaba dónde estaban los artículos, dirigiéndose a los empleados del supermercado con educación y como si lo hubiera hecho toda la vida. Vamos, que le hemos dado un zasca en toda la boca. En fin. Nos ha dicho que va a aprobar este curso. Sin duda ninguna. Y con eso me he quedado.
Luego, he tenido una tutoría yo, con la tutora asignada para este curso de autismo que realizo con Fundación Quinta. Ha sido un cambio de impresiones rápido que tenía mucho que ver con el trabajo de final de curso que debo presentar. Oh my god!!
El hecho es que no suelo estar en las clases online en directo. No creo que me haya visto o me recuerde por esto de que soy madre, trabajo, hago deporte, voy a las terapias de los chicos, o hablo con sus terapeutas de temas que creo se deben tratar en la terapia…bla, bla, bla. Soy de perfil bajo. El caso es que ha flipado un poco con esto de que convivo con lo que ella creía eran dos personas autistas hasta que le he aclarado que no, que son tres. Que mi marido también lo es. Me ha preguntado que cómo lo organizo. Y siempre que me hacen esta pregunta contesto lo mismo. Con mucho estrés. Pagando con la salud. Esa es la forma en que lo llevo. No hay más trucos y no soy súper nada. Me ha dicho que le parece interesante el trabajo que le quiero presentar. Vamos a ver qué sale.
Ayer salió en la aplicación la pregunta de qué profesión elegiría hacer de manera gratuita. Me gustaría escribir de forma profesional y me gusta la dedicación que aplico en mis hijos. Si pudiera decir que si me dedico a ello como si fuera una profesional diría que sí. Y lo hago de manera gratuita. Por eso me formo. Por eso trato de entender cada día lo que pasa por la cabeza de mis hijos. No puedo ayudar a mi marido. Puedo acompañarle. Puedo hacerle entender qué ha ocurrido en determinadas situaciones en las que hemos estado juntos y en las que me ha mirado con cara de desconcierto. Mis hijos no tienen su vida resuelta. No son su padre. Debo darle el mayor número de herramientas posibles para que puedan encauzar su futuro. Su incierto futuro. Hay un alto porcentaje de personas autistas sin trabajo. Sin ayudas. A la deriva. No saben lo angustioso que puede ser eso para una madre que sabe cuánto valen sus hijos y que sabe de las miradas prejuiciosas de la gente que les rodea.
Pienso luchar por ellos hasta que me cierren los ojos, con todas las fuerzas, con toda mi energía. Quiero que eso quede claro. No porque sea una madre fantástica. Sino porque quiero la felicidad de los dos. También con todas mis fuerzas.