EL CUMPLEAÑOS

Esta semana ha sido el cumpleaños de mi marido y lo he llevado, e invitado, a un restaurante de esos a los que va una vez, y se queda con las ganas de haber  pedido  otro plato. Esta vez se ha quitado  la espinita. Él suele pedir carne, con una papita frita  y una verdurita, que, puestos en diminutivo, no queda como, me puse hasta las  cachas de comer. Hemos ido con la niña, que seguirá siendo niña, aunque esté a un pelo de cumplir los 19. Total, que estábamos en la mesa atacando nuestros platos cuando mi hija me ha mirado  y  me  ha dicho que porqué no me presento a otro concurso  literario. Que mis textos son muy buenos y bla, bla, bla. Mi  sorpresa  ha sido mayúscula. Le he dicho que no tengo tiempo, y, que, al que me presenté lo hice porque la temática me tocaba muy de cerca y porque esa noche no pude dormir pensando solo en escribir la historia y cómo contarla. Mi marido nos  miraba en silencio, un tanto estupefacto,  porque a él solo le di a leer ese texto. No sabe que hay unos cuantos más. Un día pongo por aquí alguno. Total, que cuando  oyó  la  palabra textos en plural, se le quedaron los ojos cruzados.

Entonces él  comentó que, la chica ganadora, había  hecho uno muy bueno. Absolutamente. El texto era muy bueno. Mi  hija lo  miró  y le preguntó: «Te acuerdas de qué iba?». No se acordaba. «Te acuerdas del de mamá, que tardaste la vida en leerte y que luego te impactó?» Se acordaba si.  «Pues yo  creo que  mamá debió ganar porque lo que  escribió quedó grabado  en nuestras cabezas».

Nos quedamos los tres en silencio, como en esos cuadros en los  que se pintan a un grupo  de gente, comiendo en este caso, unos mirando al pintor, otros a  otros  personajes…y entonces sentí  el amor de mi  hija  derramarse por  toda la mesa y llegar hasta mi en forma de energía, esa  que te recorre todo el cuerpo y,  al  llegar a tu cabeza, te estalla dentro en forma de colores.

Durante un montón de años, mi mantra era el mismo que el  estribillo de una canción de Víctor Manuel. «Qué te puedo dar, que no me sufras?»y, ahora aún lo  sigue siendo. Lleva toda la semana sufriendo  una ansiedad que, solo una persona autista sabe lo mal que se pasa. Le he dicho que debe ir más a deporte. El deporte va genial contra la ansiedad. Me ha contestado  que  bien,  pero que el  gimnasio donde vamos, ponen la música a todo trapo. Es cierto. Y ella no lo  puede soportar. Entonces  le he dicho que, nos damos de baja  allí  y nos vamos a otro, más caro, y al  que  puede llegar caminando, y menos ruidoso. Me ha dicho que porqué  voy a pagar más y a marcharme de un  sitio  que  me gusta.  «Pues para que seamos felices las dos» le he contestado. Y la respuesta le ha gustado. Espero que mi amor por ella haya hecho el mismo recorrido que el suyo y, en su cuerpo pueda sentir la misma energía que yo en el mío.


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