He empezado ya en el gimnasio nuevo y he ido un par de días seguidos animada por mi hija. La primera vez conseguimos ir juntas a hacer una clase virtual de ciclismo donde ella y yo parecíamos un anuncio de esos que ponen «antes…después». Podemos adivinar tod@s quién es el antes no? La clase no resultó ser un suplicio porque llevo tiempo haciendo deporte, pero qué mal se pasa encima de una bicicleta! Que alguien diga, por favor, que el sillín se clava en el trasero de todo el que practica este deporte, y luego ya, si eso, hablemos de sus beneficios.
Yo a mi hija la veo mejor de la ansiedad. Más animada y contenta. Eso pasa cuando eliges qué actividad hacer en una aplicación de móvil, eliges el sitio donde ponerte, algo básico para una persona autista, y te preparas para ir a darlo todo. Me apunté en este gimnasio, pero aún no he ido a quitarme del municipal por cuestiones de logística. Tengo las mañanas ocupadas por el curro y, por las tardes, tengo terapia si no puede ir mi marido, a lo que se suma que va llegando la fecha del examen y a mi me están entrando ya los siete males.
Pues como digo, no me he quitado del municipal, y ayer fui a zumba. Podría haber ido al nuevo, hacer ejercicio, sin coger transporte, y volver a casa. Pero no. Entre susto y muerte elegí esta última.
Siempre que llego a la clase, antes de entrar, hay una señora menudita, con camiseta de tiros rosa fosforito y pantalones cortos negros. A veces puedo sentarme junto a ella y, otras veces tengo que saludarla de lejos, que fue lo que pasó ayer. Me senté, absorta en mis pensamientos, y en esas estaba cuando oí a alguien de pie junto a mí. Sorprendida, miré y vi a la señora delante de mi. Con su voz quebrada por la edad (tiene 71 años!!) me preguntó que cómo llevaba lo de los estudios. Me sorprendió. Primero porque no recordaba haberle dicho que preparaba un examen, luego, porque ella se acordara, después que vaya dando la brasa a todo quisque con lo del examen, y le contesté que lo llevaba como podía. Entonces me respondió que tenía que tomarme las cosas de la vida con actitud animosa. Que con eso tenía ya la mitad del trabajo hecho. Siguió hablando y, cuando terminó me sentía mejor y más contenta.
Luego entramos a clase y la profesora, que nunca lo hace, puso una coreografía en la que estamos un pequeño rato bailando unas con otras. Y allá que me fui a bailar con la mujer, para agradecerle, con el baile, cada una de las cosas que me dijo. En cada giro que dimos, intenté que ella se sintiera tan feliz, como yo lo había sido al principio de la clase. Y con ese buen rollo terminamos. Nos miramos sonriendo y nos deseamos un feliz fin de semana. Y con esa energía me he despertado este sábado.