¿Qué haces para integrarte en la comunidad?
Es una palabra preciosa que nadie pone en práctica. Todo el mundo apela por ella hasta que, por ejemplo, en el cole de sus hijos se plantean el no ir de viaje a Eurodisney porque en el grupo se encuentra un chaval autista y no creen que sea este el viaje más conveniente para que él vaya. Ya saben, colas, ruidos, gritos…el peor de losplanes. O que resulte que, mejor aún, la comunidad escolar decida que van todos al viaje menos él, porque claro, no vamos a romper el corazón de tantos niños. Rompamos solamente el suyo y el de su familia. Un daño colateral necesario y aplaudido por todos. Porque todos somos muy solidarios hasta que estamos justo en ese punto.
También ocurre cuando, decidida tú a pedir o reclamar algún derecho económico se te diga que no porque, independientemente de todos tus gastos, que pueden llegar a ser infinitos, tu marido y tú se pasan de las rentas, quizá por céntimos. No importa. No tienes derecho. Y eso es algo que se aplaude incluso, por los de tu alrededor. «Que no llega dice? Pero si los dos son funcionarios, qué me estás contando!!!»
Luego están los que dicen entenderte, a tope contigo, y deciden poner los cumpleaños de sus hij@s bien de globos y de música muy alta, que hasta tú que no eres autista, sales con los chacras hechos una mierda de allí. «Mujer! Lo mejor para mi peque!!» Y tú declinas amablemente esa invitación.
Así que, más que preguntarme qué hago yo por integrarme en la comunidad, deberían preguntarme qué hace ella para integrarme a mi y a los míos. La respuesta es cero. Y, como decimos en justicia, yo aplico la reciprocidad.