¿Buscas seguridad o aventura?
Esa pregunta tiene una respuesta corta. Pero la voy a alargar un poco.
Durante mi infancia y mi juventud viví muchas aventuras, casi todas desagradables. Tuve que tomar un montón de decisiones y, durante años, me quedaba dormida casi al amanecer pensando en qué paso debía tomar al clarear el día. Todo lo que he hecho, todas las decisiones que he tomado, buenas, regulares y malas, han sido tomadas bajo la premisa de, mira, por ahí otra vez no.
Y sí, mi vida era una aventura, un jolgorio, pero entendido todo de la peor de las maneras. Solía tener mis cosas preparadas, mi mochila del cole, muy cerquita mía para que, en caso de estar en algún jaleo, salir por piernas pero pudiendo ir al colegio al día siguiente. Como si no hubiera pasado nada.
Aguanté ese tirón hasta el día mismo de mi boda. Al salir de la iglesia decidí que, desde ese momento mi vida se reiniciaba. Como un volver a nacer de nuevo. Me alejé de lo que me hacía daño y de quienes me hacían daño y eso lo he mantenido hasta hoy.
Yo no he vivido una buena aventura, ni ninguna bonita, por eso soy del team, yo quiero saber el suelo que piso y si me puedo caer. Nunca fui como Peter Pan. Yo siempre quise crecer y salir del yugo de quien no quería estar pendiente de mi. Tomé malas decisiones, claro que sí!, faltaría plus, no soy perfecta, pero me hace gracia como la gente de tu alrededor puede juzgarte como si tuvieran algún derecho sobre tí. Como si yo les debiera la vida, o el cuidado de mis hijos, el no tener dinero ni para regalos en Navidad y ver a la mañana siguiente el árbol más desangelado de la vida, con globos y aderezos para que hicieran bulto. Como hacía mi madre. Ella nos ponía globos, y unas pastillitas de azúcar que iban en unas botellas con forma de patitos. Si me esfuerzo un poco, puedo llegar a recordar, incluso, el olor que tenían. Como los cuentos que me caían cada año y que ahora pienso que los sacaba mi padre de la imprenta donde trabajaba y, que, de seguro pagaba a plazos. Tenía dos trabajos para llegar a final de mes. Ese, y limpiar un banco. Se levantaba al alba y se iba a trabajar. Nunca se ponía malo. Yo creo que porque el trabajo siempre ha sido el amor de su vida. El único amor de su vida.
Todas las decisiones que he tomado, todas, me han llevado a ser la mujer que soy hoy día. Con quién me casé, cuántos hijos quería tener, el trabajo que quería, los estudios que he realizado…bueno, eso no. Hice los estudios que me permitió mi economía. Pero yo hubiera deseado estudiar derecho y acabé haciendo una diplomatura que me da dos puntos en los méritos cuando estamos en fase de concurso, peleando por el escalafón. Nunca he ejercido y nunca se me hubiera dado ni medio bien. Pero esas son las cosas. Sabía que estudiar abría puertas laborales y por eso decidí seguir. Sin ayuda de ningún tipo. De ninguno. Ni económicas, ni motivacionales. Si me quedaba hasta muy tarde estudiando mi abuela se ponía hecha una furia porque tenía la lampara de mi mesita de noche. Un puto derroche de luz y de dinero. En fin. Menos mal, que, como dice la canción, todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar. Es de Serrat. De un poema de Machado. Las lecturas de mi padre hicieron su efecto en mi.
Ayer me corté el pelo. Un corte corte. Tenía una melena por los hombros, pero en esta etapa vital, cuando me agitaba un poco, el pelo, que me cae a manta, se me metía en la boca. Y claro, ante ese asco tan desagradable, solo había una opción. Cortar. No fue una decisión de hoy para mañana, pero sabía que debía tomarla porque como digo, jamás hago algo a tontas y a locas.
El corte le ha gustado a mis hijos, y a un par de personas más. Hay quien me ha dicho, no me gusta, como mi marido, y hay quien sin decirlo he captado que ha sido no. Mi hermana me preguntó que qué había dicho mi marido. Que si le había gustado. Y le contesté la verdad. No. Pero seguí diciendo que quien lleva la cabeza encima de los hombros soy yo. La que se mira al espejo soy yo. La que se peina soy yo. Es mi imagen, mi pelo, mi decisión, mi vida. Me da muy igual si gusta o no este cambio. No lo he hecho para nadie. Me ha dado una alegría inmensa ver mi nuca despejada y he pensado en la próxima vez que salga del gimnasio sin parecer una loca desgreñada a la que el pelo le va por donde quiere. También he pensado en la piscina. En ponerme el gorro sin necesidad de mil mierdas para no perder el poco cabello que tengo. Esto es así. Siempre he tenido el cabello muy fino y siempre he procurado maltratarlo poco, porque, como llevo diciendo desde el principio, cada día de mi vida he tomado decisiones que me han llevado a ser la mujer que hoy escribe este blog. Espero que quien elija aventura viva las mejores de su vida. Yo no he tenido ninguna suerte.