MIS DIEZ COSAS

Enumera 10 cosas de las que estás totalmente convencido.

Estoy absolutamente convencida de querer a mi familia, no ya a mis hijos o a mi marido, a mi familia en general. La próxima y no tan próxima, excepto al hermano mayor de mi madre. A ese no. Se ganó este honroso honor a golpe de defraudar a mi madre una y otra y otra vez. No estuvo en su funeral porque nadie le dijo siquiera dónde era. También estoy convencida de que todos en aquel instante pensamos lo mismo. No merecía estar ahí.  Tal vez algún día le perdone. Tal vez.

Estoy convencida de que mis hijos son autistas. A pesar de que haya alguna que se juegue su título de psicología a que con mi hijo me equivoco. No. No me equivoco. Y no, ya no me pone triste saber y entender que vivo en Avatar. Que cuando salgo de mi casa paso a otro mundo distinto del que vivo entre estas cuatro paredes. Vivir en Avatar no es malo. Es estresante. Solamente.

Estoy convencida de que ser madre me convirtió en mejor persona. Conocer gente como mis hijos, honestos,  cariñosos, buena gente, que no notan ni les importa que, a veces, cuando estamos en algún sitio, somos llamativos para el ojo ajeno. Nos miran. Nos critican, como el otro día, dos chicas que se sentaron cerca nuestro y que consideraron que escuchar nuestra conversación era más interesante que hablar entre ellas. Nadie de mi familia percibió la curiosidad. Solo yo. Avatar 1 neurocotillas 0.

Estoy también convencida que la gente adulta autista que escribe en redes y explican qué y qué no es autismo, es la que hace que se ponga voz a los autistas que no pueden expresarse, aquellos que perdieron su voz en la maraña neuronal que conforma su cerebro. Y eso es de admirar y de agradecer.

Estoy absolutamente convencida de que siempre estaré con, y luchando por los derechos de los que, por lo visto, son ciudadanos de segunda. Junto con los que tienen voz para quejarse y para los que carecen de ella. Eso es algo que pienso hacer hasta que me cierren los ojos.

La sexta cosa de la que estoy convencida es de que me gusta escribir. Acabo de leer a alguien que dice que, cualquiera puede escribir. Es solo coger papel y lápiz y enfrentarse al folio en blanco. Hay quien escribe su diario, hay quien planifica sus días, hay quien escribe notas a sus parejas o a sus hijos, deseándoles un buen día o cualquier otra cosa, pero narrar una historia y darle sentido, y gustar al que lo lee no lo hace todo el mundo. No sé si estoy entre el primero o el segundo grupo pero no pienso soltar el lápiz ya nunca más.

Estoy convencida, como no podía ser menos, que me tocará partir de esta vida el día menos pensado. Somos finitos. Es lo bueno que tiene la vida, que nos iguala a todos al final. Seas rico o pobre, tengas unas ideas acojonantes o seas el ser más abyecto del planeta, al final, estiras la pata como todos. La muerte le da un sentido democrático a la vida. Por eso hay que saber perfectamente qué ritmo quieres darle y en qué tono quieres que suene.

Estoy segura de que, mi madre, a la que sorprendió el fin del partido antes de lo que ella imaginaba, consiguió con su fallecimiento algo que tampoco ella deseaba. La decrepitud. Mi madre era muy buena y cariñosa con los mayores, antes ya incluso de trabajar como auxiliar en un geriátrico cerca de su casa, pero que le ayudó a entender lo cruel y miserable que puede ser otro ser humano, sin generalizar por supuesto, cuando ya no le haces falta. Cuando ya lo tiene todo de tí. Por eso y porque era una coqueta indomable, el haberse convertido en una anciana, la hubiera puesto muy triste. Yo la animaba diciendo que podía venirse a la isla y vivir aquí, y bla bla bla, pero no creo que ella quisiera dejar atrás a sus amistades y a sus otros dos hijos.

Estoy convencida de que vivir junto al mar me hace muy feliz. El ruido de las olas, amanecer, asomarte a la ventana y ver los barcos fondeados frente a mi, no siendo siempre el mismo, a veces, incluso, te das cuenta que ya ha partido rumbo a otra orilla, a otro país, a otras culturas, y solo con eso, me puedo imaginar mil historias.

Estoy, por último, convencida de que a mí, como a todos, me han jodido viva en muchas ocasiones de mi vida, pero también sé que, en algún punto de ella decidí que todo eso debía dejar de afectarme a mi día a día. Por eso  acudo a terapia y hago ejercicio, porque con ambas cosas consigues sacar todo lo malo que queda dentro, como el alquitrán del tabaco que fumé hace muchos años, y que no sé si he conseguido eliminar a pesar del tiempo transcurrido. Sé que eso que me ha pasado voy a dejarlo atrás. Sacaré una lección, una buena, y no la que escogí cuando todo terminó, que fue la de crear un muro a mi alrededor para que nadie pudiera mirar dentro. Ahora voy escalando ese muro, sin importar si por el camino van cayendo los ladrillos que yo misma puse y que sé que no son necesarios. Quiero ver lo que me rodea. Y hacerlo, por fin, sin miedo.


Deja un comentario