EL LUGAR DONDE VIVO

¿Qué es lo que te gusta del lugar donde vives?

Hace no muchos años la respuesta hubiera sido nada. Cuando tuve a mi hijo, la casa en la que vivo se me quedó pequeña e incómoda. Y lo es. Las dos cosas. Cuando compras un mueble, cuando vas a clavar algo en las paredes debes asegurarte con precisión ninja de que no va luego a imposibilitar que no puedas abrir tal o cual cosa. La habitación de mi hija, por ejemplo, es un cuadrado. Su cama, si quiere estudiar debe recogerse y guardarse y a mi todo eso, unido a que estaba hasta el parrús de diagnósticos, hizo que me pusiera muy en serio a buscar otro sitio en el que vivir.

Hace poco, yo que no soy de enseñar sus intimidades a nadie, invité a dos compañeras y les hice un tour por ella a ver si me daban alguna idea de lo que había que reformar en la casa que es mucho y una pasta. O eso pensaba hasta ese momento. Con la visita, caí en la cuenta de que la casa tiene que es pequeña y es incómoda, si. Pero también que durante todos estos años, le habíamos puesto todo el amor en cada una de las cosas que tenemos entre estas paredes. Mi cocina, por ejemplo, la hizo un primo de mi marido, carpintero, fallecido ya, y la hizo de una madera que ahora es cotizadísima y rara de encontrar. El mueble del salón también lo hizo un carpintero. Y los armarios de las habitaciones que son empotrados porque así lo decidió el que construyó la casa. Supongo que pensó algo como, «en esta mierda de espacio donde malamente cabe la cama y las mesitas de noche, dónde puñetas iría el armario de esta gente?» «Eureka!!» Aquí. En esta pared. Los dos armarios pegaditos a las paredes del baño, que como haya una fuga, veremos las risas». A mis compis les encantó lo que vieron. A pesar de que el estudio parece haber sido afectado por una explosión.

Total, que en mi búsqueda de piso céntrico, cerca de las terapias, no muy lejos de mi trabajo, con sitio donde ir a comprar pan sin coger el coche y tal y tal, descubrí, para mi propia sorpresa, que ahí cuadraba mi casa a la perfección solo que la neblina del disgusto de los diagnósticos, se había metido en mi cabeza y no me dejaba pensar con claridad.

Vivo en un barrio donde, que yo recuerde, hay tres museos, dos teatros, eso para el que es cultureta y le gusta de vez en cuando saber dónde están sus orígenes, o ver una exposición de arte moderno…o verse una obra chula. No es una ciudad grande, así que nada de Rey León ni historias de esas, pero la verdad, los viajes a la península salen muy baratitos. Vivo al lado del trabajo. Voy y vengo caminando y mi edificio se ve en la torre donde trabajo. Puedo ver incluso el coche de mi marido salir del garaje si lo estoy esperando porque salimos a alguna cosa urgente del niño.

A otros dos pasos de mi edificio, poniendo éste como centro de un círculo hay farmacias y centros de salud para aburrir. Privados y públicos. Cuando mi marido ha sufrido una subida de tensión hemos llegado caminando, cosa que le ha ayudado en su recuperación. Caminar y que te de el aire diez minutos cambian las cosas siempre a mejor.

Tengo también dos supermercados, uno regentado por una persona de origen chino, que abre todos los días y donde voy a comprar el pan, a pesar de que cuento con una pastelería justo en la esquina a la que procuro no entrar porque cuando lo hago salgo con otras dos cosas que se me han pegado a la mano. A ellos les debemos las tartas de cumpleaños.

Lo único que hecho de menos es más espacios verdes. Yo y la mitad de la ciudad. Todo lo demás, incluido que desde que salgo de mi casa comienzo a saludar a todo el que me voy encontrando a mi paso, el portero de la finca, el chico de la barbería que corta el pelo a mi hijo, el peluquero de origen cubano que hace lo propio con el de mi hija, el dueño de la pastelería, compañer@s…Todo esto ha conseguido que haya hecho las paces con mi hogar. Sé que necesita una buena reforma, pero me da un perezón máximo meter a gente extraña con mis hijos y sus alergias a los extraños flotando en el aire. Pero tengo que hacerlo.

Ayer fuimos a pagar al Registro de la Propiedad el haber cancelado la hipoteca. Ya está mi casa libre de cargas.  Hoy vamos a celebrarlo a la casa del sur. Han sido 25 años de un montón de cosas, de buenos y de malos momentos. Sabemos que el futuro lo escribirán mis hijos. Pero qué coño! Todo ha valido la pena!


Deja un comentario