Cuando yo era muy pequeña, tanto que mis ojos sobrepasaban un poco la mesa que había en el salón de la casa de mi abuela, me dedicaba a vivir un día tras otro, en un silencio casi absoluto. Vivía con un montón de gente, en un piso amplio, no como lo que tengo actualmente en propiedad que es una caseta de perro, no, en aquel sitio podían dormir, y de hecho dormían, siete personas. Luego ya si eso hablamos de intimidad, de sitio en el armario y bla bla, pero la realidad es que la vivienda en sí era el camarote de los Hermanos Marx.

Y allí estaba yo, procurando no destacar, no llamar la atención en ningún sentido porque, si te movías, salías perjudicada.

Solía escuchar música, leer en algún rincón donde no fuera visible, y hacer deberes. No salía a la calle a jugar porque con 9 años me vino el periodo y, de repente, el espejo me devolvía la imagen de una chica de unos dieciséis años, con un cerebro infantil. Y yo era muy tímida y no soportaba algunas preguntas que ahora contestaría con un exabrupto por la impertinencia del de enfrente.

Pero antes de esa transformación, un día que me aburría como una mona, me acerqué a ver qué hacía una de mis tías en la mesa. Ella estaba súper concentrada porque estaba haciendo deberes de dibujo. Ella iba al instituto por aquel entonces. Cuando me asomé, su creación consistía en la cabeza de un caballo y yo quedé maravillada porque al animal solo le faltaba relinchar. Me puse a preguntarle sobre cómo podía dibujar tan bien, y ella, al principio, me contestaba cortante. Luego debí decir algo ingenioso que le gustó y comenzó a reír. Para que entendiera que yo no era una niña (ella tiene seis años más que yo y quería reducir las distancias) le hablé de un libro que había leído. Me dijo que cómo podía ser capaz de memorizar tantos datos, me eché a reír y saqué el libro de la estantería. Ahí comenzó lo que luego se convertiría en un cariño inmenso, sazonado siempre con el hecho de que ella hacía a veces cosas no muy lógicas, en una familia donde esa palabra, la verdad, no tenía cabida.

Muchos años después, con dos hijos y un marido que se portó con ella como un cerdo absoluto, que además, la dejó por otra y me dijo A MI que porqué no me quedaba  con su hijo pequeño que él tenía mucho estrés para criarlo solo, sufrió mi tía una crisis mental que derivó en un diagnóstico demoledor y muchos meses de ingreso en un psiquiátrico extranjero, donde nadie hablaba su idioma, pasando un invierno muy duro, sin ropa, porque su ex puso sus pertenencias en el garaje y ella tenía solo ropa de verano porque venía de vuelta de unas vacaciones a su tierra, y con unos hijos tan pequeños que no podían ir solos a visitarla.

Luego ha ido capeando la enfermedad, cumpliendo con el tratamiento y ha salido adelante. Hasta este mes. No sé si es que considera que lo que ella vive ahora mismo es la realidad, que decidió dejar la medicación con lo que, a día de hoy, sé que está viva y bien pero nada más. Ha empezado a medicarse porque su hijo mayor fue a verla y vio que su madre había decidido escapar de lo que ella considera solo mentiras,  esas que no deben gustarle mucho, y su mente había saltado al país de las pesadillas.

Y aquí estoy, como cuando era niña, intentando ver qué hace, poniéndome de puntillas a ver si logro verla.

Espero que regrese, que vuelva de donde está. No quiero que se vaya y no poder despedirme. Pero como dice la canción de Luz Casal: «yo te esperaré, en la orilla, aunque tú no volverás jamás «. Menos mal que justo antes de todo esto, le dije lo profundamente que la quería, si no, mi tristeza sería tan grande que no podría soportarla.

Voy a ponerme de puntillas de nuevo. A ver si la veo!

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4 respuestas a “Mi tía”

  1. Querida Sandruski, qué tristeza tan honda me deja lo que cuentas. Se siente ese amor inmenso, esa lucha silenciosa por no perderla, por alcanzarla aunque sea con la mirada. Ojalá regrese, ojalá vuelva a encontrarse contigo en esa orilla. Mientras tanto, qué bonito y valioso que ella supo, antes de todo esto, cuánto la querías. No estás sola en esta espera, aquí estamos, de puntillas contigo.
    Un fuerte abrazo 🌷

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