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Hablemos
¿Con quién te gustaría hablar pronto?
Se llama Luis. Sus padres lo han llevado a un gabinete y, mientras ellos hablan con las psicólogas, él deambula por una sala llena de luz, con rincones llenos de juguetes, y de estanterías con libros. Van a decirle a sus padres lo que él ya sabe, es autista y, probablemente, no hable ni diga una palabra jamás. Él sí tiene un diálogo interno profundo para su corta edad. Tiene 8 años, y este es el cuarto gabinete al que va. Y el último. Sus padres esperan, cada vez, oír algo distinto, pero siempre es la misma cosa. Le gusta aquél gabinete. Ojalá pueda seguir yendo allí.
Al cabo de los años, mientras daba siete vueltas más al sol, descubrió con tristeza que su padre lo consideraba un mueble, y no le ponía su abrigo en la cabeza al entrar a casa porque entendía que era su hijo mal que le pesase. Su madre era otra cosa. Ella le leía, le ponía música, le hablaba, y él solo podía lanzar aquella especie de rugido que lo hacía parecer un león herido. Intentaba incluso fijar la vista en ella, para ver si así su madre entendía que era un chaval de 15 años atrapado en una maraña neuronal que le impedía decirle lo mucho que la quería y lo mucho que agradecía sus desvelos.
Un día, entró una tablet en su vida. Su madre estaba empeñada en instalarle un comunicador y que él señalase lo que quería decir. El problema? Sus manos se agitaban nerviosas y no podía mantenerlas quietas, pero, para su sorpresa consiguió mantener quieto el dedo índice de su mano derecha. Y entonces pulsó. Y una voz mecánica puso voz a lo que había apretado. Su madre sonrió orgullosa aunque consideraba en su fuero interno que aquello era un accidente y no se iba a volver a repetir. Pero él lo intentó con más ahínco. «Mamá, quiero agua». Su madre se giró a mirarlo y le preguntó: «Quieres agua Luís?» «Si» contestó él. Y entonces ella comprendió y cayó a su lado, llorando. Lloraba por todos los intentos fallidos, por los 15 años de silencio impuestos, por su hijo, porque estaba atrapado en aquél enorme cuerpo inquieto, y así Luís comprendió también y sintió mucha pena y mucha alegría porque por fin podía decir, comunicarse.
Lo que empezó con aquel comunicador, terminó en un ordenador portátil. Así consiguió estudiar y ponerse al día en lo académico, donde resultó que Luís era un alumno brillante.
Cogió carrerilla, y, al cabo de poco publicó un libro que escribió con mucho tesón y solo con aquél dedo índice. Lo tituló «Vengo de Avatar» donde explicaba que, el planeta del que él venía no necesitaban apenas palabras para decir lo que se sentía. Hablaba de lo que era vivir en un cuerpo que no te permite su control porque está muy ocupado sintiendo todos los olores, los ruidos. Como no podía ser de otra forma, el libro lo dedicó a su madre, «la única persona que no se rindió hasta hablar conmigo. Hasta acceder a mí. El único ser humano merecedor de visitar Avatar». Y allí partió ella cuando le tocó marchar. Al pasar al otro lado, vio a Luis, que en ese planeta era un hombre sonriente que la abrazó nada más verla. Al sentir aquél abrazo cálido, al oír por primera vez hablar a su hijo, pensó que Avatar era el mejor lugar para descansar eternamente. Con su niño, siempre con su niño.
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Mi tía (2ª parte)
Después de muchos tiras y afloja, que si le volvemos a poner una enfermera y alguien que la supervise, que si la llevamos al médico y le ponemos otra medicación, en fin, después de vivir los preliminares de lo que iba a ocurrir, ayer ingresaron a mi tía en un hospital. Por lo visto, ya no andaba bien de salud, y el lunes ingresa en una clínica de salud mental. Lo han hecho porque su hijo se ha visto obligado a pedir una ambulancia para que se la llevaran porque ya hacía un rato que ella había tocado fondo. El problema, no había cama en la clínica por las buenas, así que lo pidió por la vía urgente, que, honestamente, no sé qué pueda serlo en el país teutón y cómo estarán los que sí sean urgentes para ellos. Él es un chico que no llega, creo, ni a los 25 años, y entiendo que hacerse cargo de algo tan grande debe sobrepasarle. Total, que a pesar del cambio de medicación, los refuerzos, ella no encuentra el camino de salida. Debe estar a miles de kilómetros de sí misma porque dejó de medicarse hace meses. La culpo? En absoluto. Su enfermedad es lo que es y ella confió en algo que pasó por su cabeza.
Ayer, cuando supe de su ingreso, miré mi móvil y vi nuestra última conversación. En ella me decía que, al leerme, solo ella y mis hermanos saben lo del blog, podía recordar sucesos que su mente había borrado. Se refería a una entrada en la que contaba una anécdota de su padre y de la que ella solo tenía algunas imágenes. Es curioso. Ella no me dice «mi padre» sino «el abuelo» porque yo creo que jamás lo quiso. Él se lo buscó, la verdad. Luego me dijo que no dejara de escribir, que le servía a ella para recordar y, cuando yo le contesté que cumpliría con lo que me pedía y que la quería mucho, ella me contestó que también, que no me lo decía pero que era así y que el tiempo pasaba muy rápido y que un día ya no nos veríamos más.
Luego, despejando lo que será la habitación del niño, me encontré con una de sus muchas felicitaciones por mi cumpleaños, escrita con una letra tan bonita y con un sentido del humor tan agudo y la acaricié en forma de duelo. Tal y como hago con las cosas de mi madre. Saber que ella está viva pero aún más lejos que antes, te hace querer pensar que está más en tu corazón y en tu cabeza, que ya entre nosotros. Ella se ha ido a un mundo de fantasía, a uno donde no hay cabida sino para los que ama. Sus hijos. Espero que, al oírlos llamarla, vuelva de su viaje, despacito, si, pero que vuelva. Aunque me temo que este será su último viaje. Deseo con todo mi corazón que, cuando se vaya, pueda reconocer a los suyos que la estarán esperando al otro lado. Todos gente que la ama, que la cuidarán mejor de lo que ella se ha cuidado nunca. Ella ya no es de este mundo. Nunca lo fue realmente. Ella era sensible y delicada como las alas de una mariposa, creativa, con sentido del humor, culta. El día que parta al otro lado podrán todos notar cómo el mundo se vuelve de repente más gris, más triste, como el libro «Momo» de Michael Ende, el mismo de la «Historia interminable». La creatividad quedará de luto y la bandera de mi soledad hondeará a media asta hasta que recuerde que tengo hijos propios y, como tengo en mi estado de WhatsApp, serán mi fuerza para recuperarme de tan tremenda pérdida. Yo a ella no la quiero como una tía, la quiero como a una hija. Así que tendré que curar las laceraciones de mi corazón y seguir hacia adelante. Esta entrada la guardo aquí y la tendré presente por si decide regresar. Para ponerla al día de lo que sucedió mientras transitó por este mal viaje. Es el único consuelo que me queda. Ser la memoria viva de mi amada tía.
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Los sacrificios
¿Qué sacrificios has hecho en tu vida?
Bueno, podría empezar escribiendo que todo el que transita por una maternidad o paternidad, quien tiene mascota, quien tiene padres ancianos, hermanos a su cargo…hacemos sacrificios en nuestras vidas. No es exclusivo de ser una madre atípica. Cuando mi hija nació, éramos una familia que pasaba perfecto con un solo sueldo y, sí, podía darme hasta un capricho. Pero la niña comenzó desde muy bebé a tener comportamientos «extraños», sobre todo para mí que estaba curtida en eso de cuidar niños pero ajenos, y comenzaron las terapias.
Total, que pasamos de la noche a la mañana de tener ahorros, a los números rojos. Literalmente. Recuerdo el día que no pude pagar un regalo que había comprado por Navidad y mi angustia al salir de la tienda. No podía creer que hubiéramos llegado a ese punto tan pronto. La suerte fue que, al poco de empezar con esta situación, me llamaron para trabajar de interina.
Con el paso de los años, como veía que todo el que atendía a la niña no era claro o no me lo explicaba todo, comencé a ir a congresos, cursos, charlas, todo para hacerme una idea de cómo era Avatar. Tan bien me fue estudiando, que ahora hablo con los especialistas de tú a tú. Tan es así, que, cuando alguien tiene una duda o una angustia, me llama para que eche un vistazo y diga mi opinión. Siempre desde el respeto al profesional, y siempre desde la posición de dejar claro que no soy el oráculo de la verdad. No lo sé todo. No tengo título.
Luego llegó el hermano, y si, durante los años en los que estuve con una niña solo fueron de sacrificios, no he salido, por poner un ejemplo a ninguna comida con amigas que se extendiera hasta tarde, o no iba de viaje, o, si me tocaba hacer vistas en otra isla me iba y volvía en el mismo día para seguir con la rutina diaria de la peque, cuando llegó el hermano hubo que ajustarse. El diagnóstico suyo llegó bastante más rápido que el de la hermana, así que hubo que encajar sus terapias y las de su hermana en nuestros bolsillos. No nos íbamos de viaje a ningún sitio, no había forma de comprar ropa nueva si no era estrictamente necesario, no han habido comidas fuera de casa, pero sí ha habido, a cambio, mucho amor devuelto. Los chicos saben perfectamente que, ser de Avatar, es caro. Un artículo de lujo. Desembolsas un montón de tiempo y de dinero en entender para atender. Mientras, tú ves pasar los días en un limbo en el que no notas todo a lo que renuncias. De hecho, creo que mi última película en el cine, por poner otro ejemplo, fue Top Gun, y antes de ella Avatar, que es la que ha dado nombre a mi blog. Cuando vi la película sentí que a mi me pasaba lo mismo que al protagonista, solo que, en mi caso, llegaba al otro planeta cruzando el umbral de la puerta.
Ayer fui a una comida de trabajo. Era de estas reuniones que se hacen para conocernos un poco todos los que pertenecemos a un mismo cuerpo. Fue divertida. Bebí vino blanco durante la comida y luego, en la sobremesa, una caña. Una compañera me instó a que me desmelenara. Mira, no. No me apetecía llegar a cuatro patas a casa para que luego mi hijo me despierte a las 6 de la mañana que es, efectivamente, lo que ha sucedido. Llegué tarde, eso si, por primera vez desde que tengo hijos, pero entera. Así que yo no me desmeleno, ni falta que me hace. La recompensa la tengo siempre al abrir los ojos, ver la sonrisa eterna de mi hijo y su pregunta diaria: «Nos levantamos?» «Claro que sí cariño, claro que sí». Y así es como empieza un fin de semana aquí, en este otro planeta lleno de cosas hermosas. A golpe de sonrisas.
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Querido hijo
Querido hijo! Hoy es tu cumpleaños y ya son 12 las velas que soplas en la tarta de cumpleaños. Tienes los mismos años que el edificio donde trabajo y es que, después de nacer tú, los astros se alinearon y, durante un tiempo, las cosas fueron maravillosas.
Luego llegaron tus fijaciones con las campanas, tu llanto si no pasábamos por delante de la iglesia para mirarlas «las campanas mamá, las campanas». Así y todo, yo estaba empecinada en que tú no eras como tu hermana, y resultó que no, que no lo eras, porque se me olvidó, vaya por Dios! que eras distinto porque nadie es un calco de su hermano, ni de nadie. Puedes parecerte mucho físicamente pero ir a tu aire en cuanto a forma de ser.
Resultaste ser un chaval sonriente, lleno de energía, tanta, que un día me pediste por favor que te comprara algo para dormir relajado, lo habías visto en un anuncio, porque estabas hasta el pelo de saltar en el colchón como un pez fuera del agua cada noche, eres bromista y capaz de pillar las bromas de los demás.
Recuerdo el día del diagnóstico. «Es igual que la hermana» me dijo la terapeuta, y yo sabía que no era por la forma de ser, ni porque se parecen como dos gotas de agua, no, me lo decía porque, de manera inesperada, tú también venías de Avatar, como ella, y, los dos, con el tiempo, sabedores de ser del mismo planeta, han hecho piña, en la misma donde está tu padre, la que imagino como tu queridísimo Bob Esponja. Yo soy la Calamardo de vuestras vidas. La que alucina mucho cuando los veo hablar en un idioma que no entiendo, que está de mal humor, aunque yo no soy nada vaga, y no tengo su ego. Cuánto lloré por la noticia! Me apeteció mucho ir a una plaza, cortarme el pelo a cuchillo, gritar y arrancarme las vestiduras. Luego todo el mundo me decía que ya tenía la experiencia de tu hermana, lo bien que estaba y bla bla. Sí, ya tenía la experiencia y casi 8 años más. No sabía de dónde diablos iba a sacar las fuerzas para ayudarte. A veces pienso que, en algunas cosas has dado pasos para atrás porque estoy mayor para ser firme. Luego hablo con tu terapeuta, vemos los avances y se me pasa. Pero es que eres tan de Avatar, que, no me sorprende cuando la gente me pregunta si eres mi hijo, a pesar del parecido.
Hoy cumples años, y yo, cumplo risas, llantos, carreras detrás de ti, acompañamiento, amor de pata negra, y abrazos, miles de abrazos en estos 12 añazos.
Hoy me han avisado que ha llegado a la Isla tu cama, así que, la próxima semana, comienza otro capítulo de tu vida. Se acabó el colecho, viva tu independencia, tu autonomía. Esa tan necesaria ahora que tu padre y yo envejecemos!
Te quiero hijo, no lo olvides jamás de los jamases. Pero no te quiero mucho como la trucha al trucho, que decía tu abuela, no. Te quiero profundamente y te llevaré en mi corazón y serás parte de mi aunque me vaya. No me iré muy lejos, descuida, iré en busca de mi abuela y mi madre, y, las tres te protegeremos. Porque eres parte de nosotras. Porque estás encajado en nuestra alma. Y así será. Hasta el fin de los tiempos.
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La libertad
¿Qué es para ti la libertad?
«Para la libertad, sangro, lucho, pervivo
Para la libertad, mis ojos y mis manos
Como un árbol carnal, generoso y cautivo
Doy a los cirujanos»Esta canción de Joan Manuel Serrat que primero fue una poesía de Miguel Hernández, me viene a la cabeza cada vez que se habla de libertad. En ella, en sus versos, dice cómo la va a defender y, desde ella misma, a quién ayudaría si pudiera. Teniendo en cuenta que perdió la vida por pensar de manera distinta a otros, los versos, cuando los tarareo acompañando a la voz de Serrat, siento ganas de llorar.
La libertad y el respeto deben ir de la mano. Uno es libre de hacer y deshacer siempre que no se dedique a hacer daño al de enfrente. Ayer parábamos delante de un negocio, un instante, y vimos cómo una madre, abroncaba a su hijo en la puerta. La cara de él, mirando por dónde vendría el golpe, los gritos de ella que se notaba que era adicta, me hicieron pensar que, la libertad también tiene estas cosas. Puedes tener hijos y ser un desastre como madre, desde tu libertad, y destrozarle su futuro, o no, si él tiene constancia y suerte, y con los años alejarse de ti, o ser igual que tú y acabar incluso de peor manera.
A mi la que me gusta, la que disfruto, es aquella en las que te digo las cosas de manera educada, cuando no estoy de acuerdo con lo que me has dicho o con lo que me has hecho. La que me hace tomar decisiones que son buenas para mi vida, la que hace que me gire a ayudar a una persona mayor que yo porque la veo desorientada, la que hace que me levante cada día de la cama para luchar por los derechos y por las libertades de mis hijos, ciudadanos de segunda en una sociedad que aplaude que se tomen decisiones sobre ellos que son claramente injustas. Que yo aproveche los días en que la clase de mi hijo se va a Eurodisney, que no podían haber puesto algo peor, y me vaya a la casa del sur porque me niego a mandarlo al colegio. Esa es la libertad que disfruto. La que, desde los límites de mis derechos, ejerzo hasta que noto que vulnero la parcela del otro. Y entonces reculo. Porque de eso va todo. De no pisar el terreno ajeno, y dejar huellas bonitas en el tuyo propio.
«Para la libertad, sangro, lucho, pervivo
Para la libertad, mis ojos y mis manos
Como un árbol carnal, generoso y cautivo
Doy a los cirujanos» -
Los retoños
Esta semana no he estado para nadie. El lunes, mi hermano, que llevaba un tiempo planeando sobre la salud del que fue marido de mi madre, nos envió un mensaje de que llevaba 3 días ingresado en un hospital catalán, que estaba mal, y que no quería visitas. En ese mismo instante, envié un mensaje a una de sus hijas, poniéndome a su disposición si hacía falta echar una mano. El martes entró otro mensaje. Ya se había ido. Murió. Puf, y con el mensaje, taché de la lista viajar para ir a verlo una última vez, aunque ya había informado de que no quería visitas, ni llamadas, ni sarandajas, que estaba concentrado en cómo partir al otro lado. Me puedo imaginar la cara de sorpresa de mi madre, mirándolo con sorna, riendo porque aguantó solo cuatro tristes años de viudedad. Si ella estuviera viva, él hubiera llegado a los 100. Como un rey!
Luego hubieron como 3 días de duelo, y, en el tercero, incineración y misa por su alma. Yo no quise estar ahí. Ni siquiera cogí los días que me pertenecían (5) por su fallecimiento. Según iba viendo a alguien a quien apreciara en el curro, iba contando que había partido. Lloraba y seguía trabajando. Mi hijo estaba con exámenes, los últimos del curso, y quería ayudarlo a salir de ese atolladero. Su padre también trabajaba, y él lo hace días completos. No era mi intención dejarlo solo en esas circunstancias. Ya me había prometido a mí misma poner a mis hijos por encima en algunas situaciones en las que, en otro momento, ellos hubieran perdido la partida. Mi madre lo hacía. Todo el rato. Sin despeinarse. Sin soltar un pelo de su eterno moño en la cabeza. Y, a veces, se nos ha quedado cara de pasmo ante decisiones tomadas sin pensar más que en ella
Que si! Hay que ser egoísta, solo se vive una vez y todas las puñetas que quieras. Pero no tengas hijos. Los retoños son una responsabilidad. Y son parte de tu vida y tienen sentimientos y se ven diluidos si tú no le das su sitio. Su lugar.
Alguien me ha dicho alguna vez que si faltase, ellos son perfectamente capaces de vivir sin su persona. Claro que sí! A todo debemos adaptarnos! A lo bueno y lo no tan bueno que nos da la vida! Pero no vayas poniendo de tu parte. Deja que la vida y solo ella les de por el culo. No pongas tú de tu parte.
El lunes que viene, o el martes, ingresan a mi tía en un psiquiátrico. A pesar del ajuste medicinal, a pesar de los refuerzos, sigue sin alzar el vuelo. Su hijo mayor tiene veintipocos años y ha tenido que tomar esa decisión a pesar de que, el sitio donde va, no le gusta ni a su madre ni a él. Me puedo imaginar su sentir a pesar de su educación teutona, práctica y correcta. Tomar esa decisión no ha debido ser fácil. Pero ella tomó otra antes que fue la de dejar de medicarse y ahora, todos, apechugan con lo que fue su opción. No digo que merezca el ingreso, no. Pero era un futuro con el que ella no contó y que ha afectado a los que quiere, a sus hijos. Tu descendencia es parte de tu vida, y, al igual que a ella, debes tratarlos con amor, con dedicación. Quién te crees que eres para pensar que cosas como estas no importan? Tus niños no son robots. No están hechos de cables y acero. Esto no es prueba y ensayo. Hay vidas en juego. Y son el tesoro más preciado del mundo. Cuídalo!
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Día de la madre
Hoy es el día de la madre por estas latitudes. En otros países creo que se celebra la semana que viene. Aunque eso da igual porque con la excusa del homenaje, lo importante es ponerse las botas vendiendo regalitos para las fechas. Mi familia tiene planeado ir a comer a un sitio y comprar una tarta, muy a contrapelo todo porque hoy también ha planeado ir a limpiar un barco. No vamos a poder ir, cuando él vuelva, a ningún sitio porque estará todo lleno, y la tarta…si se acuerdan cuando se levanten. Apuesto por un no rotundo. Pero me da igual porque mi marido es el goloso de la familia así que el regalo, en definitiva, sería para él.
El otro día, comiendo con mi hija a solas, y por esto que se acercaban estas fechas, me acordé de mi madre y de lo mucho que le gustaba que sus hijos se acordaran de ella en días como este. Hablando de su partida, mi madre no se despidió de nadie a quien quisiera mucho, porque no era capaz de decir adiós sin llorar y sin derrumbarse. Entonces le dije a mi hija que, si yo me fuera de repente, si al cabo de un rato se encontrara sin mi, que no le quedara ninguna duda que ella y su hermano eran lo mejor con mucho de mi vida. Que le daba permiso para estar triste y echarme de menos, pero no mucho, porque no quiero pensar que tiene que ir a médicos porque la tristeza ha inundado su ser. Que estaba muy orgullosa de ella, porque sin imaginarlo siquiera, había llegado tan lejos que me era imposible mirarla si no era usando unos prismáticos. Que la vida y el orgullo no consiste en tener trabajo, que también, sino en ser feliz, en disfrutar, en ser buena gente y de eso ella rebosaba. «Nunca imaginé que la vida me diera el enorme regalo de tenerte aquí, frente a mi, hablando conmigo, teniendo una conversación. Ese es mi regalo del día de la madre. Ya no necesito ninguna zarandaja más». Tras esto, ella se me quedó mirando, sonriendo. No es una tía emotiva, de esas que tienen que secarse los ojos porque se ha emocionado. Ella recibe todo con alegría. Como tiene que ser!
Durante un rato nos quedamos las dos calladas. Yo sintiendo el peso de los años, de amores perdidos y de otros encontrados, y ella celebrando el amor por los suyos, enredándose entre nuestras piernas, formando raíces fuertes, para que el embate de los malos tiempos no nos haga saltar a cada una por un lado.
Escribiendo estas letras, me han llegado con un regalo. Creo que es el segundo que recibo en estas fechas. Le he hecho una foto y les he dicho que es el mejor regalo del mundo. En realidad, lo mejor es lo que no aparece en la foto, la gente de alrededor.
Feliz día de la madre!

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El vértigo
He empezado el día de hoy tomando el desayuno, mientras caía en la cuenta de que, mi hijo, mi enano, tiene ya la misma altura que yo y eso me ha dado vértigo. Qué rápido se va la vida!
Después del desayuno, me arrastré hasta la cama porque el dolor de cintura no me deja vivir. Es como estar en una lumbalgia eterna. Aquí estaré mientras se me pasa, o se me termina de caer un trozo de algún lado. Mi hija, cuando me alejaba de la cocina me ha cantado una estrofa de una canción: «mami quiebra la cintura» me ha dicho y yo no he podido evitar mirarla con un mucho de suspicacia y afecto riendo pasillo adentro arrastrando los pies.
Luego he leído algunos blogs a los que estoy suscrita, donde contaban la experiencia de vivir sin luz un montón de horas. Quería, como dice el dicho, poner mis barbas a remojar para cuando ocurra aquí, en las Islas. Nosotros nos quedamos solo sin Internet a las ocho, justo después de estar más de tres horas en clase online de donde perdía la señal una y otra vez, sacándome de la reunión. El móvil era un instrumento inútil. Qué pronto pierden poder las cosas que no son realmente importantes! Me acosté tempranito y dormí como un tronco.
Al día siguiente, volvíamos a tener señal pero no me iba el teléfono fijo. Así más de dos días. El miércoles, tomando café con las amigas, me llaman del trabajo de mi marido. No tiene móvil y mi fijo no va. No lo localizan y se ha producido un incidente que sólo puede resolver él y necesitan que vuelva y es urgente. Llamo a mi hija y me explica que su padre no ha llegado y yo, por si las moscas, le dejo un recado. A los diez minutos me llaman. Lo han localizado porque, como buen habitante de Avatar, es un rutinas y han contactado con el compañero que desayuna con él, alguien que, solo si eres de Avatar, puedes soportar. Conmigo no tiene esa suerte y primero me corto la mano que anotar su número. Mi marido es la persona que menos ha sufrido de esta historia. Mientras los demás hacíamos cábalas, él terminaba de desayunar en su cafetería de siempre. Lo han pillado pagando. Ha salido de allí y en diez minutos volvió al trabajo para deshacer el entuerto. Tiene una flor en el culo. Si hubiera sido a mi, la llamada me habría cogido embarcando en un vuelo a Alemania.
Al llegar al mediodía a casa me ha explicado qué ha pasado y me he reído. Todo ha sucedido porque no ha seguido la secuencia exacta cuando hace algo importante. Y se ha despistado. Menos mal que volvió a tiempo y no ocurrió ninguna cosa de entidad. En fin! Que lo he mirado y le he dicho lo sorprendentemente rápido que se nos ha ido la vida y cómo nos hemos hecho mayores. Se ha reído. «No somos mayores, somos viejos» me dijo. Viva la sinceridad de Avatar!!
Ha ido todo a una velocidad de vértigo. Como la altura de mi enano. Que ya no lo es. No sé si aferrarme al colchón de mi cama, o intentar, con la pierna por fuera, frenar esta velocidad del demonio. Para disfrutar de cada minuto de lo que me quede por vivir aquí, en Avatar.
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La cita
¿Hay alguna cita que describa tu vida o sobre la que pienses a menudo?
En mis 13 años trabajados cara al público, vi como la plantilla con la que ejercía mi labor se iba modificando con el paso de los años. La gente que iba a trabajar allí, al principio, lo hacía porque no les quedaba más remedio. Se habían quedado atrás en el escalafón, y era mejor caer en aquellas brasas que en otras llamas. Total, que aguantaban hasta que podían pedir otro destino, y luego, volaban muy alto.
Pocos volvían siquiera a visitarnos, a saludar. Yo lo hago de vez en cuando. Tan es así, que en la última Navidad, no habiendo planeado mi juzgado ninguna comida, me fui con los del Registro. A muchos los conozco poco, pero a otros los tengo guardados en el corazón como pequeños tesoros. Todos se portaron muy bien conmigo en el tú a tú.
Recuerdo una compañera que estuvo cubriendo una baja una larga temporada. Era una chavala joven, madre de gemelos, que había intentado ejercer derecho montando un despacho con su hermana. No funcionó y se vio trabajando de interina, ayudándome con mi querido público. Tenía una mirada honesta y limpia y una sonrisa, que hacía de ella la persona con la pinta más optimista del mundo. Ella llegó cuando me enteré que había aprobado, y no paraba de decirme, «vuela alto chiqui! No te quedes aquí, vuela!».
Total, que ella también fue a la comida navideña y, como era tiempo de covid dividieron lo que debía ser una mesa en dos grupos, así que, acabamos mi equipo y otra compañera en un lado, y el resto de la plantilla, por otra. Ese año fue muy raro. No quisieron ir casi ninguno de los antiguos porque la gente nueva no había empezado con buen pie. Y allí estaba yo, rodeada de perfectas desconocidas, riendo a carcajadas con las ocurrencias de las que formábamos el equipo de información. Fue una comida súper divertida, y pude sentir que el afecto por el apoyo de estar allí, a pesar de que los demás no querían compartir mesas con las nuevas, comenzaba a deslizarse por entre los platos y los vasos y a encajarse en los corazones de todas.
Cuando estaba acabando la comida, se nos hizo una foto que puse luego en mi estado de WhatsApp con una cita de Gabriel García Márquez de su libro «el amor en los tiempos del cólera» «el corazón tiene más cuartos que una casa de putas». Esa frase se la dice el aya a la protagonista de la historia para hacerle entender que, puedes amar a alguien, con todo tu corazón, y seguir teniendo espacio para más amores. Cada uno en su estancia, en su tiempo, pero no por ello menos importante que el anterior o el siguiente. Y eso me sucedía con aquellas mujeres que habían visto, con la excusa del bicho, cómo casi toda la plantilla les daba la espalda. Con aquella cita venía a decir que ellas, todas, tenían mi afecto, mi apoyo, le pesase a quien le pesase. Soy así, no puedo evitarlo. No hago distingos con nadie. No me importa qué si me demuestras que eres buena gente. Y aquella mesa rebosaba!
Ahora que lo pienso, cuando leo un libro de Gabo, puedo sentir el calor, la humedad, el olor, el color de su país mientras lo hago. Y un poco así fue ese día para las que estuvimos allí que éramos todas mujeres. Un homenaje a la vida, al amor, a, incluso, porqué no, al calor de Colombia. Instalado ahí. En su propia estancia.
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El sueño
¿Cuáles son tus emojis favoritos?
Ayer, porque mi marido cumplía años, y porque debía devolver dos libros a la biblioteca que ya tenía empezados, estuve toda la tarde leyendo y escuchando música. No pude descansar bien. Si tuviera un emoji preferido sería el de tengo una barbaridad de sueño 😪 🥱 💤 😴 en todas sus opciones. Hace un momento, mi hija me ha preguntado que si me pasa algo, que me nota rara. Yo también. Creo que, esta semana, la pérdida del puesto de tramitadora, junto con el hecho de que, después de cesarme, la otra compañera pusiera una baja por otro motivo distinto del anterior, sumado al hecho de que debo recopilar la documentación para la declaración de hacienda que me hace temblar de ansiedad, que haya firmado la renovación de la matrícula del cole donde no aparece el concepto transporte, más el silencio angustioso de mi tía, me están pasando factura.
Haciendo un repaso de mi vida y de en quién he puesto mi confianza, ha dado como resultado el saberme y reconocerme sola por completo en lo que a esto se refiere. Yo tenía tres columnas: mi tío, que decidió marcharse sin haber cumplido mi hijo un año, mi madre, que falleció bastante antes de lo imaginado por cualquiera, y mi tía, que, aunque nuestra forma de confiar se había modificado, seguía intacta en lo fundamental. No sé cómo explicarlo. No la quiero como una hermana sino como una hija. Y este silencio impuesto por su enfermedad me tiene tan angustiada como cuando alguno de tus hijos sale de farra e intentas mantenerlo conectado a tu persona, y resulta que se le acaba la batería de su móvil. Ese no saber, no imaginar, porque no te cabe en la cabeza cuánta angustia puede existir en la suya, te oprime en el centro mismo del estómago y te deja boqueando como un pez fuera del agua.
Y así voy echando días para atrás! Es cierto que tener ansiedad no ayuda a tomarte esto con calma, pero cuando piensas en ello te recorre una profunda tristeza y unas ganas de llorar tremendas. Total, que hoy tengo que ponerme a recoger y a hacer lo que no hice ayer por estar paralizada. Tampoco ha ayudado mucho el hecho de que su hijo cumplió años esta semana y ayer lo celebró en casa de su padre. Si viviera cerca, haría como en La Casa de Bernarda Alba, me plantaría en la fiesta, exigiría silencio y luto y regaría el jardín del casoplón que tiene su padre alquilado, de sal. Luego les sermonearía diciendo que no tienen ningún respeto, que mientras su madre muere de angustia sola, mientras ruega por que le den la asistencia médica que necesita, mientras sobrevive sin apenas dinero, él tiene los cojonazos de arrimarse a un padre que me quiso regalar a su hermano y que, después de dos hijos y 20 años de convivencia, no ha ayudado a su ex mujer ni la recuerda siquiera. A la que dejó de querer y respetar todo a la vez y al mismo tiempo. Y volvería a exigir silencio. Porque ninguno de los que estaban sentados a esa mesa, ninguno, es capaz de llegarle a ella ni a la punta de su zapato. Ni por buena gente, ni por culta e inteligente, ni por sensata. Qué cosas! Qué injusto! Luego me marcharía. A abrazarla fuerte. A protegerla de sus monstruos, de sus sueños angustiosos. A salvarla.